LA PARADOJA DEL FEO ATRACTIVO
La reciente desaparición de Jean-Paul Belmondo y la celebración del centenario del nacimiento de Yves Montand sirven de espejo para el análisis del carisma masculino, francés y universal, más allá de la belleza.
Hay un anuncio fascinante de un reloj en las revistas. Tres actores fotografiados en blanco y negro, con camisetas blancas, cazadoras y vaqueros. Atractivos. Charlize Theron,
Brad Pitt y Adam Driver. Dos cañones y una escopeta. Porque Adam Driver será todo lo gran actor que queramos. Estará fabuloso en Silencio y en Paterson. O en Annette. Dará lustre a la saga galáctica de Lucas. Y estaremos deseando ver La casa Gucci. ¿Pero guapo? ¿Atractivo siquiera? Supongamos que este anuncio se hace en los años 50 y ponen a Ava Gardner, Cary Grant y Victor McLaglen. Siendo Victor McLaglen Adam Driver (y por no decir Charles Laughton). Con la muerte de Jean-Paul Belmondo, hemos recordado lo feo y atractivo que era. Escribió Oti Rodríguez Marchante que Belmondo era de esa lista larga de actores que tienen que esperar a su muerte para que hablen bien de ellos y de su importancia en el cine. Gente rara esa que no hubiera visto su importancia. Y no digo en la Nouvelle Vague, digo en el cine de acción. En El hombre de Río. En Cartouche. Que hubiera visto solo su nariz. La de Adam Driver todavía está más alejada de lo normativo.
Los actores franceses, salvo Alain Delon, han representado mejor que nadie la paradoja del feo atractivo. Vincent Cassel lo sigue haciendo. Pones a Cassel al lado de su ex, la italiana Monica Bellucci, y tenemos una belleza incontestable frente a la del hombre que vuelve locas a las mujeres teniendo cara de sapo. El cine francés está lleno de mujeres que han hecho y hacen volver la cabeza. Un decir, porque las disfrutamos en el cine. De Jeanne Moreau a Brigitte Bardot, de Fanny Ardant a Capucine, de Catherine Deneuve a su hermana Dorléac, de Carole Bouquet a Danielle Darrieux, de Laetitia Casta a Marine Vacth, de Anouk Aimée a Isabelle Huppert. ¿Los hombres? Jean Gabin, Jean Marais, Michel Piccoli, Jean-Louis Trintignant, Daniel Auteuil, Yves Montand o el más joven Louis Garrel.
Yves Montand, del que este mes se celebra el centenario de su nacimiento, era como Humphrey Bogart, pero en alto. La cara de bruto la tenían los dos. Y claro que Marilyn Monroe sucumbió a su compañero en El multimillonario, de George Cukor. Hasta Simone Signoret lo entendió. Y, demonios, que la película en el original se titulaba Let’s Make Love. Tampoco es ninguna sorpresa que las actrices francesas sean más guapas que los actores franceses. Porque eso pasa en el cine americano, el español, el italiano y en la vida en general.
Charlotte Gainsbourg, que nació en Inglaterra, como
Jane Birkin, pero a la que podemos considerar actriz francesa, ha debutado como directora con Jane par Charlotte,
documental sobre la relación con su madre. Dice Charlotte que nunca se ha gustado comparada con ella. Claro, Charlotte tendría que compararse con su padre, Serge Gainsbourg, otro de esos franceses tan espantosos como cautivadores.
Las brujas de Macbeth decían que lo bello es feo y lo feo, bello, como recuerda Umberto Eco en Historia de la fealdad. La fealdad se define con respecto a la belleza y el juicio estético es subjetivo, es aprendido y depende de épocas y tendencias. Pero tiene razón Baudelaire cuando asegura que “lo bello es siempre extravagante”. Por extraordinario. Lo feo garantiza las miradas. Charlotte Gainsbourg es el equivalente femenino de Adam Driver. Nos encantan, aunque sean más feos que pegar a un padre. Y aunque el padre sea Serge Gainsbourg. ◆
“LA FEALDAD SE DEFINE CON RESPECTO A LA BELLEZA Y EL JUICIO ESTÉTICO ES SUBJETIVO Y DEPENDE DE ÉPOCAS Y TENDENCIAS”.