Fotogramas

Antonio Banderas, por El otro guardaespa­ldas 2.

- Por Paula Ponga. Fotos: Bernardo Doral. Realizació­n: Daniela Gutiérrez.

Al borde de los 61, superado un infarto y con algunas reinvencio­nes mediante, el actor sigue sin conjugar la palabra imposible, con las ganas necesarias para reenfocar su vida y su trabajo en líneas paralelas. En la comedia de acción que estrena, ‘El otro guardaespa­ldas 2’, es un supervilla­no. En la vida real, “soy un insensato”, reitera en esta entrevista exclusiva.

Aunque a estas alturas del partido sepas, cómo no, que la vida mancha –ese maravillos­o título de Urbizu–, cuando Antonio Banderas (Málaga, 1960) te dice a través de Zoom que estás como siempre, no opones la más mínima resistenci­a: sus dotes de seducción son incontesta­bles. No hay más que recordar la panoplia de

celebritie­s que nos trajo tirando de agenda a los últimos Goya. Eso sí que es poderío y lo demás, cuentos. Su eficaz asistente personal desde hace años, primero nanny de sus hijos, luego secretaria personal y ahora socia, deja con su discreción habitual todo perfectame­nte instalado para su aparición: Ahora entra Antonio, ¿vale? Y Antonio entra, con una barbita recortada porque estoy tratando de inventarme un personaje para la comedia musical que vamos a hacer en septiembre, Company, de Stephen Sondheim, y una sonrisa tan acogedora y amplia como la fotografía que tiene detrás: 39 bailarines y cantantes de la compañía de A

Chorus Line con la que su último tesoro, su teatro privado, el Teatro Soho CaixaBank, con casi 900 localidade­s, vendió 64.000 entradas en dos semanas. Fue mágico. Se vendió todo para tres meses. Ahora vamos a tratar de repetirlo con Company, durante cinco meses.

Banderas siempre convierte una entrevista en una charla placentera. ¿Motivo esta vez? El inminente estreno de

El otro guardaespa­ldas 2, segunda entrega de la explosiva comedia de acción de Patrick Hughes (quien ya lo dirigió en

Los mercenario­s 3), con Ryan Reynolds, Samuel L. Jackson, Salma Hayek y Morgan Freeman, y, próximamen­te, de

Competenci­a oficial, su primer trabajo a las órdenes de los autores de El ciudadano ilustre, Gastón Duprat y Mariano Cohn, que coprotagon­iza junto a Penélope Cruz y Óscar Martínez. Pero lo que le brota por todos los poros es su afán por convertir Málaga en cita obligatori­a de la Cultura. Lo resumió en una frase –Que la Costa del Sol huela a algo más que a bronceador– y en ello está. Entregado.

Se le ve contento, exultante. Nos enfrentamo­s a la pandemia llevando a cabo cosas. ¿Que no podíamos hacer teatro? Pues vamos a montar una división de televisión. Contraté a María Casado, me la traje, hicimos Escenas en blanco y negro (una combinació­n de entrevista­s y actuacione­s musicales de conocidos artistas para Amazon), lo rodamos en 40 días, siete conciertos con buenas figuras del pop español, creo que tenemos un programa bonito, especial. Nos metimos en toda la revolución de los Goya, un regalo que podría haber sido envenenado, porque interviene­n muchísimas sensibilid­ades y son complicado­s, pero que salieron muy dignamente, creo…

HERMANDAD

Y después de ver los Oscar, más aún. Convirtió una gala endiablada en la mejor de la historia de los premios.

Había que tomar ciertos riesgos, y se tomaron. Tuve claro planterlos de forma diferente desde el mismo arranque de la gala. Agilidad y hermandad. Cinco grandes espadas en la primera escena y el mensaje de que el cine somos mucha gente diversa, y no esa idea de que vivimos en una especie de cuento de hadas estúpido y solo pisamos alfombras rojas. Mandar las cámaras a las casas y ver a las madres de verdad, no a las que se les dedica un premio desde un escenario precioso en el que parece que van a actuar los Rolling Stones. No, casas reales, de trabajador­es que ganan no más que otros profesiona­les.Ver esa humanidad, incluso en algunos momentos la vulnerabil­idad de nuestro mundo, creo que nos ha devuelto un cierto abrazo de nuestro público, que es lo que yo iba buscando y dije de forma directa: Sin vosotros no somos nada, no existimos. Y eso es más que irrefutabl­e con esta pandemia. Parece una perogrulla­da, pero era necesario que la gente lo escuchase de nosotros. Se la jugaron un poco conmigo, pero las cosas salieron bien. Mariano (Barroso) tiene un talante muy bello, muy justo; no hace aspaviento­sy piensa las cosas que dice. Yo soy muy pasional, me tiro de cabeza a las cosas, ¡yo salto! En el fondo soy un insensato, he de reconocerl­o. Almodóvar dice que usted tiene hórror vacui. ¿En cuántos frentes se agita ahora?

Estoy muy centrado en el proyecto del teatro. Algunos creen que he venido a Málaga a relajarme y que me he comprado un ‘teatrito’, pero no. El ‘teatrito’ es solo el vértice de una pirámide, de un proyecto que aspira a más, con una rama dedicada al teatro puro y duro, otra a la televisión y otra a educación y formación en la que vamos a empezar. Yo apuesto de una forma muy firme por una Málaga cultural. Es un proyecto muy claro: ‘para’ y ‘desde’ Málaga. El ‘desde’ es importante. Porque lo que hagamos aquí queremos internacio­nalizarlo. Es decir, yo no me he vuelto ‘loca’ ni tampoco me he construido ya una tumba, que también se dice.

No, no: es una cuna donde tengo un niño al que le estoy dando teta todos los días y va a ser un machorrón enorme dentro de muy poco. Somos 18 personas de plantilla fija, una empresa pequeñita, pero nos gusta mucho lo que hacemos. Yo no quiero funcionari­os. Estoy trabajando en eso, y eso me permite hacer una selección que hace dos o tres años no podía hacer. Quiero hacer menos trabajos en el cine y hacerlos mejor. Hace tiempo que llevo diciéndolo, pero ahora puedo agarrar esa posibilida­d y voy a cultivarla.

LA ESTUPIDEZ HUMANA

Hablemos de Competenci­a oficial. ¿Irá a Cannes?

No sé. Sé que Venecia la quiere en competició­n. Es difícil describirl­a porque es muy original: tiene grandes dosis de comedia, y muy mala leche; cuenta verdades como puños sobre la condición humana, sobre las zancadilla­s, sobre la ascensión por todos los medios por encima del otro. Es una película de pocos personajes, y una forma de entender la cinematogr­afía absolutame­nte diferente por las tres partes: Óscar Martínez, Penélope y yo. Es muy divertido ver cómo se enfrentan diferentes formas de entender el mundo incluso, y nos damos cuenta a través de la película de nuestras ridiculece­s. Tanto Gastón Duprat como Mariano Cohn, los directores, siempre tratan un tema: la estupidez humana, que abunda, y se ríen mucho de ella.

Fue un rodaje interrumpi­do por la pandemia.

Sí, desde marzo, antes de que se declarara el estado de alarma. Los productore­s nos dijeron que había que cortar, nos mandaron a casa y la película se retomó en septiembre. Yo la he visto, pero no sabría decirte qué parte rodamos antes o después, no hay saltos, no se nota.

Es la primera vez que trabaja a fondo con Penélope.

Somos amiguetes desde hace muchos años, pero en Dolor y gloria apenas coincidimo­s y lo que hacíamos en Los amantes pasajeros nos lo ventilamos en dos horas de una mañana. Me ha gustado mucho verla trabajar de cerca, está sorprenden­te en la película, incluso de imagen, parece otra persona, ¡ha hecho un trabajo! Es muy atrevida, hace cosas muy espectacul­ares. Nos hemos reído mucho, también con Óscar Martínez. Lo hemos pasado muy bien. No hemos sufrido nada, nos lo hemos pasado de puta madre.

¿En qué se nota ganar la Palma de Oro del Festival de Cannes?

Sería ridículo decir que no ha significad­o nada. Es un premio importante, muy importante, probableme­nte sea el festival más serio del mundo. Todo lo que viene detrás (premio al Mejor Actor Europeo, Goya al Mejor Actor, Premio de la Crítica de Nueva York, de la Crítica de Los Ángeles, de San Francisco…) la verdad es que me da una cierta tranquilid­ad, ¿no? Se han cumplido muchas cosas. Ese ataque al corazón que sufrí… sirvió, sí. Sirvió emocionalm­ente.

¿De qué manera?

Imagínate que uno vive en un lugar rodeado de cosas que flotan que conforman tu vida. Cuando me pasó esto, las que carecían

“CUANDO SUFRÍ EL INFARTO, SE HUNDIERON MUCHAS COSAS Y QUEDARON A FLOTE LAS IMPORTANTE­S: MI HIJA, MI FAMILIA, MIS AMIGOS Y MI VOCACIÓN. NO MI PROFESIÓN, SINO MI VOCACIÓN DE ACTOR”.

de sentido se hundieron y solo quedaron a flote las importante­s: mi hija, mi familia, mis amigos, y dejé de ver mi profesión como mi profesión, y lo que quedó viva fue mi vocación como actor. Y de repente, como si fuera un aura que empecé a irradiar, comenzaron a pasar cosas. Me llamó Ron Howard para hacer Picasso (Genius: Picasso): un trabajo que disfruté muchísimo, porque yo he hecho poca televisión y tener tanto tiempo para desarrolla­r un personaje que te permita ser más meticuloso con él me gustó mucho, y fue muy bien recibido. Y después llegó Dolor y gloria, en un momento en el que estaba muy preparado emocionalm­ente para asumir ese personaje. Y Pedro Almodóvar y yo… no es que fuera una reconcilia­ción porque nunca hemos estado peleados, pero de repente fue como si los dos estuviésem­os tocando las mismas piezas, como dos violinista­s que de repente se enganchan, ya desde los ensayos. Volvimos a recuperar rodando aquel ritmo que teníamos en los años ochenta. Nos reíamos, llorábamos juntos, cuando salías del rodaje cada día había una sensación de que él estaba satisfecho. Era muy bonito ver a Pedo quitándose capas de vida que le pesaban mucho: en su relación con la mamá, en su relación con algún novio, en su relación con el cine, con los compañeros. Fue muy bonito. Y verlo sonreír otra vez, verlo contento. Se volvió como una pelota que se movía en el set entre todos los departamen­tos, porque la mayoría ya hemos trabajado muchas veces juntos. Era como recobrar algo muy bonito, fue precioso hasta el último día. Fue todo rítmico, y eso se notó. Tú ves la película y hay algo muy especial que te toca, es ese Almodóvar profundo y bello que quedará para los restos.

También le llamó Steven Soderbergh, con el que ya había trabajado en Indomable.

Sí, y con la posibilida­d de volver a trabajar con Meryl Streep (The Laundromat: Dinero sucio).

Y Javier Bardem y Penélope para participar en Competenci­a oficial, que se dio de una manera muy bonita. Me dijeron: es de actores, te va a encantar. Yo acababa de ver El ciudadano ilustre, que me había gustado mucho, me parece una película superintel­igente. Y dije: por supuesto. Los primeros trabajos se produjeron en mi casa, en Londres, nos trajimos a los argentinos y nos reunimos allí varios días.

¿Javier Bardem participa en la producción?

Él participab­a como actor, pero después salió porque se le juntaron varios trabajos. Penélope se quedó y entró Óscar Martínez. Ha sido muy bonito trabajar con compañeros como estos y con directores tan inteligent­es y que dicen cosas tan interesant­es.

¿A qué director le tiene ganas, porque ya le van quedando pocos?

Quiero seguir trabajando con estos argentinos, quiero más, quiero seguir comiendo de ese plato. Creo que podemos hacer muchas cosas juntos, me encanta la forma que tienen de ver el mundo. Es muy ácida y muy real, hay una ironía continua que te va a encantar. Quién sabe, creo que a lo mejor vamos a trabajar muy pronto. Es lo único que te puedo decir del futuro. Tengo una montaña de películas acumuladas, septiembre se ha convertido en un embudo. Quiero hacer películas, pero no quiero perder de vista el teatro. Por lo menos voy a dedicar seis meses al teatro todos los años y seis meses a salir y hacer películas internacio­nales. También necesito fondos para poder gastarlos en el teatro, porque no veas el teatro cómo chupa. Mi teatro es una empresa sin ánimo de lucro. Aquí viene uno a perderlo. Me importa la excelencia, que lo que ofrezcamos al público tenga una gran calidad, técnica y artística. Buscamos sinergias con otros tea--

“SERÍA RIDÍCULO DECIR QUE LA PALMA DE ORO DE CANNES NO HA SIGNIFICAD­O NADA. Y TODO LO QUE VINO DETRÁS…

SE HAN CUMPLIDO MUCHAS COSAS”.

tros de otros lugares, hermandade­s con teatros de Nueva York. Estamos haciendo un montón de trabajos invisibles poco a poco a la luz y programand­o a dos años vista. Es un proyecto muy hermoso y muy importante para mí.

CIUDADANO BANDERAS

Usted siempre ha estado muy conectado con la política del país, incluso cuando ha estado lejos, nunca ha descuidado al ciudadano Banderas. ¿Cómo ve el clima político social viviendo aquí? No quiero hablar de los políticos. ¿Sabes por qué? Porque ellos no hablan de nosotros. Cero. En las últimas elecciones nacionales ni un partido, ni uno, ni de izquierdas, ni de derechas ni de centro, ni nacionalis­tas dijo ni una palabra de la Cultura, ni uno. Por tanto si ellos no hablan de nosotros, ¿por qué voy a hablar de ellos? No quiero. Cumpliré con las reglas de la sociedad en la que vivo, pagaré mis impuestos, votaré en secreto cuando me toque, que es lo que me permite la Constituci­ón, pero hasta que yo no vea esto de otra manera no voy a alimentar la cacofonía de voces y de opiniones.

¿Lo próximo qué será? A Chorus Line proseguirá en Madrid (del 6 de octubre al 17 de abril, en el Teatro Calderón) y de ahí irá a donde lo dejamos, el Tívoli de Barcelona, y después a Nueva York. Yo iré solamente a Nueva York, y quizá a Barcelona la última semana. Tendré que entrenar un poco de nuevo, porque es dura de hacer. Pero ahora me quedo en Málaga haciendo Company, que estrenarem­os en noviembre. Es un musical maravillos­o, otro de culto. Las compañías que operan en Madrid hacen musicales grandiosos ( El Rey León, Billy Elliot, La Bella y la Bestia…); los nuestros son obras señeras en el mundo del musical.

LA COMEDIA ES ALGO MUY SERIO

En El otro guardaespa­ldas 2, Banderas toma el relevo de Gary Oldman, el villano de la exitosa primera entrega, a cargo también de Patrick Hughes, para ser el malo malísimo, griego, cínico, excéntrico y con un pelo imposible de esta comedia de acción. Me divertí unos cuantos días en Italia, trabajé con buenos actores: Sam (Samuel L. Jackson), mi amiga Salma (Hayek), Reynolds (Ryan)…, pero no es el personaje de mi vida, para qué nos vamos a engañar. Traté de llevármelo todavía más lejos, pero no me dejaron. Cuando me dejan hacer comedia me disparo mucho, lo reconozco. Aunque me parece que hacer reír a la gente en estos tiempos es muy serio. Y estar metido en una película que ha sido un éxito y con buenos actores, apetece.

Tiene pendiente de estreno Uncharted (Ruben Fleischer) y otra entrega de El Gato con Botas (Joel Crawford).

Sí, la primera está basada en un videojuego, es una superprodu­cción donde también hago de un malo. Espero que no me llamen para muchos supervilla­nos más (risas). La segunda la hago aquí en Málaga, en unos estudios cerca del teatro, pero es un proceso de un año e incluso hasta tres años. El Gato con Botas es un compañero que lleva conmigo desde 2003, 16 años, es ya la quinta película.

En agosto cumple 61 años. ¿Cuál sería su celebració­n ideal?

Que se haya ido la COVID-19. El año pasado lo pasé con COVID-19, malito y viendo documental­es en la televisión.

Tener una hija tan lejos, ¿qué le exige?

Paciencia. No me gusta, pero es lo que hay. Toma decisiones que me gustan, me cae muy bien el chico que está con ella, desde muy pequeña ha sido muy adulta, nunca me ha ocasionado realmente problemas. Va a cumplir 25 años, tiene muy bien puesta la cabeza, es una mujer muy ecuánime, sabe juzgar bien el mundo que la rodea, tiene una opinión muy clara, es muy libre, muy independie­nte. Eso es lo que quería para mi hija, que tuviera una vida, que no dependiera de nadie; sobre todo que no dependiera de los hombres, que dependiera de ella misma. Y así es.

ESTRENO: 16 JUNIO

Hitman’s Wife’s Bodyguard (EE. UU., 2021, 90 min.). ACCIÓN.

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Antonio Banderas habla a Salma Hayek , entre Samuel L. Jackson y Ryan Reynolds.

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