BEATRIZ VERA POSECK
La retrospectiva de cine coreano que organizan Zinemaldia y Filmoteca nos brinda la ocasión de repasar los hitos de una industria floreciente y, sobre todo, las causas de este esplendor más allá del fenómeno ‘Parásitos’.
Con motivo de la retrospectiva organizada por Zinemaldia y Filmoteca, la autora de Cine coreano: cine se escribe con K nos da las claves de XQD ÀOPRJUDItD ÁRUHFLHQWH
“COREA DEL SUR ES UNO DE LOS POCOS PAÍSES DEL MUNDO DONDE LOS BLOCKBUSTERS NORTEAMERICANOS NO ARRASAN EN LAS LISTAS DE LAS PELÍCULAS MÁS VISTAS DEL AÑO”.
El 10 de febrero de 2020, el cine coreano entraba a formar parte de la historia. Parásitos (Bong Joon-ho, 2019), que ya había sido reconocida en los meses posteriores a su estreno con numerosos galardones internacionales, se hacía con nada menos que cuatro Oscar en una noche frenética en la que los amantes del cine coreano compartimos con fervor el entusiasmo enloquecido del elenco allí presente y vibramos junto a ellos mientras veían crecer su emoción y su incredulidad. Por primera vez en 92 años una película de habla no inglesa obtenía un reconocimiento tan rotundo en los Premios de la Academia.
Pero Parásitos es solo la parte visible de un iceberg inmenso, maravilloso y prolijo que esconde a decenas de cineastas de enorme talento con perspectivas narrativas y cinematográficas fascinantes que deben ser tenidas en cuenta por cualquier amante del buen cine. Lo ocurrido la noche de los Oscar fue la culminación y el merecido reconocimiento a una tendencia que se ha ido construyendo, con tesón y buen hacer, en Corea del Sur durante las últimas tres décadas.
Hagamos un poco de repaso. La historia del cine coreano se extiende desde las primeras películas mudas en los años veinte, a la llegada del sonoro una década después. Por desgracia, todo ese material se perdió durante la guerra. Finalizada la contienda, en 1953, resurge con fuerza en lo que se conoce como la Edad de Oro, entre 1955 y 1972 (el Festival Internacional de Cine de San Sebastián dedica en esta edición una interesantísima retrospectiva de esta época gloriosa). Vendrán después largos años de dictadura, con una férrea censura que llevó al cine coreano a su etapa más oscura. Con la llegada de la democracia y la relajación de la censura en los ochenta ganó en libertad creativa, pero perdió mercado en una batalla desigual contra dos gigantes de la industria cinematográfica que aterrizaron en el país dispuestos a quedarse: Hollywood y Hong Kong.
Por fortuna, el Gobierno coreano de los noventa encontró la manera de salvar el cine de producción local gracias al desarrollo de leyes proteccionistas. Así, a finales de los años noventa, surge la Nueva Ola del cine coreano apoyada en una generación de cineastas extraordinarios como Park Chan-wook, Bong Joon-ho, Kim Ki-duk, Hong Sang-soo o Lee Chang-dong, e intérpretes excepcionales como Song Kang-ho, Choi Min-sik, Jeon Do-yeon o Moon So-ri, que llevan varias décadas regalándonos grandes obras maestras del cine universal.
El cine coreano de nuestros días compite en calidad al mismo nivel que otras grandes y poderosas industrias cinematográficas y esto es posible gracias a inteligentes leyes de apoyo a la industria del cine por parte del Gobierno, así como a la inversión privada de conglomerados empresariales que pueden financiar sin dudarlo proyectos multimillonarios. Además, el coreano es un público volcado con su cine, que acude en masa a apoyar producciones locales. En la actualidad, Corea del Sur es uno de los pocos países del mundo donde los blockbusters norteamericanos no arrasan en las listas de las películas más vistas del año. La coreana es una lucha solitaria y titánica que han emprendido en aras de mantener la soberanía y la identidad cultural cinematográfica y evitar ser fagocitada por ese enorme monstruo que es Hollywood. Cuando nos maravillamos por la buena salud del cine coreano es porque detrás hay un sólido engranaje conjunto de apoyo institucional, empresarial y gubernamental. No hay duda de que Corea del Sur es un país que cuida y mima su cine, y los frutos son más que visibles.