Richard Donner.
Director estadounidense. 5 julio. 91 años.
Pocos directores han conseguido ser tan importantes y reconocidos como Richard Donner. Contó muchas y variadas historias, y sí, lo hizo de la mejor (y maravillosa) manera posible. Daba igual que se tratara de comedias (Su juguete favorito, Los fantasmas atacan al jefe); de cuentos de pavoroso terror (La profecía); aventuras (Los Goonies); dramas (Max’s Bar); leyendas mágicas (Lady Halcón), o policíacos llenos de acción y humor (Arma letal)… Donner tenía el don de saber cómo hacerlo. Seguramente buena parte de ello, de su oficio, lo obtuvo trabajando durante sus primeros años en la TV, fuera en episodios de series (¿alguien ha sido capaz de olvidar esa obra maestra de 23 minutos incluida en La dimensión desconocida que es Pesadilla a 20.000 pies?) o en telefilms.
Creerás que un hombre puede volar. Cómodo en la pequeña pantalla, Donner llegaría al cine casi por casualidad puesto que sus dos primeros largos no fueron más que sustituciones de última hora ( X-15, Twinky y Sal y pimienta) que además no fueron un éxito. Pero su profesionalidad y entusiasmo llamaron la atención de Mace Neufeld quien, en 1976, confió en él para lo que, en principio, no era más que un subirse al carro satánico triunfal de El Exorcista. La profecía fue un rotundo taquillazo y confirmó a Donner como un cineasta imaginativo, más que eficaz y al servicio de las historias. Gracias a ese bombazo sería el elegido para hacernos creer que un hombre podía volar: Superman (1978). La madre de todas las posteriores películas de superhéroes basadas en tebeos, no solo resultó un disfrute para todos los públicos sino una nueva demostración del poso clásico y genial del director (las fordianas secuencias en la granja de Smallville). Donner se convertía así en un autor sin la vitola intelectualizada de autor. Alguien que cada uno o dos años fue fiel al público estrenando las más diversas e inolvidables películas (Conspiración, Asesinos, 16 calles…).