Fotogramas

DESTROYER. UNA MUJER HERIDA.

- Por María Bernal (Los Ángeles).

Ha rebasado la siempre difícil frontera de los 50 con su enésima reinvenció­n. Nicole Kidman abre una nueva etapa en una carrera en la que ha superado éxitos y fracasos con un puñado de proyectos en TV y cine que nos muestran una nueva cara. Como la que luce en su último film, ‘Destroyer.

Una mujer herida’, un thriller en el que la actriz demuestra que tiene más registros y vidas que un gato y que puede brindarle su quinta nominación a los Oscar.

“DESDE HACE CINCO O SEIS AÑOS TENGO UNA IDEA MÁS CLARA DE QUIÉN SOY Y ESO ME PERMITE TOMAR MEJORES DECISIONES”

En un hipotético diccionari­o sobre Hollywood, la E de Estrella vendría con una fotografía de Nicole Kidman (Honolulu, 1967). Y eso que, hace tan solo cinco años y tras una racha de fracasos de crítica y público con títulos como Bajo amenaza (2011), Grace de Mónaco (2014) o

El secreto de una obsesión (2015), ella misma sentía que su mejor tiempo ya había pasado, frustrada por una carrera sin rumbo y films sin peso. Pero, entonces, la australian­a dio un giro de timón y llegaron una cuarta nominación al Oscar (Lion), trabajos con Sofia Coppola (La seducción) y Yorgos Lanthimos (El sacrificio de un ciervo sagrado), además de su triunfo como actriz y productora en la serie Big Little Lies. Así hasta su último estreno (Aquaman), el que viene

(Identidad borrada) y el que ahora nos ocupa,

Destroyer. Una mujer herida, una película que la ha vuelto a poner en todas las quinielas de premios y en la que es casi imposible reconocer a la australian­a en el personaje que interpreta, una policía perseguida por su pasado: Nunca había hecho nada como Destroyer. Una mujer herida.

Y probableme­nte nunca tenga otra oportunida­d igual, cuenta la actriz a FOTOGRAMAS. ¡Y tan solo un mes después de rodar Identidad borrada! Dos madres que son polos opuestos. Lo más extraordin­ario es que no hay nada fingido en Destroyer… Soy yo, en mi personaje, en su piel, en cada fotograma, entregada a lo que me pidiera mi directora, Karyn Kusama. Además, me da la oportunida­d de predicar con el ejemplo: si queremos más mujeres realizador­as, nuestro deber es darles los medios y oportunida­des para que puedan dirigir. La recompensa de un trabajo así llega con los premios pero ¿qué precio pagó durante el rodaje? Un precio alto, porque es un rol muy complicado. Erin es una mujer encerrada en sí misma. Cometió muchos errores en su juventud y no se los perdona. Y yo soy su médium. Yo, que disfruto abrazando y soy un pozo sin fondo de emociones… Emociones que tuve que contener mientras buscaba a la madre, a la amante, a la mujer que quedaba en ella. Hice lo mismo que en Las horas (2002) o en El chico del periódico (2012), permanecer en el personaje durante todo el rodaje. Ni yo me reconocía en el espejo. ¿Cómo se lo tomaron en casa?

Erin, mi rol, se venía a casa conmigo, pero mi marido sabe de necesidade­s artísticas y me dio el espacio necesario para crear. A mis hijas mi apariencia les chocó más. Destroyer.

Una mujer herida y Erin no son ni la clase de film ni de rol que me han caracteriz­ado, pero eso es lo interesant­e: pasar de papeles tan divertidos como el de Aquaman a este…

Es un perfecto antídoto para mi salud mental. Karyn Kusama, la directora, me describió a Erin como un coyote herido, agresivo y desconfiad­o. Creo que Marlon Brando también describió su personaje en El padrino (1972) como un animal salvaje. Es la mejor forma de visualizar a alguien así.

MIRANDO ATRÁS SIN IRA

Su rol en el film huye de su pasado, ¿hay algún momento que le gustaría borrar del suyo?

¡Claro! Como todo el mundo… Hay momentos que intento borrar… O al menos verlos de forma distinta. La muerte de mi padre, por ejemplo. Fue un golpe durísimo, un momento traumático tan repentino que me afectó mucho. No quiero eliminar el recuerdo, pero sí querría tomármelo de una forma más positiva. He aprendido a confiar en mi instinto, algo que quiero enseñar a mis hijas. Desde hace cinco o seis años tengo una idea más clara de quién soy y eso me permite tomar mejores elecciones artísticas y defender aquello en lo que creo. Es un buen comienzo.

Una de las causas en las que está más involucrad­a es el empoderami­ento de la mujer en Hollywood.

Ahora se me oye más, pero es algo en lo que llevo volcada muchos años. Los secretos del corazón (2010) fue mi primera película como productora, algo en lo que me metí más llevada por la frustració­n que por otra cosa: no me ofrecían papeles con sustancia. Yo me veo como un actor de reparto. Me gusta desaparece­r en cada personaje, cambiar de imagen. Es lo que hacíamos en la escuela de arte dramático y para lo que estudié. Y luego, ¿llego a Hollywood y lo único que me ofrecen

es el papel de la novia? ¿Y siempre con el mismo aspecto? Con los años he conseguido ganar confianza, no solo para pelear por papeles distintos, sino también para interpreta­rlos. Porque cuando Stephen Daldry me ofreció encarnar a Virginia Woolf en Las horas yo fui la primera en decirle que no podía hacerlo. Stephen me tuvo que convencer. Y eso mismo ha vuelto a pasar con Destroyer. Una mujer herida y Karyn.

CAMBIO DE PRIORIDADE­S

¿Qué tiempo le queda para su familia? Cuando pensó en dejar la interpreta­ción su deseo era ser madre a tiempo completo, ¿no?

Fui madre con una cierta edad. Mis hijas tienen 10 y 7 años, y yo ya tengo 51. Eso me hace muy consciente de lo precioso que es el tiempo que nos queda. De ahí que mis hijas están siempre en el centro de mi vida, de mis decisiones.

¿Cuál de sus películas les recomendar­ía?

No son demasiado apropiadas para su edad. Ya las veremos cuando sean mayores y si es posible a su lado, con el mando a distancia a mano, para pasar rápido las escenas más comprometi­das. Tampoco es que mis hijas estén muy interesada­s en lo que hago. Al menos hasta ahora. Aquaman lo ha cambiado todo. El hecho de que coma peces de colores en la película, aunque les diga que son de gelatina, las tiene fascinadas.

A sus ojos, ese es el cénit de mi carrera como intérprete.

Hablábamos de su cambio como actriz. Pero ¿y como persona? ¿También han cambiado sus prioridade­s?

¡Empecé a trabajar con 14 años! ¡Claro que han cambiado mis prioridade­s! Antes de querer ser actriz, quería ser astronauta. Y antes, bailarina… Hasta que fui demasiado alta para la danza. De joven lo quieres todo. Quieres hijos, pero también una carrera y esto y aquello. Con los años ganas en paciencia y aprendes a equilibrar mejor tu vida.

¿Recuerda cómo le picó el gusanillo de la interpreta­ción?

Con la lectura, devorando libros sobre Meryl Streep. Se convirtió en el faro de mi vocación artística. ¿Quién me habría dicho que trabajaría con ella?

¡Cierto, en la nueva temporada de Big Little Lies! ¿Qué nos puede avanzar sobre ella?

Hemos jurado guardar el secreto pero eso no me impide compartir la alegría de trabajar con Meryl. Interpreta a la madre de Perry (el rol de Alexander Skarsgård) y quiere saber lo que pasó con su hijo. ¡Se sumó al proyecto sin leer el guión! Lo hizo para apoyarnos. Un gesto increíble que tienes que correspond­er y ¿te imaginas que el papel no esté a la altura? Aunque, como me dijo Stanley Kubrick, no es bueno colocar a nadie en un pedestal… Pero Meryl no es de esas: es todo lo que te imaginas y más.

¿Un ejemplo a seguir? A juzgar por los múltiples proyectos que tiene este año aún queda mucha Nicole por descubrir.

¡Eso espero! Ahora estoy rodando un film con Charlize Theron, Margot Robbie y Allison Janney sobre Roger Ailes

(el ex-CEO de la cadena de TV Fox News que, en 2016, renunció a su cargo tras ser denunciado por acoso sexual).

Quería apoyar a Charlize como productora. Tenemos que ayudarnos. También tengo un par de series y algún otro film entre manos. ¿Cuál es mi motor? La pasión que siento por actuar. Un oficio que nunca doy por sentado y que pienso seguir llevando a cabo, paso a paso y sin prisas, pero con la misma intensidad… Porque pienso seguir por aquí mucho tiempo.

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