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LA HORA DE LAS NIÑAS MALVADAS

El 60º aniversari­o del drama ‘La calumnia’ de William Wyler propone una reflexión sobre la maledicenc­ia, los prejuicios y sus consecuenc­ias a cualquier edad. Una historia íntima y a la vez todo un símbolo universal.

- Por Rosa Belmonte*.

Veronica Cartwright, la malvada Rosalie, ha contado que a las niñas del reparto de

La calumnia (1961) les aconsejaro­n no hablar demasiado con Shirley MacLaine porque decía palabrotas y maldecía mucho. Me la imagino, de joven, como a la malhumorad­a señorita Boudreaux de Magnolias de acero. Ni que decir que todas las niñas estaban todo el rato con Shirley MacLaine. No solo se lo pasaban bien con ella, que era encantador­a, sino que fue una especie de mentora de Cartwright. Hace unos meses, la ministra Irene Montero decía que no cabía en su cabeza que hubiera mujeres que manipulara­n a sus hijos para ponerles en contra de sus padres, como si los niños y las niñas mintieran. Demonios, esta chica ¿en qué mundo vive? ¿Por qué no van a mentir los niños? Quizá no ha visto La calumnia, la magnífica película de William Wyler, basada en una obra teatral de Lillian Hellman, que cumple 60 añazos. Y que ya había tenido una versión cinematogr­áfica anterior en 1936, Esos tres, también dirigida por Wyler. Entonces, Sam Goldwyn pretendió que se quitara lo que tenía que ver con el lesbianism­o. Lo cierto es que Wyler suavizó las escenas de la homosexual­idad de Marta (Shirley MacLaine) por miedo a no recibir la aprobación de la

Motion Picture Production Code. La historia se basó en algo ocurrido en 1810 en Edimburgo. La niña se llamaba Jane Cumming y acusó a las maestras, Jane Pirie y Marianne Woods, de tener una relación. Su poderosa abuela, Dame Cumming Gordon, propagó la historia y todas sus amistades sacaron a las niñas del colegio, arruinando a Pirie y Woods. Luego ganaron el juicio, pero el daño estaba hecho.

Lillian Hellman reconoce que escribió The Children’s Hour con la ayuda de Hammett. Que la escribió porque él la empujó. A los traductore­s españoles no debió de gustarles eso de la hora de los niños. Se llamaría La calumnia.

En cambio Esos tres respetó el These Three del original. Ya saben, Karen y Martha, profesoras y empresaria­s de un internado pijo femenino, son acusadas por una niña vengativa (Veronica Cartwright) de estar liadas. La maledicenc­ia tiene terribles consecuenc­ias. Profesiona­les y personales.

En El celuloide oculto (1995), Shirley MacLaine contaba que ella y Audrey Hepburn no hablaron en ningún momento del asunto. Que hacían la película como si fuera sobre la acusación de la niña, pero daba igual de qué las hubiera acusado. Y no estuvo de acuerdo con la actitud final de su personaje, con su culpabilid­ad. Que pudieron ser precursore­s, pero no lo fueron. Mujer, un poco sí. Puede que la alemana Muchachas de uniforme (1931) esté considerad­a la primera película de temática lésbica de la historia del cine, pero La calumnia (y Esos tres) era de Hollywood y protagoniz­ada por Shirley MacLaine, Audrey Hepburn y James Garner (además de Miriam Hopkins, que había estado en la primera versión). Tiene gracia que muchos años después, en Alien, el octavo pasajero (1979), la oficial de navegación Lambert (Veronica Cartwright) fuera una persona transexual según la documentac­ión de la nave Nostromo. Pero, vaya, tampoco 1979 fue un festival LGTBIQ+.

*Rosa Belmonte es abogada, columnista y colaborado­ra en varios medios de comunicaci­ón.

“SHIRLEY MACLAINE NO ESTUVO DE ACUERDO CON LA ACTITUD FINAL DE SU PERSONAJE, CON SU CULPABILID­AD. QUE PUDIERON SER PRECURSORE­S PERO NO LO FUERON”.

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