El bisturí teléfilo

DE COREA AL CIELO

El sorprendente (y abrumador) éxito de El juego del calamar, el mejor estreno en la historia de Netflix, muestra la actual fase de expansión de los servicios de vídeo bajo demanda globales. Con los mercados occidentales a punto de llegar al límite de saturación, estos servicios han encontrado en los orientales el potencial de crecimiento que mantiene al alza su cotización en bolsa. Los grandes estudios de Hollywood llevan décadas estableciendo divisiones internacionales, pero la ambición de estos nuevos operadores no tiene parangón. En 2016, Amazon anunció que iba a gastar

300 millones de dólares en producción en la India. Cinco años más tarde, Jeff Bezos se rodeó de estrellas de Bollywood para dar a conocer que el país ya era su principal mercado internacional.

Netflix puso los ojos en Corea del Sur y hace tan solo unos meses confirmó una inversión de 500 millones de dólares en 2021. Corea del Sur lleva años intentando seguir la estela de las series turcas con sus comedias románticas, pero la semilla del fenómeno de El juego del calamar está en otro sitio. En su libro The South Korean Film Renaissance, Jinhee Choi traza la emergencia de un cine que salió de la Gran Recesión gracias al impulso de las grandes corporaciones locales y la exploración de una estética transnacional. Ahora esa maquinaria está al servicio del que la quiera aprovechar. Mientras HBO encargó un remake serial de Parásitos en Estados Unidos, Netflix optó por permitir al cineasta Hwang Dong-hyuk contar con El juego del calamar la historia que imaginó una década atrás, en su país y en su idioma para llegar a una audiencia global.