TAL COMO ES
Robert Redford
Intachable con su traje de chaqueta mil rayas y gemelos en El gran Gatsby (J. Clayton, 1974), virado al estilo dandi-canalla de solapa ancha y gorra de tweed en
El golpe (G. R. Hill, 1973) o rivalizando en carisma con su amigo (aunque menudas bromas pesadas se gastaban el uno al otro, ten amigos para esto) Paul Newman en
Dos hombres y un destino (G. R. Hill, 1969), pocos actores (y director, no lo olvidemos) han deslumbrado tanto sin (aparentemente) proponérselo. Porque aunque a Charles Robert Redford le precedió siempre su fama de pintor bohemio ecologista y comprometido (ahí está Sundance para probarlo), cuenta la leyenda que el cabello mejor despeinado de Hollywood pasaba más tiempo en peluquería que la mayoría de las actrices, y que aún hoy no ha sido capaz de convencer a sus propios hijos de que jamás se lo tiñó.