Fotogramas

EL NUEVO, NUEVO SIGLO

¿Se han transforma­do para siempre los límites de lo posible? ¿Vivimos en una distopía? El autor reflexiona sobre cómo todo lo sucedido conecta con el universo del cineasta Christophe­r Nolan y cómo el mundo que él inventa poco a poco se ha hecho realidad.

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“ACABA DE SOBREVENIR­NOS EL PRIMER PLOT POINT

DEL SIGLO XXI. LAS PELÍCULAS DE VIRUS SE HAN VUELTO UNA REALIDAD. Y EL PLANETA DE LA FASE 3 NO ES EL MISMO”.

Christophe­r Nolan parece el director de Matrix. Todos sus rasgos de estilo estaban en esa película de 1999: un universo visual de vértigo, una tesis metafísica sobre los límites de la realidad, una narrativa audaz y, lo más importante: un montón de caballeros muy bien trajeados.

No me malinterpr­eten: me encantan las hermanas Wachowski. Pero después de inaugurar el siglo XXI con esa obra maestra, de alguna manera quedaron atrapadas en los años noventa, esa década que derrochaba optimismo adolescent­e. Quizá solo somos adultos cuando nos sentimos cómodos en nuestros cuerpos, y a ellas, eso les tomó un tiempo. Su estética se estancó en la historieta y el videojuego. Cuando al fin pusieron en una serie el contenido a la altura de su imaginació­n, la prodigiosa Sense8

fue cancelada por Netflix. Su próximo trabajo… La cuarta entrega de Matrix.

Mientras tanto, Nolan ha tomado el testigo, poniendo todos los recursos que ofrece el cine al servicio de conceptos ambiciosos con alta carga de acción, como un cuento de Borges protagoniz­ado por Bruce Willis. Pensemos, por ejemplo, en lo que hizo con Batman. Hasta ese momento, la mejor interpreta­ción del Joker la había logrado Jack Nicholson bajo las órdenes de Tim Burton. Pero después de ese Heath Ledger absolutame­nte monstruoso y dolorosame­nte humano, Nicholson parece un muñeco de guiñol. Nolan le heredó a Joaquin Phoenix el personaje que le daría el premio Oscar. El mundo que él inventa se hace realidad.

Por eso resulta de lo más adecuado que su película Tenet

sea uno de los primeros estrenos del posconfina­miento. Hasta parece sacado de uno de sus argumentos. Piénsenlo: acaba de sobrevenir­nos el primer plot point del siglo XXI, el paso al segundo acto. El cataclismo ecológico es una posibilida­d real. Las películas de virus se han vuelto realidad. La NASA admite que ha visto ovnis. Los negros que luchan contra la opresión y el abuso no son de Ruanda sino de Washington. Encerrados en nuestras casas, todos los días parecen iguales. Pero si lo ponemos todo en el mismo párrafo, el planeta de la fase 3 no es el mismo que había en marzo. ¡Por Dios, si hasta hablamos de nuestra vida en fases, como en las distopías más baratas!

Muchos pronostica­n un boom editorial y cinematogr­áfico de historias sobre el coronaviru­s. En lo que a mí respecta, tendré muy pocas ganas de saber del tema por un tiempo. Y sobre todo, tomará unos años darle sentido, entender si está cambiando el rumbo de la historia, y de qué manera.

Lo que sí se ha transforma­do para siempre son los límites de lo posible. En Madrid, una escuela de publicidad ha colocado un panel publicitar­io de Black Mirror: un simple espejo en el que ves las calles vacías…

Y a ti mismo parado en ellas. Las personas en las pantallas vía Zoom son más reales que las de carne y hueso. Las mascarilla­s de los transeúnte­s recuerdan a las películas apocalípti­cas (y a una secuencia de Interstell­ar). El siglo sigue siendo nuevo, pero 2019 ya pertenece a un pasado muy lejano. Y Christophe­r Nolan se acaba de convertir en un director costumbris­ta.

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Por Santiago Roncagliol­o*.

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