CUENTO DE HADAS PARA HIPSTERS
¿Cómo nos gustaría ser cuando acabe el confinamiento? ¿Qué reflexiones contradictorias nos provocan algunas de las ficciones que devoramos en el encierro? El autor cuestiona, al rebobinarlo, uno de los nuevos fenómenos seriéfilos.
“SEGUIMOS NECESITANDO CUENTOS DE HADAS, HISTORIAS COMPLACIENTES QUE NOS HAGAN SOÑAR SIN COMPLICARNOS LA EXISTENCIA”.
Como todo el mundo, he visto Unorthodox
durante el confinamiento. Como todo el mundo, la he seguido con pasión. He acompañado a la pequeña y frágil Esty en su huida. He odiado a su perseguidor, el malvado y corrompido primo Moishe. Y cuando Esty ha cantando de maravilla, me he echado a llorar. Cuánto dolor, preciosa. Cuánta represión has sufrido. Por no mencionar que te tocó el peor sexo de la televisión digital.
Pero después de dar todos los pasos de rigor, de sentir todas las cosas que querían los guionistas, la verdad, me he sentido un poco estúpido.
La historia compara el barrio de los judíos ortodoxos –conservador, misógino, hostil, gris, aburrido y hasta rapacabezas– con la juventud cosmopolita de Berlín –creativa, amistosa, alegre, desprejuiciada y abierta–. Claro que, para eso, debe asumir la improbable premisa de que una desconocida llega a Berlín sin relaciones y sin estudios, cae en una cafetería y, en tres días, encuentra cinco amigos, techo, una carrera y la discoteca más molona desde que David Bowie vivió ahí.
Y más improbable aún: precisamente esa desconocida ha tenido en su familia una madre ausente, un padre alcohólico, un marido descerebrado y una suegra que por sí sola justificaría Auschwitz.
Eso por no mencionar al primo Moishe, que adora la posibilidad de fumar, beber, follar y apostar, pero claro, cada vez que está a punto de morirse de tanta juerga, se ve obligado a volver junto a su familia para rehabilitarse. Mientras más pienso en la historia, más me conmueve ese pobre hombre esclavizado por los oropeles del libertinaje, y menos víctima me parece Esty, quien al fin y al cabo, tiene muy buena suerte. (Además, cabe reseñar el estilazo con que Moishe lleva el bekishe [abrigo]. En cuanto tenga vida social, voy a probar su look).
En su versión más clásica, el viejo culebrón latinoamericano parecía realista: una empleada doméstica, un ricachón guapo, un amor más allá de las convenciones…, pero en realidad, era un cuento de hadas: la protagonista encarnaba los sueños de su público, las amas de casa, encargadas de comprar los jabones, el café y los productos de los patrocinadores. La pobre chica sufría durante 120 capítulos, pero se mantenía rigurosamente virgen, y en premio, conseguía vivir en el castillo con su príncipe azul.
El público de hoy –o al menos el de Netflix– es más sofisticado. Aspira a cosas como un trabajo creativo, una vida en libertad, plenitud sexual… Sin embargo, seguimos necesitando cuentos de hadas, historias complacientes que nos hagan soñar sin complicarnos la existencia, que nos aseguren que el mundo, al menos nuestro mundo, es esencialmente bueno, y que si perseguimos nuestros anhelos, seremos felices. Unorthodox es un cuento de hadas para hipsters, la Cenicienta con banda sonora de Skrillex. Aceptamos sin cuestionar un argumento bastante inverosímil, porque ahora más que nunca, necesitamos creer que la vida tiene un sentido, que el encierro nos hace más sabios, que la naturaleza se está regenerando, y que todo saldrá bien.