LOS OSCAR CONTRA AMÉRICA
Un trozo de vida; de vida auténtica. Que un film como ‘Nomadland’ aspire a seis estatuillas escenifica un cambio –coyuntural o definitivo– en la gran ceremonia de la industria del cine que el autor disecciona.
Cosas que nunca salen en las películas: 1) Gente vieja. 2) Gente pobre. 3) Gente haciendo caca. Solo en sus primeras escenas, Nomadland pone las tres cosas. El resto de la película está plagado de algo más inusual aún: gente real. Trashumantes que, por opción o necesidad, viven en sus vehículos, recorriendo los márgenes del capitalismo, y nos cuentan sus verdaderas historias con sus verdaderos rostros.
Ni uno solo de ellos aparecerá en una campaña de perfumes de marca.
Y está nominada al Oscar.
Los paladares más delicados se preguntarán con nostalgia: ¿qué pasó con esos grandes filmes estéticamente impecables diseñados para un público sofisticado como Pulp Fiction, El paciente inglés, Chicago o The Artist?
Pues… que todos eran de Harvey Weinstein.
Desde la caída del todopoderoso productor, coincidente con la presidencia Trump, el glamour tiene mala prensa. El polvo de estrellas huele a patriarcado. Así que las historias de Hollywood lo han ido cambiando por la diversidad sexual y étnica: directores mexicanos y películas como Moonlight o la coreana Parásitos han acaparado estatuillas, como si los académicos quisieran expiar de golpe todas las culpas de los jefes.
Pero este año, el de la llegada al poder de Biden, el de la distopía pandémica, cinco de las ocho candidatas a Mejor Película podrían programarse en un ciclo universitario para activistas radicales.
Judas y el Mesías Negro y El juicio de los 7 de Chicago
denuncian los instintos represivos de la tierra de la libertad. Minari. Historia de mi familia retrata a una familia de migrantes coreanos intentando salir del bucle del trabajo basura en el país de las oportunidades. Mank carga las tintas contra el propio Hollywood, su decadencia y su servilismo ante el poder. Se trata de la mayor crítica al sueño americano que se ha visto en casi un siglo, desde que existen los premios.
Personalmente, creo que Nomadland es la más arriesgada de todas, y se merece los seis Oscar a los que postula, y los Nobel y los Pulitzer y todo lo que haya. Porque su ambición va mucho más allá del cine. Sus espectadores no solo nos transportamos a un mundo nuevo, sino también nos enfrentamos a nuestras propias angustias (especialmente la de pagar una hipoteca, tan vulgar y tan esencial). El viaje no es un paseo turístico por un escenario de lujo, sino una pequeña travesía vital, en la medida en que remueve preguntas muy duras sobre nosotros mismos: ¿estos personajes me fascinan o me repugnan? ¿Son derrotados o pioneros? ¿Viviría yo así? ¿Debería?
En 2021, la Meca de la cultura popular ha abandonado la autoindulgencia de los triunfadores, la veneración por las estrellas, para construir un retrato amargo de la mayor potencia mundial. La fábrica de sueños ahora cuenta pesadillas. Y no las sueña. Las refleja. Gane o no Nomadland, habrá que estar atentos en los próximos años para saber si nos hallamos frente a un momento puntual o a un cambio definitivo del significado de los máximos galardones de la industria cinematográfica. *Santiago Roncagliolo, escritor peruano autor de célebres novelas como Pudor –llevada al cine por David y Tristán Ulloa en 2007–, Abril rojo o El material de los sueños (Arpa), que explora la relación entre realidad y ficción.
“¿ESTOS PERSONAJES ME FASCINAN O ME REPUGNAN? ¿SON DERROTADOS O PIONEROS? ¿VIVIRÍA YO ASÍ? ¿DEBERÍA? LA FÁBRICA DE SUEÑOS AHORA CUENTA PESADILLAS. Y NO LAS SUEÑA. LAS REFLEJA”.