CUIDADO CON LA LUZ ROJA
La actriz retrocede hasta el rodaje de su primera película, ‘África’, hace 25 años, en el extrarradio de Madrid. Recuerdos precisos y emocionantes.
Ten cuidado, no me mientas. Si lo haces, una luz roja en mi cabeza se iluminará y te echaré del casting. Eso es lo que me dijo el director Alfonso Ungría cuando me presenté en la productora Boca a
Boca para las pruebas de su película África. Buscaban a una chica de 16 años, pero yo tenía 19. Y mentí, claro que sí, porque mi representante, Katrina Bayonas, ya me había avisado que debía hacerlo si quería el papel. Manuel Morón, mi profesor en un cursillo de interpretación que hice en Cádiz, fue el que me había dado el ‘soplo’ para que me apuntara. Era mi debut en el cine… ¡como protagonista!, y nunca se lo agradeceré lo suficiente. Yo estaba preparándome para entrar en la RESAD, pero no estuve allí mucho tiempo: me echaron a los pocos días por fumar, algo que tenía que practicar para mi personaje y que no había hecho nunca antes. En dos o tres días, Alfonso, siempre tranquilo y amable, me dio un guion y me dijo: Estúdiatelo, la película se llama África, como tu personaje. Me dijo que era un diamante en bruto y que él estaría orgulloso de tallarlo. Fue un maestro, un amigo y casi un padre. También me ayudó muchísimo Imanol Arias, todo un caballero, y mi amigo Zoe Berriatúa, que ya había participado en dos o tres films y ¡al que revelé que tenía 19 años en la fiesta de fin de rodaje! El equipo de la maquilladora Ana Lozano y de peluquería y vestuario me disfrazaron de ‘bakala’ y yo me dije ¡toma castaña!, porque ni siquiera me había pintado nunca ni planchado el pelo. Y además interpretaba a una madre adolescente, así que tuve que aprender a cambiar pañales y a llevar a un bebé. Pasaba tardes en la casa de su mamá real para que él se acostrumbrase a mí, a mi olor y que no llorase al echarla de menos en el rodaje. Ahora me emociono pensando en la Elena de esa época, una chica de Palencia trabajadora, responsable y valiente que vivía de alquiler con dos chicos franceses y que se perdía en el metro de Madrid. Me autodaría las gracias, por ser una campeona que supo esquivar a lobos feroces y que pudo aprender un oficio en un lugar desconocido sin amigos ni familia.