Fotogramas

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Javier (Santiago

Segura) y sus chavales no pueden evitar hacer de las suyas cuando van de campamento. Loles

León y Toni Acosta en una celebració­n de mucho compromiso y con buena sorpresa. Comida para hacer el anuncio oficial del embarazo a los imprevisib­les cuñados.

Calma y Sirena Segura, hijas del director, y Carlos González Morollón encarnan respectiva­mente a Carlota, Paula y Dani.

ace cinco años Miguel Herrán (Málaga, 1996) andaba de acá para allá, sin saber muy bien qué hacer: no quería trabajar, no aspiraba a nada… Ni él mismo sabe qué habría sido de su vida de haber seguido por ese camino. Hoy, en cambio, es una de las estrellas del momento gracias a series como La casa de papel o Élite y, si es que eso sirve para medir los decibelios de la fama, tiene 14 millones de seguidores en Instagram, lo que da una idea del fenómeno global en el que se ha convertido. De gran parte de lo que le ha ocurrido en este breve tiempo fue responsabl­e Daniel Guzmán, quien lo descubrió por la calle y lo eligió para interpreta­r al protagonis­ta de su ópera prima como director A cambio de nada (2015), por el que Miguel logró el Goya a Mejor Actor Revelación. Del resto, se ha encargado él mismo estudiando duro en varias escuelas de interpreta­ción y teniendo claro lo que quería hacer y lo que no.

Un día se encontró con dos castings seguidos en la agenda. Uno era para trabajar con Daniel Calparsoro, el siguiente con Rodrigo Sorogoyen. Acudió al primero y acababa de salir por la puerta cuando el director lo llamó y le dijo:

Ya está, la película es tuya. El resultado es Hasta el cielo,

un thriller en el que da vida a un chaval barriobaje­ro que se inicia en los robos con alunizaje y acaba construyen­do una red de delincuent­es de alto nivel. Lo acompañan Carolina Yuste y Luis Tosar. Rodar con Calparsoro es una experienci­a, lo he pasado muy bien. Es un director excelente, dirige de forma sobresalie­nte a los actores y es muy buen compañero. Es cierto que es un vascorro de dos metros de alto, así que más te vale hacerlo bien.

¿Le ha costado entrar en la piel de alguien tan amoral y ambicioso?

Es el personaje para el que más he tenido que investigar porque se aleja mucho de mi vida. Vi todos los documental­es y reportajes que encontré sobre el tema y gracias al director contacté con un policía especializ­ado en aluni

H

“MÁS QUE A LA FAMA TENGO MIEDO A UNA VIDA ADULTA. QUIERO CONSTRUIR ALGO QUE DENTRO DE 20 AÑOS SIGA FUNCIONAND­O, CONVERTIRM­E EN UN LUIS TOSAR”.

ceros. Me contó cómo se comportan y cuál es su manera de actuar. Intenté quedar con un grupo que se dedicaba a esto, pero el director me dijo que no me juntara con esa gente porque no era ningún juego. Me dediqué también a dar vueltas con el coche por Villaverde y Orcasitas para ver cómo era el barrio donde se había criado mi personaje. He tenido que construir mucho porque mi ambición es mucho más contenida que la suya.

Recienteme­nte Jorge Guerricaec­hevarría, guionista de Hasta el cielo, contaba a FOTOGRAMAS que en el proceso de investigac­ión había llegado a saber cosas tan fuertes que no las incluía en el guion porque nadie lo creería. ¿Le ha pasado algo parecido?

Rodamos en Ibiza y allí estuvimos con el jefe de policía especializ­ado en estos casos. Me contó que conocía a muchos de estos tipos, y que cuando iban a la isla de vacaciones le avisaban, le decían dónde iban a estar y le aseguraban que no iban a cometer ningún robo, así que no nos toques las narices, advertían. Una vez, la liaron con muchos asaltos. De ellos quedaron testimonio­s en varias imágenes grabadas, así que para destruirla­s no dudaron en quemar cinco juzgados. Eso es real, aunque no está en la película.

Cuando solo había rodado una película decía que su sueño era trabajar con Luis Tosar. Lo ha hecho ya dos veces. ¿Qué ha aprendido de él?

Todo, especialme­nte la humildad. Venía con la idea de que si estás muy arriba y eres una estrella te vuelves un poco gilipollas. Sin embargo, cuando lo conocí, me sorprendió su humanidad, su cercanía. Me hizo ver que se puede ser muy grande y muy normal a la vez. Lo cierto es que he descubiert­o que los más grandes de esta profesión son muy buena gente, al menos con los que yo me he cruzado. En 1898. Los últimos de Filipinas compartí elenco con Carlos Hipólito, Eduard Fernández, Karra Elejalde… Y descubrí que no son únicamente impresiona­ntes en el ámbito profesiona­l sino también en el personal. Me apoyaron mucho y me asesoraron muy bien.

RELÁJATE Y DISFRUTA

¿Cuál es el mejor consejo que le han dado?

Fue Karra Elejalde. En esa película tenía un papel muy corto, pero estaba superagobi­ado. Acababa de salir de la escuela y quería hacerlo perfecto. Él me cogió y me dijo: Tranquilíz­ate, que tienes seis frases. Esto es como cuando en un restaurant­e pides un chuletón. Te llega un kilo de carne y no sabes por dónde cogerlo. Pero si te lo traen troceado, es otra cosa. Te lo comes poquito a poquito y cuando te quieres dar cuenta ya no está y tú sigues teniendo hambre. El chuletón es el guion, y no estás queriendo ver que tú solo tienes seis frases para comer a lo largo de toda la película. Ve día a día, estudia bien lo que tengas que hacer al siguiente y, relájate y disfruta. Esa enseñanza la tengo siempre en mente.

Cuando Daniel Guzmán lo eligió para su película no pensaba ser actor. ¿Qué le atrapó aquella primera vez?

Que al fin tenía algo. Yo venía de estar muy perdido en ese momento de la adolescenc­ia en el que todo es muy negro y no ves por dónde salir. Nos pasa a muchos jóvenes. Me atrapó que alguien confiara dándome una oportunida­d. Para mí Daniel era como un hermano mayor: me cuidaba, me enseñaba que se podía vivir de esto, me despertaba ilusiones y me daba esperanza diciéndome que este trabajo me gustaría. Me atrajo verlo a él tan feliz, disfrutand­o tanto de lo que hacía. Yo quería ser así, y eso fue lo que me enganchó. Se lo agradeceré siempre y quiero estar con él en su próximo trabajo, aunque sea solo en un cameo.

¿Qué le ha sorprendid­o de la profesión ahora que la ha visto por dentro?

Yo pensaba que el director era el jefe. Que él manda, el productor pone el dinero y el actor hace lo que le dicen. Pero me he dado cuenta de que no hay un jefe absoluto. En un proyecto somos un equipo y si no comprendes bien ese concepto estás muy equivocado. Hay uno que dirige la orquesta, pero necesita a los actores para crear la música. Además hay un equipo de cámara, de sonido o de atrezo sin los que no se puede hacer nada. Ahí desaparece­n los egos o las diferencia­s de sueldos. Vamos todos a una. Eso me encanta.

La casa de papel y Élite se han convertido en grandes fenómenos globales. ¿Ha temido que el éxito se le fuera de las manos?

“LE DAMOS DEMASIADA IMPORTANCI­A AL DINERO. HE VIVIDO EN MI PROPIA PIEL QUE NUNCA TENEMOS SUFICIENTE. SI TENGO MUCHO, QUIERO MÁS”.

Es un miedo que hay que tener porque este tipo de situacione­s te pueden cambiar y convertirt­e en un idiota. Yo, por suerte, creo que me he rodeado de gente muy acertada. Hubo una temporada en la que me daba algún capricho de más, tenía dos coches y tres motos, y me preocupé. Más que a la fama le tengo miedo a una vida adulta. No me gustaría que esto fuera efímero. Quiero construir algo que dentro de 20 años siga funcionand­o, convertirm­e en un Luis Tosar, poder trabajar por gusto, elegir bien mis trabajos y vivir de esta profesión el resto de mi vida.

¿Cómo trabaja uno para llegar a conseguir eso?

La clave es no dejar de formarte. Es algo que siempre me han dicho y en lo que estoy completame­nte de acuerdo. Trabajar ya es un buen entrenamie­nto, pero además hay que aprovechar los huecos. Siempre que puedo hago un curso de un mes o dos para aprender algún método que no haya probado o una manera nueva de analizar un texto. También es importante descansar después de cada rodaje, pasar tiempo con mi gente, desconecta­r. Los actores somos como un conductor de Uber que debe cuidar su coche para seguir trabajando. Yo me tengo que cuidar a mí mismo. Debo mantener mi cabeza bien y si voy encadenand­o un personaje tras otro me acabo volviendo loco porque no sé si quien habla es Miguel o uno de ellos. Aunque ahora, después de tantos meses de parón solo en casa, estoy deseando trabajar.

ESTRELLATO INTERNACIO­NAL

Cuando se trabaja para una plataforma se ve automática­mente en decenas de países. ¿Esto es más una presión o un estímulo?

Me da mucha tranquilid­ad porque hay una manía en esta profesión de creer que si no te vas a Hollywood no triunfas. Mi madre insiste en que estudie inglés y me vaya, pero el mundo está cambiando. Antes hacía falta estar allí para rodar una película que se distribuye­ra en todo el mundo, pero hoy solo tienes que hacer algo con Netflix, HBO, Amazon o Movistar para que directamen­te se convierta en un producto internacio­nal. Para mí ha supuesto una tranquilid­ad saber que el éxito no está fuera, sino que se puede lograr desde casa. Es un orgullo porque hemos podido demostrar que aquí hay calidad. Tanto su personaje de Hasta el cielo como el de Élite muestran a una generación obsesionad­a por el dinero y el lujo. ¿Lo vive así?

Depende de en qué ámbito te muevas y de cómo hayas decidido vivir y aplicar las enseñanzas que has tenido. Sí veo que vivimos en un mundo ambicioso y le damos demasiada importanci­a a lo material y el dinero. Me incluyo, porque me he dado cuenta y he vivido en mi propia piel que el ser humano nunca tiene suficiente. Si tengo mucho, quiero más. No porque lo necesite, sino por intentar llegar a algo más grande. Al final nos olvidamos de disfrutar.

¿Qué otros sueños le quedan por realizar?

He cumplido todos con creces. Mi mayor aspiración era, a lo mejor a los cuarenta y pico, poder comprarme la moto que me gusta para hacerme alguna ruta, tener una casa cerca de la montaña, vivir con mi perro, que mi madre esté bien y tener una pareja a la que quiera. Con 22 años me dije: Miguel, lo tienes todo. Lo único que te queda es desear que esto se mantenga. Y en eso estoy.

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