Adam Driver, por Annette.
Es el rostro del momento, una estrella capaz de encabezar blockbusters galácticos sin perder su halo indie y sumergirse en proyectos arriesgados y a contracorriente. Como ‘Annette’, el rompedor musical de Leos Carax con el que arrancó el Festival de Cannes y la razón de una cita exclusiva e intensa.
Alérgico al encasillamiento y curioso por naturaleza, Adam Driver parece destinado a ese tipo de grandeza que nada tiene que ver con las modas, las tendencias o los efímeros golpes de suerte. Con el recuerdo fresco de los servicios prestados a la saga de Star Wars y la nominación al Oscar por su exhibición en Historia de un matrimonio, Driver presenta ahora uno de sus proyectos más personales: Annette, una indomable ópera rock dirigida por el cineasta de culto Leos Carax, musicalizada por el dúo Sparks y coprotagonizada por Marion Cotillard. En ella, además de encarnar a un monologuista de éxito que abraza las luces y sombras del amor y la paternidad, se estrena como productor, aportando al proyecto su amplio conocimiento de la logística cinematográfica.
FOTOGRAMAS se cita con Driver el día del estreno mundial de Annette en el célebre certamen francés. En la habitación 550 del Hotel Majestic, en la Croisette, donde el que fuera Kylo Ren se muestra relajado, amable y reflexivo. Escucha con atención cada pregunta, mide cada una de sus palabras y, como suele ocurrir en sus films, maneja a placer su fascinante repertorio gestual: emplea su semblante severo, intenso, para hacer llegar su mensaje con claridad y pasión, pero también reparte sonrisas irónicas y risas expansivas para oxigenar la charla. Un despliegue de locuacidad, encanto y carisma que nada tiene de impostado. Tras una juventud marcada por la rebeldía, unos años de servicio en el Cuerpo de Marines y un ecléctico currículo, Driver, a sus 37 años, transmite la sensación de estar donde quiere estar: con un pie en Hollywood (en diciembre lo veremos junto a Lady Gaga en
La casa Gucci de Ridley Scott) y el otro en proyectos independientes con los que explorar los límites de su oficio y su arte. Celoso de su intimidad, el héroe común de Paterson de Jim Jarmusch, y coprotagonista de Infiltrado en el KKKlan de Spike Lee, conversa en exclusiva acerca de su pasión por la técnica actoral, su lugar en la industria del cine y su futuro.
Annette me ha parecido una película extremadamente conmovedora y dura. La relación de su rol con su hija me ha hecho reflexionar sobre nuestro sentido de la responsabilidad…
¿Responsabilidad? ¿En qué sentido?
Para con las nuevas generaciones. Supongo que el hecho de tener dos hijos, de 4 y 8 años, ha marcado mi visionado. Para mí, Annette
nos invita a reflexionar sobre qué podemos hacer para cambiar este mundo en el que impera el narcisismo y el interés económico.
Sí, todo esto que comentas creo que está en la película, aunque la verdad es que me cuesta pensar en ella en términos temáticos. Como actor, suelo concentrarme más en los aspectos técnicos, en el momento a momento de las escenas. Lo que apuntas me hace pensar en como, a veces, parece que nos importe más lo que piensa de nosotros gente a la que apenas conocemos, en vez de lo que piensa la gente a la que tenemos cerca. La verdad es que esta es
mi parte favorita del asunto: escuchar qué te ha parecido la película, ver cómo te ha llegado e impactado. Me encanta que tener dos hijos te haya llevado a verla de esta manera. En mi caso, me resulta casi imposible elegir un tema por encima de los demás. Mi trabajo es dar credibilidad a cada momento, a cada escena, para que después Leos (Carax) pueda enhebrar la película a su manera. Luego, el público tiene que hacer su parte del trabajo.
HACERSE SUYAS LAS HISTORIAS
Los espectadores que se sumerjan en los significados de Annette seguro que serán muy diferentes de los que vitorean los monólogos de Henry, su personaje.
Me gusta imaginar que los espectadores harán suyas las historias y las imágenes, aprovechando la energía con la que nosotros, los que las hacemos, intentamos transmitir emociones e ideas. Con algunas películas, como esta, puedo llegar a encontrarme en medio de una escena compleja, incluso ambigua. Y, entonces, pienso que, mientras yo tenga claro lo que quiero expresar, poco importa si la gente lo pilla o no. Pero otras veces creo que es importante que aquello que quiero decir llegue. Es una de las muchas yuxtaposiciones que entran en juego cuando haces una película. Te puede tocar filmar una escena en la que reflejas el enamoramiento de tu personaje, ¡pero en realidad acabas de conocer a la actriz con la que estás filmando! El cine es un arte muy raro (risas). También me impresiona el choque entre la idea de filmar una escena que parece muy urgente e inmediata, sujeta a las emociones e instintos que surgen en el momento, y la certeza de que esa escena se volverá algo permanente, porque la película quedará ahí para siempre. Si ahora mismo volviésemos a filmar Annette, seguramente tomaría decisiones diferentes a las que