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Éric Barbier, por Pequeño país.

‘Pequeño país’. Hablamos con el director Éric Barbier de esta historia iniciática sobre un niño cuya despreocup­ada infancia desaparece cuando se desata la guerra civil en Burundi, que ganó el pasado BCN Film Fest.

- Por Laura Pérez (París).

DE QUÉ VA: Gabriel tiene 10 años y vive en un barrio acomodado de Burundi. Su mundo se desmorona primero con el divorcio de sus padres y luego con la matanza entre hutus y tutsis.

Fenómeno literario. En 2016 el rapero francés Gaël Faye publicó el libro Pequeño país (Ed. Salamandra) en el que contaba su infancia en Burundi, preocupado solo de jugar con sus amigos, correr aventuras en la naturaleza y bañarse en el río. Hasta que estalló la guerra civil y tuvo que huir a Francia, de donde era su padre. La novela fue un éxito que consiguió ventas millonaria­s y prestigios­os premios literarios. Años después propusiero­n al director Éric Barbier (Promesa al amanecer, The Last Diamond) escribir el guion y dirigir su adaptación al cine.

¿Qué le interesó del proyecto?

Cuando conocí a Gaël Faye y escuché los recuerdos de su infancia acepté inmediatam­ente. Yo no tenía ni idea sobre ese país y es complicado hacer una película sobre un lugar que no conoces en absoluto. Fue hablando con él, no de las grandes cosas, sino de las pequeñas aventuras del día a día de un niño de 12 o 13 años, de su familia, sus amigos, sus vacaciones y sus juegos en Burundi, cuando decidí hacerlo.

¿Y qué le impactó más de esa historia?

Era la primera vez que leía algo que hablara tan bien del genocidio y la guerra civil que allí se produjo. Pero lo hacía sin mostrar directamen­te la brutalidad, sino contando delicadame­nte su impacto a una edad fundamenta­l. Tú entiendes todo lo que ocurre viendo a la familia y a través de ellos se reflejan acontecimi­entos terribles. El genocidio queda en un segundo plano, y por eso pude filmar la historia. Soy capaz de rodar a una mujer ruandesa que ha perdido a su familia y adentrarme en esa vida que ha quedado marcada. Pero soy incapaz de filmar a gente con machetes masacrando a sus compatriot­as.

Gaël Faye ha estado muy implicado en el proyecto. Como director, ¿esto le ha ayudado o ha sido una presión añadida?

Ha sido fantástico. Cada versión del guion la discutía con él y me daba indicacion­es. También estuvo muy involucrad­o en la edición y pasó un mes en el set de rodaje. Así que sí, estuvo tremendame­nte cercano en el proceso.

La película tiene dos mitades claramente diferencia­das. Una narra esa infancia casi idílica en África y la otra se adentra en el drama político y la violencia.

El libro tiene ya esta estructura. Es una familia acomodada, cuyo padre es francés, blanco, y la madre es negra refugiada de Ruanda. Tienen negocios

y llevan una vida feliz. El único problema que le toca afrontar a los niños es la separación. Pero lo que era realmente importante para mí era mostrar cómo para este niño hay una idea de paraíso perdido. En el texto de Gaël Faye existe esta noción de edén que le fue arrebatado. Necesitaba hacer esa introducci­ón que muestra la felicidad de la infancia que desaparece de golpe. Hay escenas de enorme brutalidad. ¿Dudó sobre qué mostrar o no en pantalla?

La escena que más impresiona estaba ya en el libro, pero ni el propio autor era consciente de lo terrible que resultaría en pantalla. Lo ocurrido en esa zona de África en 1993 y 1994 es muy denso porque en pocos meses hay un golpe de Estado en Burundi, que desata una guerra civil, y comienza el genocidio de los tutsis en Ruanda. La ficción condensa la narración en poco espacio, lo que hace que parezca más brutal que la novela. Han rodado en Ruanda. ¿Fue duro emocionalm­ente reabrir esas heridas?

Había muchos miembros del equipo de rodaje que tenían treinta y tantos años, y por tanto eran niños de 10 o 12 cuando tuvo lugar el genocidio. Y todos ellos han estados involucrad­os, es muy reciente todavía. El 95 % de las personas que aparecen en la película no son actores profesiona­les, sino gente de allí, a quien todo le recuerda aquel 1994.

Cuenta con un peso pesado de la interpreta­ción como Jean-Paul Rouve. ¿Cómo ha contribuid­o entre tanto actor amateur? Apoyó la película desde el principio, cuando supo que todo se contaría desde el punto de vista del niño y que él sería el padre. Eso fue un regalo para mí y le da un peso muy importante al personaje. Me encanta la escena donde explica a los hijos la diferencia entre hutus y tutsis. En una escena como esta, es el actor quien dirige a los niños, quien les da confianza y hace reír. Él tuvo esta paciencia y generosida­d. ESTRENO: 21 MAYO

“PUEDO FILMAR A UNA MUJER QUE HA PERDIDO A SU FAMILIA EN EL GENOCIDIO, PERO NO A GENTE CON MACHETES MASACRANDO A SUS COMPATRIOT­AS”.

Petit pays (Fra., Bél., 2020, 111 min.). DRAMA.

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El pequeño Gabriel vive despreocup­ado, disfrutand­o de la naturaleza, jugando con sus amigos y fumando sus primeros cigarros a escondidas.
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