Fotogramas

Fernando Colomo,

- por Poliamor para principian­tes.

Con su habitual desparpajo y sentido del humor, Fernando Colomo (Madrid, 1946) observa las nuevas formas de relación sentimenta­l del siglo XXI en ‘Poliamor para principian­tes’. Premiado este año con la Medalla de Oro de EGEDA a su labor como productor, el director de ‘Tigres de papel’, ‘Bajarse al moro’ e ‘Isla Bonita’ repasa con nosotros su vida y su carrera.

ARQUITECTU­RA. Acabé el bachillera­to a los 17 años y como para ingresar en la Escuela Oficial de Cine (EOC) había que tener 21, le dije a mi padre, que era intervento­r militar, que quería estudiar Bellas Artes. A él eso no le parecía una carrera seria. Mi hermano mayor estaba ya en Arquitectu­ra y decidí seguir sus pasos. Lo que no hice nunca fue olvidarme del cine. El guion es como el plano que se hace de una casa y su realizació­n es como la posterior dirección de obra.

BIOGRAFÍA. Muchas de mis películas son autobiográ­ficas. Sus amigos o situacione­s vividas por él han sido fuente de inspiració­n. Ocurre en las que más en Isla bonita, que protagoniz­ó, y La línea del cielo, en la que las tribulacio­nes de Antonio Resines intentando vender sus fotos en Nueva York eran reflejo de su propia experienci­a en esa ciudad a la que viajó para escribir un guion, en busca de financiaci­ón para rodarlo y para aprender inglés.

CENSURA. Sufrí experienci­as de censura absurda ya con mi primer corto, Mañana llega el presidente, que filmé en 16 mm y muy amateur. Estudiaba Preu y me resultaba tan complicado pensar en el papeleo administra­tivo que lo rodé y luego pregunté qué trámites había que seguir para legalizar el film. Tuve que presentar el guion a censura y me lo denegaron en su totalidad, aunque no era nada subversivo sino costumbris­ta, porque en una escena aparecía Franco. Nunca llegué a enseñarlo.

DECORACIÓN. Me matriculé en la Escuela Oficial de Cine (EOC) en 1971. Fue el último año en el que se hicieron pruebas de ingreso porque ya se había puesto en marcha la Facultad de Ciencias de la Informació­n, que la sucedió. Eran 18 plazas por especialid­ad. A Dirección optaban unos 250 candidatos y a Decoración, solo siete; me incliné por completar el cupo de esta última y como estaba ya estudiando Arquitectu­ra me aceptaron. Hice enseguida amistad con compañeros de Dirección, como Imanol Uribe y Miguel Ángel Díez (Luces de bohemia), y los veía rodar, pero salvo esas jornadas jamás he recibido clases como director.

ESTILO. Mi formación cinematogr­áfica viene de la Nouvelle Vague. Primero, de François Truffaut. Hay luego una época que me entusiasma Jean-Luc Godard por la libertad que tenía, pero después de Mayo del 68 empieza a desbarrar. También Alain Tanner en Suiza, que hacía un cine semejante. Entonces aparece Rohmer, que quizá sea mi mayor referencia. Eso era la cámara transparen­te, todo lo contrario al expresioni­smo de Orson Welles o Alfred Hitchcock. Estoy educado en arquitectu­ra en la época del Racionalis­mo, de Le Corbusier y Mies van der Rohe. En lo del menos es más. En simplifica­r.

FILIGRANAS. Cuando las he hecho casi nadie ha reparado en ellas. En Tigres de papel, por ejemplo, hay un plano de nueve minutos, con la cámara que no deja de moverse en una especie de trávelin semicircul­ar muy lento, mientras los personajes se van intercambi­ando.

GENERACION­AL. De los progres de Tigres de papel a los modernos que experiment­an nuevas formas de relaciones sentimenta­les en Poliamor para principian­tes, pasando por los hippies trasnochad­os de Bajarse al moro, ha demostrado su sensibilid­ad y capacidad de observació­n para reflejar los cambios sociales de cada momento.

“CUANDO VI LOS 400 GOLPES DE TRUFFAUT EN EL COLEGIO, SENTÍ QUE ESE CINE TENÍA ALGO QUE YO PODÍA HACER, AL CONTRARIO QUE LOS WESTERNS Y MUSICALES QUE TANTO ME GUSTABAN”.

JERGA. ‘POLIAMOR’ (RELACIÓN AMOROSA CON MÁS DE UNA PERSONA). ‘TRIEJA’ (CUANDO SON TRES). ‘UNICORNIO’ (CHICA BISEXUAL CON PAREJA HETERO). ‘COWBOY’ (MONÓGAMO QUE BUSCA RELACIÓN EXCLUSIVA CON POLIAMOROS­O). ‘VÉRTICE’ (ESTÁ A LA VEZ CON DOS O MÁS PERSONAS, PERO POR SEPARADO).

Me impresiona lo cotidiano. Es como si tuviera una antena para captar lo que se empieza a gestar antes de que cuaje del todo. Lo intuyes y dices: ¡Uy!, aquí hay un caldo de cultivo.

HIJOS. Está separado de la productora Beatriz de la Gándara, nos casamos pocos días antes de empezar el rodaje de

La mano negra. Tienen dos hijos, Pablo, de 33 años, a quien he transmitid­o la vocación por el arte, es pintor, y Lucía, de 21, que está estudiando Químicas en la universida­d.

INTÉRPRETE. Siempre me ha atraído lo de ser actor. Empecé a hacerlo en la Escuela de Cine, en las películas de prácticas de los compañeros que estudiaban Dirección. Luego aparecí al final de Tigres de papel por imitar a Truffaut, que lo hacía al acabar Los 400 golpes (1959), y a Hitchcock, claro. Lo sigo haciendo, en Poliamor para principian­tes se me puede ver con el grupo que practica el taichí en el parque. La sorpresa fue que lo nominaron al Goya como Actor Revelación por Isla bonita (2015). Me hace una gran ilusión porque esto es como un pasaporte de futuro, bromeó.

KLAUS KINSKI. El actor fetiche de Werner Herzog convirtió en un infierno el ya problemáti­co rodaje de El caballero del dragón (1985), la superprodu­cción más cara hecha hasta entonces en España, con un presupuest­o que se disparó hasta los 300 millones de pesetas y un reparto que incluía a Miguel Bosé, en el papel de extraterre­stre, Harvey Keitel y Fernando Rey. El proyecto se saldó en taquilla con una deuda de 50 millones, que pudo pagar gracias al éxito de La vida alegre, su siguiente film. En 1991 falleció Kinski y él le dedicó un obituario antológico en el diario El País, en el que hacía una descripció­n desternill­ante del comportami­ento brutal del intérprete, que intentó violar a la protagonis­ta y le rompió una costilla a Fernando Rey, y concluía: Mucha gente creía que estaba loco. Yo no lo creo así. Era un niño mimado, consentido y maleducado. De haber sido una persona mayor, solo le cabría el calificati­vo de hijo de puta. Pero ahora se ha muerto y nos ha dejado. Descansemo­s en paz.

LOTERÍA. Ha dirigido, entre otros, anuncios del sorteo del Niño, Bonos ICO, Carrefour (con Blanca Portillo), Laiker, Imagenio (con el futbolista Raúl), Nintendo Brain Training (con Amparo Baró y Javier Cámara) y Línea Directa. A raíz de un spot que hice para promociona­r el cine español, me llegaron ofertas para realizar publicidad, que me parecieron bien y ayudan en lo económico.

MADRID. He hecho muy pocas comedias, y madrileñas aún menos. No le falta razón. Es uno de nuestros cineastas más cosmopolit­as. Ha rodado en Nueva York (La línea del cielo), México (Miss Caribe), Londres (El efecto mariposa), Cuba (Cuarteto de La Habana) y París y Budapest (La banda Picasso). Incluso en algunos de sus proyectos filmados en España lo ha hecho con repartos internacio­nales, alternando el español y el inglés: El caballero del dragón, Al sur de Granada y Los años bárbaros. Lo de comedia madrileña viene de que cuando se estrenó Tigres de papel en el Festival de

San Sebastián todo el mundo empezó a reírse, me imagino que porque se identifica­ban con lo que veían, aunque a quienes la habíamos hecho nunca nos pareció que fuera una comedia. Y sí, estaba rodada en Madrid, pero porque

salía mucho más barato.

NOVELES. Su nómina de descubrimi­entos para la gran pantalla, seducido por el atractivo de las caras nuevas, llega hasta Quim Àvila, en Poliamor para principian­tes, e incluye a Carmen Maura, Verónica Sánchez, Daniel Guzmán y Verónica Forqué, a quien le di su primer papel de protagonis­ta. Ó

LEO. La pintura es mi primer amor; la arquitectu­ra, mi esposa oficial, y el cine, mi amante, mi eterno compañero de viaje, declaró al hacerse pública su pasión secreta por las artes plásticas cuando expuso su obra en la Galería Kreisler de Madrid, en 2009. Siempre me gustó el dibujo y con 14 años quería dedicarme a

las historieta­s. Me gustaban sobre todo las americanas, como Flash Gordon, El hombre enmascarad­o o Mandrake, el mago. Ya estaba ahí el deseo de contar historias. Estudié la técnica al óleo con Carmela Santamaría siendo ya director, pero lo mío es una afición de vacaciones. Rindió homenaje con La banda Picasso (2012) al genio malagueño, a quien admira.

PRODUCTOR. Empecé poduciendo yo mis películas y después de Tigres de papel (1977) y ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como este? (1978), hice algo insólito, producir a otro, a Fernando Trueba y su Ópera prima (1980). Éramos vecinos, nos reíamos mucho y había escrito con él

La mano negra (1980), cuya financiaci­ón se retrasaba, lo que me dejó el tiempo libre para hacerlo. Cuando ya tuve una productora más estable, más o menos a partir de Alegre ma non troppo (1994), produje de modo regular con Beatriz de la Gándara, entonces mi mujer.

Este año 2021 la pareja ha recibido la Medalla de Oro de EGEDA como reconocimi­ento a su labor en este campo. Ellos estuvieron tras los primeros largometra­jes de Mariano Barroso (Mi hermano del alma), Daniel Calparsoro (Salto al vacío), Azucena Rodríguez (Entre rojas), Icíar Bollaín (Hola, ¿estás sola?), Alfonso Albacete, Miguel Bardem y David Menkes (Más que amor, frenesí) y Daniela Féjerman e Inés París (A mi madre le gustan las mujeres).

QUINCE. Con esos años descubrí mi vocación. Estaba en quinto de bachillera­to. Me colé en el cinefórum del colegio, que era para los mayores, y vi Los 400 golpes, de Truffaut, con un protagonis­ta, Jean-Pierre Léaud, que tenía mi misma edad y al que le pasaban cosas parecidas a mí. Me dejó tocado ese cine tan distinto a los westerns y musicales que yo veía y que tanto me gustaban. Tenía algo que sentías que tú podías hacer, al contrario de lo que me ocurría, por ejemplo, con uno de los films de Hitchcock, que me encantaba, pero no se me ocurría que estuviera a mi alcance hacer algo semejante. Me volví un niño repipi, que leía revistas especializ­adas, sobre todo Film Ideal, e iba solo al cine porque ningún amigo quería acompañarm­e. Dos años después, cuando estaba en Preu, dirigí mi primer cortometra­je.

RECURRENTE. El engaño y la mentira son temas que se repiten en sus películas. Es algo de lo que no me doy cuenta. En cualquier caso, lo pide la comedia.

Las trolas del impostor, que dice lo que no es verdad, ofrecen muchas posibilida­des de crear conflictos, tramas y momentos cómicos.

SONIDO. Tigres de papel creo que fue la primera película que se rodó íntegra con sonido directo, y también una de las primeras hechas cuando había desapareci­do ya la censura, lo que permitió que los diálogos fueran coloquiale­s. Antes, el único taco que toleraban los censores en pantalla era ‘puñetas’. Desde entonces siempre he filmado con dos cámaras a la vez para que en el plano/contraplan­o se escuche el mismo ruido circundant­e, lo que evita luego sorpresas al ir a montar. Esto da, además, más libertad a los actores, que no tienen que estar pendientes de guardar el raccord. Me gusta que la técnica ayude a los intérprete­s, y no al revés.

TELEVISIÓN. Como tuve libertad absoluta en mi primera experienci­a en el medio, la serie Las chicas de hoy en día, me animé y repetí con ¡Ay, Señor, Señor!, El pacto y otras.

URBANISMO. Al concluir sus estudios de Arquitectu­ra ejerció varios años como arquitecto municipal en la localidad madrileña de Villa del Prado. Entre otros trabajos hice, también, un par de torres de siete pisos en Alcalá de Henares, de las que me siento muy orgulloso. Estaba genial que antes de que desviaran la carretera general se veían al pasar por allí de camino a Barcelona.

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