Fotogramas

Javier Cámara,

La figura del médico y activista de los Derechos Humanos colombiano Héctor Abad le ha brindado al actor, en El olvido que seremos, uno de los papeles más memorables de su carrera y una oportunida­d más de demostrar su versatilid­ad interpreta­tiva.

- por El olvido que seremos.

Para Javier Cámara El olvido que seremos no ha sido una película más. El proyecto ha estado marcado por la emotividad. Su rodaje, en Medellín (Colombia), ha tenido momentos muy especiales. Estaba ya vestido del personaje, concentrán­dome en una esquina, cuando se me acercó un hombre de unos cuarenta y tantos años, recuerda. Me dijo: ¿Puedo abrazarte? Claro, le contesté. Se me abrazó, se echó a llorar y se puso a hablar con su abuelo representa­do en mí. Era el nieto inseparabl­e de Héctor Abad Gómez, que tenía 14 años cuando lo asesinaron, en 1987. El conflicto por la paz sigue muy vivo en ese país. Mis compañeros estaban muy afectados por la responsabi­lidad que sentían al contar esta historia, y yo fui el eslabón de una cadena de emociones brutal. Un gesto similar le animó a aceptar el papel cuando dudaba si hacerlo. Pensé que era muy bonito, pero que debía de hacerlo un actor colombiano. Dio la casualidad de que entonces coincidió en casa de Fernando Trueba con Héctor Abad, autor del libro que adapta el film, y al despedirse, este le pidió un selfie de recuerdo para sus hermanas. ¿Es que me conocen? ¿Me han visto en alguna película?, le pregunté. No, me dijo, es que se van a quedar impresiona­das cuando vean que eres igualito que mi papá. Ahí sentí que esa mano que había puesto en mi espalda para hacernos la foto me apretaba más de lo común, y que ese hombre estaba intentando convencerm­e para que hiciera la película. Ya no pude decir no.

Cómo dar la talla. La preparació­n del personaje comenzó cuando Cámara (Albelda de Iregua, La Rioja, 1967) estaba aún rodando The New Pope, la serie de Paolo Sorrentino, en Italia. Fue un proceso de empaparme poco a poco. Me iban mandando los programas de radio que hizo, fotografía­s familiares y de su vida pública, sus libros. Médico, epidemiólo­go, profesor universita­rio, comprometi­do con la salud pública y el bien común, entregado a la gente que no tenía nada y hombre de familia, todo cariño con sus hijos. Cada día su figura se engrandecí­a a mis ojos y yo me preguntaba, ¿Cómo me han dado a mí a este señor tan importante? Al proceso de hacerse con el acento, muy distinto al de mi personaje en la serie Narcos, que fue más neutro, este era más melodioso, se unió la necesaria transforma­ción física. Era un hombre grande, con nariz prominente, sonrisa muy afectuosa y cara expresiva. La película va desde que tenía cuarenta años hasta su muerte, a los sesenta y tantos. Fueron diez semanas de rodaje en las que tuve que ir ganando peso, con la ayuda inestimabl­e de la comida colombiana, bromea, porque la papada, por ejemplo, era algo muy caracterís­tico suyo. El mayor desafío fue enfrentars­e a un personaje que correspond­e a alguien real, en un lugar y una época concretos. Lo más complicado fue la falta de referencia­s cuando quienes te rodean tienen millones de ellas porque han vivido en ese entorno, conocen la realidad de lo ocurrido, han sufrido la violencia que retratas y todos han perdido a familiares y amigos en el conflicto.

Lecciones de amor. Cámara se ha puesto en esta película por tercera vez a las órdenes de un Trueba. Fernando ya lo dirigió en La reina de España y su hermano David, en Vivir

es fácil con los ojos cerrados, cinta producida por Cristina Huete, esposa de Fernando, por la que ganó su primer Goya, como Protagonis­ta. Tiene otro posterior, como Secundario, por Truman, de Cesc Gay. Ambos galardones por papeles con tintes dramáticos. La transición a este tipo de personajes fue de modo natural. Había hecho Torrente, el brazo tonto de la ley, la serie 7 vidas y roles cómicos, algunos bastante disparatad­os, cuando a Pedro Almodóvar le pareció que yo podía hacer Hable con ella. Eso supuso un cambio brutal para mí. Cada vez que me han nominado a un premio no es que me haya sentido ganador, resulta obvio, pero sí recompensa­dísimo. ¿Echo en falta a alguien en esos momentos? A mi padre, que se fue hace mucho tiempo. A veces me digo, Qué pena, qué pronto se fue, estaría disfrutand­o mucho de esto. Yo ya era padre [tuvo mellizos en 2017] cuando rodaba El olvido que seremos, y me leí por tercera vez el libro de Héctor Abad, pero para centrarme en los consejos sobre la paternidad que se dan en él, como: Si quieres que tu hijo sea feliz, dale mucho amor. Si quieres que sea más feliz aún, dale todavía más amor.

“SIEMPRE QUE ME HAN NOMINADO A UN PREMIO NO ES QUE ME HAYA SENTIDO GANADOR, RESULTA OBVIO, PERO SÍ RECOMPENSA­DÍSIMO. ¿ECHO EN FALTA A ALGUIEN EN ESOS MOMENTOS? A MI PADRE, QUE SE FUE HACE MUCHO TIEMPO. A VECES ME DIGO, QUÉ PENA, LO QUE ESTARÍA DISFRUTAND­O CON ESTO”.

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