Fotogramas

DA 5 BLOODS: HERMANOS DE ARMAS. Drama.

- Por Roger Salvans.

Nunca se ha mordido la lengua y menos ahora, pasados los 60, camino de convertirs­e en un clásico y dejar atrás esa imagen de infiltrado en la maquinaria de Hollywood. Spike Lee sigue dando guerra con ‘Da 5 Bloods: Hermanos de armas’, una combinació­n de drama bélico, thriller perverso y lección de historia, que aterriza justo cuando debía haberse convertido en el primer presidente negro del Jurado de Cannes. Charlar con él sí es todo un festival.

Nadar y guardar la ropa es algo que a Spike Lee (Atlanta, Georgia, 1957) no se le da bien. Si algo ha caracteriz­ado al responsabl­e de clásicos contemporá­neos como Haz lo que debas (1989) o la reciente Infiltrado en el KKKlan (2018) es que no teme mojarse. Quizás por eso no nos sorprendió mucho cuando nos avisaron que sería él mismo el que llamaría a FOTOGRAMAS para charlar sobre su último trabajo, Da 5 Bloods: Hermanos de armas. Nada de publicista­s. Cero asesores. Ni un agente. Solo Lee. O que, tras el Ey, tío, ¿qué tal? Spike Lee al aparato, su primera pregunta fuera directa a gol: A ver, ¿Madrid o Barcelona? Entonces eres de los míos. Messi, tío. Ese es mi equipo, el Real… No me va. La sutileza es un arte en el que Lee no se prodiga. Ni en su faceta pública, en la que entra al trapo para contestar a quien sea, ni tampoco en sus trabajos, siempre con una potente carga de profundida­d que, cuando funciona, prueba que activismo social y narración son un cóctel explosivo. Así ha enfocado su segunda cinta bélica después de Milagro en Santa Ana (2008), una oportunida­d para fijar su mirada en uno de los episodios de la historia negra de los Estados Unidos que faltaba en su filmografí­a: la experienci­a de los soldados afroameric­anos en Vietnam. Un proyecto, encabezado por Chadwick Boseman y los veteranos Delroy Lindo y Clarke Peters, que habría presentado en Cannes, de cuya 73.ª edición iba a presidir el jurado, pero del que nos habla desde su confinamie­nto en Nueva York. Estoy en Manhattan, encerrado en casa

La historia la cuentan los vencedores, no descubro nada. ¿Dónde están las grandes películas sobre los nativos americanos?

con Tonya, mi esposa; mi hija Satchel; Jackson, mi hijo, y nuestros dos perros. Un cachorro shih tzu recién llegado, y Ginger, un yorkshire terrier que está muy viejo. Mis chicos son mayores, tienen 26 y 24 años, así que bueno, encerrados, pero bien. Pero te digo muy claro: sea cuando sea el próximo Festival de Cannes, yo seré el presidente.

LA GUERRA DE SPIKE

Da 5 Bloods: Hermanos de armas gira alrededor de la Guerra de Vietnam y sus secuelas. ¿Cómo vivió usted esa contienda?

En 1967 tenía 10 años. La de Vietnam fue la primera guerra televisada. Cada día los estadounid­enses veían cómo esa guerra entraba en el televisor de su casa. Y dos veces, a las seis en las noticias locales y a las siete en las nacionales. Como muchos americanos, crecí viéndola y hablando de ella durante la cena. Ningún conocido nuestro luchó… Mi padre se libró de ir a la Segunda Guerra Mundial porque tenía los pies planos, pero sí fueron sus dos hermanos. Mi tío Arnold y mi tío Clarence ganaron la Segunda Guerra Mundial. Condujeron por Francia y Alemania camiones del Red Ball Express, un convoy de suministro­s del ejército de Patton formado por soldados afroameric­anos. La guerra era un tema popular en mi familia, pero tuve la suerte de nacer en el momento justo: era un crío cuando estalló y después demasiado joven para que me enviaran. Lo que sí recuerdo es ser consciente de cómo la guerra dividió América. Recuerdo las manifestac­iones en Nueva York, que era uno de los puntales del movimiento antiguerra, los enfrentami­entos con los pacifistas. También te digo que a mi difunto hermano Chris y a mí nos encantaban las películas de guerra, nos quedábamos tarde para verlas en la tele. Una de mis favoritas de siempre es El tren (1964), de John Frankenhei­mer con Burt Lancaster. Genial.

¿Cómo influye esa fascinació­n por el género o las historias de su familia en su decisión para dirigir el film?

Siempre me han gustado estas películas, pero el motivo fue la historia. Danny Bilson y Paul De Meo escribiero­n el guion original. Se titulaba The Last Tour (El último servicio) y ya tenía a estos cuatro veteranos que regresan a Vietnam para encontrar los restos del líder de su escuadrón y un cargamento de oro que dejaron ahí, una historia muy en la línea de El tesoro de Sierra Madre (J. Huston, 1948). En 2013, Lloyd (Levin, productor) se lo dio a Oliver Stone. No te puedo decir qué pasó ahí porque no he hablado con él, pero el proyecto quedó estancado y no salió adelante. Entonces, en 2017, Lloyd leyó en una entrevista que me apasionaba El tesoro de Sierra Madre,

y me hizo llegar el guion. Le dije que me gustaba, pero quería contar esa historia desde la perspectiv­a de unos soldados afroameric­anos. Eso era muy importante. Y también tenía claro otro aspecto clave: quería que en la película sonaran las canciones de uno de los mejores álbumes jamás grabados: el What’s Going On de Marvin Gaye. ¿Sabías que Frankie, el hermano mayor de Marvin Gaye, sirvió tres turnos en Vietnam? Los dos hermanos se escribían, Frankie en la guerra, Marvin en Detroit, mientras grababa para la Motown. Además de estas crónicas bélicas, Marvin veía de primera mano qué pasaba a los soldados negros que volvían de la guerra, muchos enganchado­s a la heroína, sin trabajo…

EL QUE GANA LO CUENTA TODO

Háblenos de la vertiente histórica y cómo la ha integrado en el film, como el uso concreto de las canciones que ha explicado.

Cuando preparo una película, investigo. Así descubrí quién era Milton L. Olive III, un soldado negro de 18 años, que, en 1965 y para salvar a sus compañeros, se sacrificó lanzándose sobre una granada. Fue el primer soldado negro en ser condecorad­o con una Medalla de Honor en Vietnam. No tenía ni idea de quién era, así que lo incluí en el guion, y su foto, en la película. Y también otros momentos de la historia de los afroameric­anos en Estados Unidos. Como Crispus Attucks, la primera persona que murió luchando por este país, en la Masacre de Boston en 1770. Y me has oído bien, la primera persona, no la primera persona negra. ¡No me estoy inventando nada, pero nadie los conoce! Tenía que hacerlo porque desde que el ‘Agente Naranja’ ocupa la Casa Blanca, en mi país está calando el discurso de que la población negra no es patriota. Y, perdona mi lenguaje, eso es una puta mentira. Los afroameric­anos han luchado por este país desde el primer día. Pero la historia la cuentan los vencedores, no descubro nada. ¿Dónde están las grandes películas sobre los nativos americanos? Nunca se rodaron. En su lugar tenemos esas patrañas, las mentiras, los discursos falsos de John Ford con John Wayne en los que se trataba a los nativos de salvajes, de seres infrahuman­os. Es una muestra del poder del cine y la TV, cómo se puede deshumaniz­ar a un pueblo entero. La fundación de los Estados Unidos se sustenta sobre el expolio de las tierras de los nativos americanos, su genocidio y la esclavitud. Esos son los pilares de la nación, unos temas que ni se han confrontad­o ni se han superado.

El western contribuyó a la idealizaci­ón del origen de su país, embellecie­ndo…

¿Embellecer? ¡Que es una mentira! Los blancos habláis muy raro, tío (risas). Mira, cuando creces en los Estados Unidos te cuentan que George Washington nunca mentía. Lo que no cuentan es que poseía 123 esclavos. O que los primeros 12 presidente­s poseían esclavos. ¡Poseían seres humanos! Esto no se enseña en las escuelas porque no quieren que la verdad se conozca, porque el origen de este país es inmoral. En mi opinión, y todo lo

que digo es a título personal, no hay nada más inmoral que la esclavitud y mis antepasado­s fueron esclavos durante más de 100 años… Pero también tengo claro que no hay ninguna ley que obligue a que películas, series, canciones, novelas, cualquier manifestac­ión artística sea una representa­ción social igualitari­a. Cada uno cuenta lo que quiere como quiere.

DI LO QUE DEBAS

Y usted, ¿cómo lo quiere contar? ¿Qué importa más en su cine, trama o mensaje?

Creo que la trama, porque lo mío es la ficción y me considero un narrador. Eso no quiere decir que no busque entrelazar mensaje e historia, pero nunca voy a decir de qué van mis películas. Eso queda en manos de los espectador­es. Aunque pueda parecer evidente, como con Haz lo que debas. Hoy aún me preguntan: Spike, ¿quién hizo lo que debía hacer? No sé, dímelo tú (risas). No todo es blanco o negro. Como espectador me gustan las películas que hablan de muchas cosas a la vez. Intento que las mías sean siempre así, por eso en esta mezclo formatos, fotos…

También tiene un punto de ironía muy meta.

Aunque mucha gente me vea como ese negro que está siempre enfadado, intento que mis películas tengan un toque de humor… Como si no se pudiera mezclar rabia y humor. Ahí está Billy Wilder y Traidor en el infierno (1953), que es una sátira en un campo de prisionero­s de guerra. O Kubrick y ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú (1964). ¿Qué puede haber más serio que la aniquilaci­ón de la humanidad y la amenaza nuclear? ¡Pero te partes de risa! ¿Quién dice que lo importante tiene que ser aburrido?

Escoger a Chadwick Boseman para interpreta­r al líder del escuadrón lo eleva a otro nivel: el espectador ve a Black Panther.

¡Chadwick es muy grande! Es mi hermano y la estrella de una película importantí­sima en la historia del cine. Porque

Black Panther (R. Coogler, 2018) marca un antes y un después, y recaudó miles de millones de dólares en todo el mundo. ¿Por qué no querría a alguien así en mi película? O con gente con la que no había trabajado, como Jean Reno o Mélanie Thierry…

El film apuesta por un distanciam­iento al que contribuye que el grupo de actores veteranos se interprete­n a ellos mismos en los flashbacks. ¿Qué buscaba con esto?

Uno tiene que arreglárse­las como puede. A mí, a nuestra película, nunca nos iban a dar 100 millones de dólares para hacer lo que mi hermano Martin Scorsese hizo con Robert De Niro, Al Pacino y Joe Pesci en El irlandés (2019). Y conste que estos tíos son de los míos, mi gente. Pero ni de coña nos iban a dar ese dinero para rejuvenece­rlos digitalmen­te. Pero funciona, es como si se vieran a ellos mismos en ese momento.

UN MODELO A SEGUIR

¿Se siente todavía un infiltrado en la industria?

Creo que ahora la gente me entiende. Cada vez más, y eso tiene que ver también con toda esta crisis de la COVID-19.

Porque con este encierro, parece ser que mucha gente ha aprovechad­o para ver mis películas. Estoy en pleno revival (risas). Mucha gente me dice en Instagram que vuelve a ver mis películas o que las ven por primera vez.

Qué suerte, ver por primera vez Haz lo que debas…

Cómo reacciona la gente ante Haz lo que debas

es algo que llevaré muy dentro hasta el día que me muera. Mi tercera película, una bendición. Como lo fue trabajar con Danny Aiello. O Ruby Dee, Ossie Davis, Frank Vincent, Robin Harris… Los echo de menos. Fue tan intenso. Y extraordin­ario. Hoy se la considera un clásico y en su momento ni la nominaron. Fue el año de

Paseando a la jodida señora Daisy (risas). No es algo que me quite el sueño…, pero es que ganó

Paseando a la jodida señora Daisy.

En el film, se dice que Norman fue el que dio un propósito a los Bloods. ¿Quién se lo dio a usted?

Mis padres y mi abuela. Mi padre fue un músico de jazz estupendo. Compuso las bandas sonoras de mis cortos para la

NYU, la de Nola Darling (1986), Aulas turbulenta­s (1988),

Haz lo que debas, Cuánto más, ¡mejor! (1990)… Mi madre era una cinéfila. Iba con ella al cine, ya desde muy pequeño porque a mi padre no le gustaba y la tenía que acompañar yo. Con 14 años vimos Malas calles (M. Scorsese, 1973). Me voló la cabeza. Y mi abuela… era todo amor. Fui su primer nieto, y me quería más que a nada en el mundo.

Cuando alguien le dice que usted es su modelo, ¿cómo lo vive?

Como un gran halago y con mucha humildad. Que te digan que la razón por la que se dedican al cine es porque vieron tus películas es muy potente. Pero más que te digan que si siguieron estudiando, si fueron a la universida­d y hoy tienen una educación, fue porque vieron Aulas turbulenta­s.

Terminamos apelando al futuro. Primero, por sus proyectos y después por lo que cree que pasará en otoño.

Tenía que empezar a rodar una peli este verano, pero ya no. Y en otoño… Le pido a Dios, de rodillas, que Joe Biden sea el próximo presidente de los Estados Unidos. Y no lo digo solo por lo que nos pueda pasar a nosotros como país si ese tipo vuelve a salir elegido, que será malo, sino por lo que le puede pasar al mundo. Al mundo, tío.

“Me gustan las películas que hablan de muchas cosas a la vez. Intento que las mías sean siempre así”.

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