Documental
En el momento en que el documental adoptó los mecanismos del cine de ficción para narrar sus historias y así reforzar su discurso, todo cambió.
Y uno de esos recursos fue el de las recreaciones: lo vimos en las excelentes Man on Wire y El impostor, por citar dos ejemplos. Aunque comportaba un peligro: que la credibilidad de la historia sufriera si la dramatización no funcionaba. Algo que no es un problema ni para esas dos cintas ni la que ahora nos ocupa.
El británico Tim
Wardle, autor de
One Killer Punch,
un interesante documento sobre los actos aleatorios de violencia, cuenta aquí una historia que se va oscureciendo a medida que avanza: de ser un milagroso cuento de hadas con el reencuentro de los tres hermanos separados tras nacer pasa a una suerte, sin nazis ni clones, de Los niños del Brasil. Y todo por un siniestro experimento, entre científico y social, del que es preferible saber lo menos posible. A través de la hábil mezcla de entrevistas, imágenes de archivo y recreaciones, o su inteligente uso de la música y del fundido a negro, Wardle juega con la tensión y la sorpresa, dosifica la información sin ofrecer respuestas simples. Otra vez, la realidad vuelve a superar la ficción. Y van…