Fotogramas

INFANCIA CONFINADA, Y CINÉFILA

La escritora, guionista y artista cubana Zoé Valdés echa la vista atrás y regresa al cine de La Habana Vieja en el que vivió su infancia, a la pasión por las películas españolas que le transmitió su abuela irlandesa, al amor platónico que descubrió viendo

- Por Sonia Guijarro.

ZOÉ VALDÉS

Luis Buñuel es el gran inspirador de la novelista, productora y directora habanera, como nos revela en Mi cine español.

¿Su primera vez con el cine español? Fue con Marcelino, pan y vino (Ladislao Vajda, 1955), escrita por José María Sánchez-Silva. Recuerdo que la pasaban en el Cine de Ensayo Rialto, en el límite entre La Habana Vieja y Centro Habana. La sala, casi vacía. Yo empezaba entonces a fugarme de la escuela para ver películas. Además, ya vivía en otro cine, en el Actualidad­es, pues nuestro inmueble se había derrumbado y nos enviaron a un albergue en el que se concentrab­a demasiada violencia. Mi abuela pidió a la taquillera que nos permitiera hacer las tareas escolares mientras el cine estuviera cerrado, lavarnos en los baños, quedarnos a ver las películas, y dormir; una veintena de niños pasábamos la noche en el Actualidad­es al finalizar la última sesión. Marcelino, pan y vino me sigue pareciendo surrealist­a, sin proponérse­lo. Recuerdo que tenía mucha hambre cuando la vi, las tripas me sonaban, y alguien, de los pocos que había en la sala, se volteó y me gritó: ¡Niña, sin comer no se viene al cine! Pero, ¿qué iba a comer? Yo viví mi infancia confinada, como ahora, salvada por el cine español gracias al amor que sentía hacia él mi abuela irlandesa. De adulta elegí la soledad y el encierro interior.

¿En qué film español se quedaría a vivir?

En La violetera (Luis César Amadori, 1958), por Sara Montiel, hermosa y sensual como la belleza misma. Ha sido de las actrices españolas que mayor celebridad alcanzó en el mundo, y además por Raf Vallone, que me gustaba tanto que lloraba al verlo, de deseo y de placer. Fue uno de mis primeros amores platónicos. ¿Con qué actor o director se iría de cañas? Con Luis García Berlanga, aunque ya es imposible. Lo conocí en el Festival de Cine de Sevilla. Inmensa cultura y un sentido del humor sin igual. Además del potente cineasta que fue y será siempre. Su cine no envejece, cada día más actual. Su simpatía y amor por el sexo y las mujeres me ganó una enormidad. Mientras nos hacían la foto de grupo apretó una de mis nalgas con su mano y con la otra mano apretaba la otra nalga de un amigo. Un honor haber tenido mi nalga en la mano de Berlanga.

¿Con quién querría quedarse encerrada en un ascensor? Con ninguno. En un ascensor no me gustaría ni un poquito quedarme encerrada. Hay que tener cuidado, con esto que estamos viendo ahora, porque hace poco acusaron a Alain De

lon de acosar a Marie Laforêt en un ascensor durante el rodaje de A pleno sol. Al parecer fue verdad, él se excusó y ella lo perdonó en vida; pero después de recién fallecida, algunos aprovechar­on para volver a sacar el tema. Eso sí, me confinaría con gusto con José Luis López Vázquez, un cómico de altura. O con Lina Morgan. Ya ves, me llevo mejor con los muertos. Y, absolutame­nte, volvería a encerrarme con ese ‘free gentleman’ que fue mi amado Bigas Luna. Me filmó para su película sobre las moscas, que no he visto, por cierto.

¿Con quién no se sentaría en un avión?

Con Javier Bardem. Su postura humana y política después de haber interpreta­do tan magistralm­ente al escritor Reinaldo Arenas me sigue molestando.

Un amor adolescent­e mitómano. Palomo Linares, por Nuevo en esta plaza (Pedro Lazaga, 1966), que trajo aire fresco a la Cuba del cine soviético (no siempre malo, aunque la mayoría de las veces sí) y norcoreano, y porque me gustan los toreros, su indumentar­ia y su porte.

¿A qué estrella internacio­nal desearía ver trabajando en el cine español? A Catherine Deneuve, tal como lo hizo antes con Luis Buñuel, pero ahora de mayor. Ella adora a Pedro Almodóvar.

¿En qué film le habría gustado hacer un cameo? En Un perro andaluz (Luis Buñuel, 1929). Habría conocido a García Lorca, a Dalí, y al propio Buñuel.

¿Con quién le gustaría trabajar mano a mano para poner en marcha una de sus historias? Con José Luis Garci o Álex de la Iglesia. Por aprender de ellos.

Sara Montiel, a su regreso triunfal de Hollywood, protagoniz­ó ‘La violetera’ (Luis César Amadori, 1958) junto a Raf Vallone. ¿Qué película española de cualquier época le ha impresiona­do más por su narración?

Marianela (Angelino Fons, 1972), con Rocío Dúrcal, basada en una obra de Benito Pérez Galdós. Y, curiosamen­te, también Fortunata y Jacinta

(Angelino Fons, 1970), basada igualmente en otra obra de Pérez Galdós.

Esa película española que le ha servido de inspiració­n para escribir.

Las Hurdes, tierra sin pan (Luis Buñuel, 1933). Otra vez Buñuel, que me sugiere muchísimo. También cualquier película cuya fotografía sea responsabi­lidad de Néstor Almendros: esa luz suya, única, esa naturalida­d del artificio…

¿Qué historia cree que falta por contar en nuestro cine?

Un documental o ficción inspirado en el libro Imperiofob­ia y leyenda negra, de María Elvira Roca Barea. O la de la exitosa inmigració­n española en Cuba versus el exilio en España de los cubanos escapados del castrismo, alguna buena ficción saldría de ahí, trágica y fabulosa.

¿Con qué se atrevería ahora?

He dirigido y tuve mi propia productora de cine. He hecho algunos papelitos en cortometra­jes… Soy muy lanzada, yo me atrevo con todo lo que venga.

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