Mi devoción ‘cartoon’
Siempre me ha encantado dibujar, podía pasar horas garabateando cuartillas y cuadernos o incluso alguna mesa. Eso sí, siempre he respetado las paredes, no he tenido espíritu grafitero.
Más que un hobby. Quizás junto al cine, el dibujo haya sido mi gran pasión. Por eso tenía la idea, la esperanza, de que mi ocupación ideal acabara siendo la combinación de ambas: los dibujos animados.
Las películas de animación ofrecían un mundo de fantasía que muchas veces superaba al que el cine de imagen real podía ofrecer, incluso usando este todo tipo de efectos especiales.
Ahora tanto el cine como el cine de animación han evolucionado a unos niveles tales, que muchas veces se combinan y entrelazan sin que podamos distinguir demasiado bien dónde acaba uno y empieza otro.
La dimensión conocida. Sin despreciar las películas de captura de imágenes (un tanto ortopédicas) de Zemeckis o las maravillas de Pixar, yo me quedo con el 2D. O los dibujos que realmente se dibujaban, en acetatos que se coloreaban por detrás y que se fotografiaban pacientemente para conseguir un segundo de animación por cada 24 dibujos. En mi panteón, los cartoons de la Warner con Tex Avery, Chuck Jones, Friz Freleng y Robert McKimson como favoritos, y los primeros largometrajes de Disney, en los que se dieron cita los famosos
nueve hombres sabios, la
crème de los animadores de la factoría Disney… la Capilla Sixtina de la animación.
Un buen padre. Cuando un amigo vino a casa a ver a mi primera hija recién nacida observó mi gigantesca colección de libros y DVD de animación: Max Fleischer, Jan Svankmajer, Miyazaki, varias series de Hanna-Barbera, Ren y Stimpy, Ralph Bakshi, Richard Williams… Madre mía –dijo–, qué buen padre, ya le has comprado todas las de dibujitos. Por su tono despectivo preferí no explicarle que todo aquello llevaba ya años en mi casa, bastante antes de mis intenciones de procrear.
Icono argentino.
En Torrente 5: Operación Eurovegas (2014) pude incluir un pequeño homenaje a la animación de los estudios Moro y sus geniales spots animados de los años 50 y 60, con un exquisito diseño de personajes del animador argentino Luis Grané.