Fotogramas

El bisturí teléfilo

- Por Conchi Cascajosa.

SERIES CLÁSICAS Y MODERNAS

Las repeticion­es han sido siempre una de las partes más lucrativas del negocio de las series. Incluso clásicos como Te quiero, Lucy, uno de los títulos clave de los años 50, ofrecían pingües beneficios muchas décadas después de su emisión original. La llegada de los servicios de vídeo bajo demanda ha llevado a una nueva vuelta tuerca de la explotació­n indefinida de las series. Por su última renovación anual de Friends,

Netflix tuvo que pagar 100 millones de dólares, más o menos lo que le cuesta The Office a NBCUnivers­al.

La fórmula parece funcionar especialme­nte con comedias: son cómodas para el visionado en dispositiv­os móviles, suman centenares de capítulos y se suelen alejar de los conceptos complejos que a veces lastran la serie de la última ola.

Y tiene bastante mérito volver a la actualidad en un panorama serial tan saturado como el actual. Lo logró El ala oeste de la Casa Blanca

en Amazon hace un año, y recienteme­nte Downton Abbey, convertida en una de las series más populares de Netflix tras llegar a la plataforma en el verano de 2021. El drama de época creado por Julian Fellowes tiene próximo el estreno de su segunda encarnació­n cinematogr­áfica y la década que ha transcurri­do desde su estreno la ha tratado bien: para los jóvenes, es una Los Bridgerton más sofisticad­a; para los mayores, un Arriba y abajo más pícara.

A veces, por culpa de un exagerado culto a lo nuevo, se nos olvida que lo bueno no es únicamente aquello que deslumbra, también lo que se nutre de los valores del trabajo bien hecho. Esas series (y esas personas), clásicas y modernas, son un sólido puerto seguro al que volver.

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