Denis Villeneuve, por Dune.
Reivindicando con fuerza un cine fantástico y de ciencia ficción para adultos pero espectacular, sin nada que envidiar a ‘Star Wars’, Denis Villeneuve ha hablado con FOTOGRAMAS del largo y complicado, pero finalmente fructífero, proceso de llevar a la gran pantalla ‘Dune’, una de las obras (saga) cumbre del género.
Era el momento justo. Denis Villeneuve (TroisRivières, Canadá, 1967) responde así a la pregunta de por qué embarcarse en una aventura, una odisea que se toparía, además, con una pandemia mundial y retrasos en su estreno, tan arriesgada como volver a llevar al cine Dune, la mastodóntica e influyente obra de Frank Herbert publicada en 1965 y continuamente reeditada. Ha sido uno de mis sueños desde que tenía 14 años y leí la novela, afirma. Supe entonces que algún día la convertiría en película. Fue mi profecía a lo Paul Atreides, el personaje central del relato. Claro es que no tenía ni idea de cómo se hacían las películas, de lo que hay detrás de ello. Desde aquel año en el que llegó a mis manos un ejemplar de bolsillo de Dune, desde que abandoné su lectura porque me perdía, porque a ratos me aburría y necesitaba volver hacia atrás en la lectura y no se parecía a ninguna otra novela; desde que me peleé con ella, regresé a ella y quedé atrapado, sabía que la haría. Todo lo que he ido aprendiendo sobre el oficio de director, cada trabajo que he hecho, sea mejor o peor, solamente ha servido para que me sintiera capaz de enfrentarme a Dune. Sonará pretencioso y nada humilde, pero se trata de mi obra de madurez. La siento así. Con esta adaptación pongo un punto y aparte en mi carrera. No sé lo que vendrá; sé que esta era la razón para convertirme en director.
UNA NUEVA ESPERANZA
Aquel chaval de 14 años obsesionado por el texto de Herbert vivió una primera desilusión cuando, tres años más tarde descubría, en un cine de su Canadá natal, que Dune se había convertido en una película. No, no hablaría de desilusión, ríe Denis Villeneuve desde el salón de su casa en Montreal. Hablaría de envidia. Fui el primero en la primera sesión para verla y, bueno, era y sigue siendo un film espectacular, muy personal, muy de David Lynch, pero, no, no era el Dune que yo había imaginado. Cada lector seguramente ha imaginado uno diferente. El mío es el que ahora vais a ver. No sé si será un éxito (eso esperamos todos, yo el primero) o si se convertirá con los años en otro fracaso de culto como la cinta de Lynch… o muchas de las mías. En el tono de la voz del director es imposible no acordarse de Blade Runner
2049 (2017), otro proyecto arriesgado que convirtió precisamente en eso de lo que habla: un bellísimo y estimulante pinchazo comercial.
Estoy muy orgulloso de ella, se pone serio. Sin ella no estaría aquí hablando de Dune contigo. Amo la ciencia ficción que te obliga a reflexionar. Es el único género que te permite cuestionar cosas tan tabú como la religión sin que te quemen en una hoguera.
UN CLÁSICO ¿INTOCABLE?
Dune, novela, llegó, como esta nueva Dune, en el momento justo: los años 60 de contracultura, nuevas ideas sobre filosofía y religión, una conciencia ecologista muy fuerte, la experimentación con las drogas y un posicionamiento político muy importante. Mas eso era hace casi seis décadas… ¿en qué es actual hoy el libro para Denis Villeneuve? Es verdad, reflexiona tras beber un trago de agua (¿sigue la inhóspita y seca Arrakis en su metabolismo?), que algunas cosas como el paralelismo del LSD con la especia de la cual escribe Herbert han quedado hoy un tanto anticuadas. No obstante, creo que los grandes temas que allí se tocaban están muy presentes hoy en día y así lo he potenciado en la película. Seguimos sufriendo un voraz y destructivo capitalismo. Grandes corporaciones, como el Imperio galáctico en el planeta Arrakis de Dune, expolian los recursos naturales de pequeñas naciones. El medioambiente sufre cada vez más; vamos camino de una desertificación y un caos climático. Y, sí, si las secuencias de guerra en parajes desérticos del film recuerdan a las reales que se han vivido y se viven hoy mismo en Afganistán o en Irak es porque he pretendido que así sea. O ese fatalismo del desierto como espacio físico y mental.
UN MUNDO REAL
Denis Villeneuve lleva años clamando en el desierto de Hollywood que es posible la existencia de un blockbuster para adultos. Que hay espacio (nunca mejor dicho dentro del territorio de la ciencia ficción) para grandes y espectacularmente entretenidas superproducciones que no traten al espectador como a un niño de dos años. Dune, asegura, debería gustar a los fans de Star Wars o a los de Juego de Tronos. Es puro entretenimiento, un fresco visual impresionante, con personajes no esquemáticos y con un argumento que no es nuevo, que es el del viaje (accidentado y a veces un viacrucis) iniciático de un héroe. Una de las cosas que siempre tuve claras es que todo lo que en la novela es introspección tenía que ser mostrado de manera cinematográfica en el film. Que cada decorado, detalle en ellos, el alfabeto de las diferentes culturas, naves espaciales, máquinas, vestuario… fuera real y funcional dentro de una historia completamente fantástica. El espectador debía asumir como normal toda la iconografía del universo Dune para centrarse únicamente en los personajes.
LAWRENCE DE ARRAKIA
Sí, debería ser Arrakis, el planeta desértico donde están tanto la especia como los gigantescos gusanos de arena, pero uno no se resiste a hacer un juego de palabras con la, asimismo con desierto, tribus, guerras, colonialismo y un héroe mesiánico y rico en facetas, obra maestra de David Lean Lawrence de Arabia, más aún si al propio Denis Villeneuve le hace gracia. Es gracioso, sí, y es verdad también que hay mucho de David Lean en Dune, le alegra los oídos el director al entrevistador. Paul Atreides tiene mucho que ver con Lawrence. Es más joven, está predestinado a gobernar, pero la fascinación por el desierto y cómo el ser el Elegido lo transforma conectan con el personaje histórico del film de David Lean; o con Alejandro Magno también si uno se pone a pensar y a buscar referentes. No tuvo que pensar mucho Villeneuve para elegir a su Lawrence, a Paul Atreides: Nunca hubo un plan B, asegura categóricamente. Timothée Chalamet siempre tuvo asegurado el papel. Es sorprendente la sensación de experiencia adulta que emana de ese cuerpo en apariencia frágil y de aspecto aniñado. Necesitaba a un actor que, como su personaje, fuera capaz de expresar las contradicciones y luchas entre lo que es, lo que se espera que sea y lo que el destino le ha reservado. Un intérprete capaz de sostener la mirada al mundo, a ese destino mismo. Capaz de despojarse de sus pieles, de sus capas, y quedar desnudo en el desierto. ¿Puedo ponerme otra vez un poco pedante? Si Dune es mi obra de madurez, Dune es el trabajo de madurez de Timothée y el que creo va a convertirlo en una estrella absoluta.
“SONARÁ PRETENCIOSO Y NADA HUMILDE, PERO ESTA ES MI OBRA DE MADUREZ. CON ELLA PONGO UN PUNTO Y APARTE EN MI CARRERA”.
LAS HEREDERAS DE DUNE
Paul Atreides vuelve a ser el ‘héroe’ atormentado de las películas de Denis Villeneuve, cuyo viaje (siempre hacia lo desconocido) de descubrimiento personal está lleno de obstáculos, dolor y temor. Sin embargo, y parece que más acentuadamente que en la novela de Frank Herbert, Denis Villeneuve nos asegura que la clave de su adaptación no reside en él, sino en su madre, lady Jessica, interpretada por la sueca Rebecca Ferguson (también en cartelera con Reminiscencia, ver pág.
74), algo que volvería a ser muy Villeneuve: la Emily Blunt de Sicario y la Amy Adams de La llegada así lo atestiguarían.
Cuando escribía el guion junto a Eric
Roth, confirma el director, le dije que ese era el personaje clave. Que la relación madre e hijo era la esencia de toda la historia. Es muy íntima, extremadamente íntima, diría yo. La gran mayoría de las emociones que Paul es incapaz de controlar es ella quien las somatiza. Paul en realidad está rodeado y es el producto de un círculo femenino. Los personajes femeninos son vitales en Dune.
Podría afirmarse que ellas son las guardianas de la sabiduría. Y del tiempo. El film también habla sobre el tiempo y este es un elemento que las Bene Gesserit, las adivinas, controlan. Las mujeres representan en cada momento el futuro. Son las verdaderas constructoras positivas de los mundos de la historia. Chani (Zendaya), por ejemplo, es la llave que dejará salir al verdadero Paul. El dios de Dune es la Naturaleza, y la Naturaleza es mujer.
LOS OJOS DE JAVIER
No sabéis la suerte que tenéis en España con un actor tan grande como Javier Bardem, se le nota el entusiasmo a Denis Villeneuve. Sin conocerlo, cuando leí Dune ya veía a Stilgar, el más carismático de los Fremen en Arrakis, con el rostro de Javier. Trabajar con él ha sido uno de esos placeres que tan pocas veces le tocan a uno en esta profesión. Hay pocos actores como él que aparecen en escena y eclipsan a los demás. Aquí lo ha hecho con Oscar Isaac, Josh Brolin… ¡que son geniales! Josh, que ya lo conocía de No es país para viejos (Joel y Ethan Coen, 2007), me lo había dicho: ¿Quién se llevó el Oscar entonces? ¡El muy canalla nos robó a todos la maldita película! Reunir a un reparto como el de Dune y verlos luego en acción ha sido maravilloso. Estaría con ellos siempre, en el universo de Dune también. ¡Esas charlas, que iban de lo más profundo (el poder de las religiones, las injusticias en el mundo, la ecología…) a lo más mundano (las mejores, y peores, marcas de cerveza del mundo) que teníamos Javier y yo! ¡Las echo mucho de menos! Y sus ojos. Los ojos de Javier cambiaban cuando se convertía en Stilgar y en ellos veías no solo al personaje: veías su historia, la de su raza, la del planeta mismo. En ellos estaba el desierto y el destino del mismo Paul Atreides.
ESTRENO: 17 SEPTIEMBRE Dune CIENCIA FICCIÓN. (EE. UU., Canadá, 2021, 155 min.).