No creas que voy a gritar
★★★★ ★
Ne croyez surtout pas que je hurle
Dir.: DOCUMENTAL.
Una de las costumbres de Frank Beauvais en su muro de Facebook es deconstruir, en cada uno de sus posts, una película distinta en unos cuantos fotogramas que no la identifiquen. Films como El techo de cristal, El monstruo del abismo o El caso de Thelma Jordan se mezclan con Ritual in Transfigured Time o First Cow.
Serie B, exploitation, cine clásico, experimental: las categorías se diluyen, se homogeneizan, porque se busca la singularidad de la imagen. Un gesto, un objeto, un paisaje, de repente se desprenden de su narrativa y se
Lo mejor: la singularidad de la propuesta no se pelea con su descarnada honestidad.
Lo peor: a pesar de lo breve de su metraje, es densa y claustrofóbica. hacen libres: su valor icónico es bello y aleatorio. La memoria del cine es un alfabeto que podemos utilizar para contar nuestra historia como si fuera única y a la vez universal; como si alguien la hubiera imaginado (o recordado) antes que nosotros.
Es lo que hace Beauvais cuando se confina voluntariamente en un remoto pueblo de Alsacia, después de cortar con su novio, y decide sumergirse en una cinefilia voraz, 450 películas en seis meses, dormir, comer, ver y rever, como si en las imágenes encontrara claves para explicar no solo su depresión sino la depresión de un país, Francia, asustado por el terrorismo. Beauvais escribe el diario íntimo de su encierro a través de irreconocibles fragmentos de cine, construyendo una película autobiográfica que es, también, un fascinante reflejo del miedo que atenaza al mundo. Su voz en off, monótona y torrencial, apenas deja pausas para respirar, ahoga las imágenes como una marea lunar. Estoy en tierra de nadie, entre la duda y la cólera contenida, dice. Demasiado viejo para la revolución, demasiado joven para resistirme a ella. En ese limbo Beauvais no solo descubre que el cine le sirve para explicarse a sí mismo –es decir, que cualquier imagen, por irrelevante que parezca, puede hablarnos de un modo escandalosamente íntimo– sino que nos coloca en un lugar que está entre la vida y la muerte, y que depende de nosotros decantar la balanza hacia el sí o hacia el no.