Santo. La nueva serie de Raúl Arévalo, un thriller policial creada por Carlos López (TV).
Raúl Arévalo, tras ‘Antidisturbios’ y ‘La isla mínima’, se pone de nuevo en la piel de un policía en ‘Santo’, serie con ecos de ‘El silencio de los corderos’ y ‘El corazón del ángel’. Carlos López, su creador, nos revela sus misterios.
Un protagonista singular. Raúl Arévalo me ha parecido siempre un actor estupendo, pero en los cinco años transcurridos desde que coincidimos en La embajada se ha convertido en un profesional preciso, con una capacidad de comunicación similar a la de un solista en una orquesta. De todos los actores con los que he trabajado es el que mejor sabe leer un guion. Eso lo dice todo. La confianza de Carlos López (Madrid, 1961) en el intérprete de Antidisturbios y La isla mínima lo ha llevado a contar con él como protagonista de Santo, la serie de seis capítulos producida por Nostromo para Netflix, que se rodará hasta octubre entre Madrid y Salvador de Bahía (Brasil), de la que es showrunner, o sea creador, coordinador de guion y productor ejecutivo, y que dirige el brasileño Vicente Amorim. Santo es como un terremoto con dos epicentros simultáneos, uno en Brasil y otro en España. La historia de dos policías en dos continentes que unen sus caminos para perseguir a un enemigo que nadie sabe cómo es porque nunca se ha dejado ver, explica López, que inició su carrera en el cine con tres nominaciones al Goya como guionista de Los años bárbaros (Fernando Colomo, 1998), La niña de tus ojos (Fernando Trueba, 1998) y Horas de luz (Manolo Matji, 2004), antes de volcarse en series como Hache, El príncipe y Tiempos de guerra. Destinos paralelos. El dúo policial lo completa el brasileño Bruno Gagliasso, popular en su país por su gusto por los personajes complejos. Se entrega de tal modo al papel que lo vive casi las 24 horas del día. El contraste con Raúl es fenomenal. Los dos tienen técnicas muy dispares,
“MUCHOS DE NUESTROS PEORES MIEDOS SON HACIA LO QUE NO SE VE, Y ELLOS BUSCAN A ALGUIEN QUE ES INVISIBLE PORQUE NO TIENE ROSTRO”.
pero cuando los ves juntos salta la chispa. Este plantemiento podría llevar a pensar que se trata de la fórmula clásica de colegas opuestos, una impresión matizada por su responsable. Es algo más complicado porque al principio no se conocen y cuando arranca la trama, que sucede en dos lugares distintos y en varios tiempos diferentes, uno está en Madrid y el otro en Salvador de Bahía. Los dos persiguen a la misma persona, pero cada uno por su cuenta, hasta que se unen sus caminos. La ficción, montada como un puzle, transcurre a lo largo de varios meses. La narración es, más o menos, lineal, sin flashbacks como tales, pero con saltos atrás y adelante. Compañeros de fatigas. Millán y Cardona, o lo que es lo mismo, Raúl Arévalo y Bruno Gagliasso, son unos tipos con muchas dificultades por delante que afrontar. Millán no está en su mejor momento, revela su creador. Lo resumiría con: En el peor trance de su vida y de su carrera le sucede lo peor. Su disyuntiva es ahogarse o tratar de superarlo, y las va a pasar canutas en todos los aspectos, personal y profesional. El policía brasileño, en cambio, se encuentra en una fase expansiva y cree que puede con todo, hasta que se da cuenta de que lo ha estado haciendo todo mal.
Reparto sólido. Una de las apuestas de Santo es contar en su reparto con Greta Fernández (Elisa y Marcela), que asume su primer papel de peso en una serie, Susana Jackson, Susi, subinspectora novata que probará su instinto siguiendo el rastro del escurridizo Santo. María Vázquez
(Quien a hierro mata) es Arantxa, miembro de la policía científica, exmujer de Millán, parte de sus problemas y de su solución, y madre de su hija, Lucía (Judith Fernández). El elenco incluye a Victoria Guerra, (vista en la serie hispano-portuguesa
Auga Seca), como Bárbara Azevedo, joven portuguesa emigrada a Brasil; Thomas Aquino, que da vida al policía Paulo Da Luz, e Iñigo de la Iglesia
(Akelarre), como el narco Ronaldo. Thriller psicológico. Santo arranca en el campo del suspense, con dos policías
que investigan un caso de narcotráfico, pero según avanza adquiere una dimensión psicológica, se transforma en la evolución de unos personajes que se topan con lo peor de sí mismos y se aproxima al terror, advierte Carlos López, que ha contado como coguionistas con Miguel Ángel Fernández, con quien ya trabajó en Tiempos de guerra y La embajada, y el brasileño Gustavo Lipsztein. Hay muchas secuencias de acción, con tiroteos y persecuciones en coche, pero que no se comen el relato, que se centra cada vez más en Millán y Cardona, y en qué está pasando en sus vidas. Muchos de nuestros peores miedos son hacia lo que no se ve y ellos buscan a alguien sin rostro, e ir tras algo invisible lleva a no saber qué se está persiguiendo.
Espiritualidad brasileña. Salvador de Bahía juega un papel clave en la propuesta. Brasil es un país donde la espiritualidad es esencial, lo mismo que en Santo, en la que los protagonistas han de recurrir a su dimensión religiosa y espiritual frente a lo que se encuentran, porque el narcotraficante que buscan es capaz de cometer los actos más tremendos, añade. Cuando trabajábamos en el proyecto salieron a relucir películas como El silencio de los corderos, Prisioneros o El corazón del ángel, pero ninguna de ellas ha sido referente directo. No quiero pecar de original pero yo no me muevo mucho con referencias. Me gusta adentrarme en historias que no he visto antes y que no sé adónde me van a llevar.