El bisturí teléfilo

A LA SOMBRA DE LA CASA DE PAPEL

Cualquier creador de ficción española con una cierta ambición internacional sabe de primera mano cómo La casa de papel cambió para siempre la percepción que se tenía de la producción española fuera de nuestras fronteras. La serie creada por Álex Pina no solo se convirtió en un éxito de visionados global en Netflix, sino también en la mejor carta de presentación para una industria (mal que nos pese) un tanto desconocida. El año de ensueño para La casa de papel empezó en diciembre de 2017 con su estreno en el catálogo internacional de Netflix, y culminó en noviembre del año siguiente con la victoria en los Emmy Internacional. Desde entonces, Netflix ha reproducido fenómenos similares en otros puntos del globo, como Francia con Lupin y Corea del Sur con

El juego del calamar.

Mucho más difícil ha sido lograrlo en España. Netflix se hizo con los servicios de exclusividad de Álex Pina, con resultados dispares. El misterio de White Lines entre los clubes de Manchester e Ibiza pasó desapercibido. Y la exuberancia de

Sky Rojo provocó críticas sobre cómo sus imágenes traicionaban la denuncia social de sus guiones. Además, pocos de los originales de Netflix han logrado un impacto significativo fuera más allá de sus propuestas iniciales, Las chicas del cable y Élite. La plataforma sigue teniendo su mejor cantera de series españolas en el catálogo de Atresmedia: La cocinera de Castamar se coló en el Top 10 de las series más vistas en servicios de vídeo bajo demanda en Estados Unidos según la empresa de medición de audiencias Nielsen. Es otro legado que siempre queda asociado a La casa de papel.