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dos a alguna sustancia. ¿Es un reflejo de la sociedad actual?
Cada uno tiene sus vicios y es algo de lo que no hablamos lo suficiente. Hoy en día tomar alcohol, pastillas para dormir o cualquier otro medicamento es algo normal. Todo el mundo consume algo y es interesante ver cómo afecta a nuestras relaciones. La historia da una visión de por qué la gente necesita esto y, en lugar de juzgarlo, sería interesante verlo como una forma de iniciar un diálogo sobre ello y tratar de comprender.
Existe una delgada línea entre la comedia y el drama. ¿Cómo maneja ese equilibrio?
Siendo astuta y haciendo muchas tomas. Nunca sabes cuándo puede aparecer un momento sorprendente que resulte gracioso cuando tu idea era que fuese dramático, o al revés. Así que si te das muchas opciones para elaborar la historia en el montaje es más fácil encontrar el equilibrio. Hay que tener también los ojos y la mente abiertos a esos momentos inesperados que pueden parecer un cliché, pero que no lo son, porque los actores tienen la libertad de dejar salir a sus personajes y volar con las ideas que aportan.
Tiene unos intérpretes soberbios. ¿Cómo fue el proceso para dar con ellos?
No fue nada fácil, por la presión de ser mi primera película y por buscar a una actriz que diera vida a un personaje tan poderoso como Milla. Es una figura muy complicada que, cuando la conocemos, se encuentra en transición, en un momento de cambio de su vida. Vi a muchas actrices y todas tenían algo de Milla, pero ninguna lo tenía todo. Estaba ya a punto de tirar la toalla cuando apareció Eliza Scanlen en la audición mostrando cosas que nunca había visto.
¿Qué directores tiene como referencia?
He tenido constantemente en la cabeza
Rompiendo las olas, de Lars von Trier. También me gusta el estilo de filmar de Cassavetes, y todos los que tratan de hacer cosas distintas en lugar de repetirse.