Fotogramas

75 años de película

Un veterano ilustre que debuta en el musical. Un cineasta cargado de talento que se estrena entrevista­ndo a un colega. ‘West Side Story’ y el 75º aniversari­o de FOTOGRAMAS propician la charla entre maestro y alumno aventajado del cine más espectacul­ar.

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El 15 de noviembre de 1946 nacía la revista que tienen en las manos. Un mes después, el 18 de diciembre y en Cincinnati, lo hacía Steven Spielberg. ¿Qué mejor manera de celebrar ambos 75. º s cumpleaños que pedirle a Juan Antonio Bayona que ejerciera de periodista, momento que inmortaliz­a la foto, para entrevista­r a uno de los directores que nos ha hecho amar el cine? Muchas gracias, Jota, por una charla que es parte de nuestra historia y que pone el broche de oro a una serie de reencuentr­os cinéfilos inolvidabl­es. ¡Va por ustedes!

UN REENCUENTR­O PARA LA HISTORIA

El encuentro, virtual como mandan los nuevos protocolos, tuvo lugar una tarde de finales de octubre. Poco antes de que FOTOGRAMAS cumpliera su 75.º aniversari­o, algo que sucedió el pasado 15 de noviembre, y también antes del 18 de diciembre, el día en el que Steven Spielberg soplará 75 velas en su pastel de cumpleaños. Dos fechas marcadas en rojo en el calendario que acompañan a una tercera que todos los cinéfilos esperan desde hace tiempo: el estreno de la versión de West Side Story del director que ha marcado las últimas cinco décadas del cine de Hollywood. Una cinta que, al fin, desembarca­rá en nuestras salas el 22 de diciembre y que además lleva a la pantalla el musical favorito del que iba a ser nuestro anfitrión en la charla, Jota Bayona.

Porque esa era la idea que tuvo FOTOGRAMAS para cerrar este año de encuentros especiales: unir a Steven Spielberg y Jota Bayona en una charla de director a director, una llamada entre colegas y compañeros de trabajo para que, partiendo del musical creado en 1957 por Leonard Bernstein, Stephen Sondheim y Arthur Laurents y la adaptación dirigida por Robert Wise y Jerome Robbins en 1961, hablaran de música, de cine y de la vida. De cómo Spielberg descubrió las canciones de Tony y María cuando era un chaval a su último proyecto, The Fabelmans, que acaba precisamen­te de rodar y que se basa en su infancia en Arizona.

La maquinaria para que este momento fuera posible arrancó hace mucho, a principios de 2021. Por eso cuando solo faltan unos minutos para que se celebre, se nota la electricid­ad y la emoción en el ambiente. Jota, a punto de embarcarse en un nuevo proyecto, ha despejado todas las reuniones de la tarde para hablar con un director al que creció admirando (y admira hoy) y con el que trabajó en Jurassic World: El reino caído (2018). Tres teléfonos y una grabadora están dispuestos sobre la mesa para que no se pierda ningún detalle, ningún matiz de la charla. Y, de repente, es como si el telón rojo se abriera y empezara la proyección. Steven Spielberg saluda con un feliz y muy castellano ¡Hola!…

Hola, Steven. Soy Jota… ¿Cómo estás?

Muy bien, gracias. ¡Qué bien poder hablar contigo de nuevo!

Sí, es fantástico. Y más poder hacerlo sobre tu nueva película…

Pero vamos a ver… ¿ahora resulta que eres periodista? (risas).

Pues sí Esta es mi primera entrevista a otro director, así que…

¡Guau! ¡Es como Truffaut y Hitchcock! (risas).

¡Ya! Y encima de que es mi primera entrevista a un director ese eres tú. ¡Deséame suerte!

Me siento muy, muy honrado de que represente­s a España para hablar conmigo de la película. Es algo genial. Intentaré contestar de la mejor manera posible todas tus preguntas.

West Side Story es mi musical favorito desde siempre. Y tengo unas ganas enormes de ver lo que has hecho con la obra.

Siento que no hayas tenido la oportunida­d de ver la peli antes de esta charla, pero la verás muy, muy pronto.

EMPEZAR CON UN CLÁSICO

¿Sabes que la primera película que proyectó el cine que está justo al lado de mi casa fue precisamen­te West Side Story?

¿De verdad?

Sí… y se trata de la última gran sala de cine de Barcelona. Desde la pandemia está cerrado, pero con suerte abrirá de nuevo y, con West Side Story.

un poco más de suerte, quizás lo haga con

Eso sería fantástico.

¿Cuántas localidade­s tenía?

Unas 1.500…

¡Un cine como los de antes! Me encantan estas salas.

Exacto. El último que nos queda… ¿Empezamos con las preguntas?

Claro, adelante.

Pues vamos allá. Me llama la atención cómo te retas a ti mismo

“He querido dirigir un musical desde hace muchísimo tiempo. Empecé a decirlo en el primer momento que gané credibilid­ad. “

en cada nuevo proyecto. Aquí te enfrentas a tu primer musical. Es evidente, viendo tus películas, que es un género que amas: esas escenas de 1941 (1979), El color púrpura (1985), Hook (El capitán Garfio) (1991)… ¿Por qué has tardado tanto en dirigir un musical? ¿Y por qué, de todos, te decidiste por West Side Story?

He querido dirigir un musical desde hace muchísimo tiempo. En el mismo instante que tuve algo de credibilid­ad gracias a Loca evasión (1974) y Tiburón (1975) empecé a comentar, a todo aquel que me quisiera escuchar: Algún día me gustaría rodar un musical. Creo que nadie pensó que lo decía en serio. Y el tiempo fue pasando. Llegaron otros géneros, otras historias que, bien salían de mí, o encontraba en libros; colaboraci­ones con otros cineastas, con otros guionistas… Y el musical, de todos los géneros, acabó convirtién­dose en el más esquivo. Intenté desarrolla­r un par de proyectos, obras originales, pero no me quedé satisfecho con el resultado y nunca salieron adelante. Pero seguía queriendo dirigir uno para, al menos, saber qué se sentía detrás de la cámara de un musical. Añadí una escena en 1941, la del club USO con el concurso Jitterbug que antes mencionaba­s. Lo mismo en El color púrpura, con esa pequeña secuencia en la que Shug Avery (Margaret Avery) canta a Celie (Whoopi Goldberg) en la cantina. Y, claro, también está la escena inicial de Indiana Jones y el templo maldito

(1984), cuya secuencia de arranque coreografi­ó en su totalidad Danny Daniels [bailarín y coreógrafo, que trabajó en títulos como Dinero caído del cielo y fue maestro de claqué de Christophe­r Walken]. Una secuencia estilo de Busby Berkeley por los movimiento­s de cámara y los pasos de baile. Y más recienteme­nte, Ready Player One

(2018), en la que hice un pequeño homenaje a Fiebre del sábado noche (1977) con un número musical en gravedad cero. Pero pese a todo, no conseguía descifrar qué musical debería dirigir… Lo que nos lleva a tu segunda pregunta. Vamos con ella…

Todo empezó cuando yo tenía 10 años y mis padres compraron el disco con la grabación del reparto original de Broadway de West Side Story. Acababan de estrenarla en Nueva York y mis padres creo que compraron el primer disco que llegó a Arizona, que era donde vivíamos. Yo lo requisé. Me lo apropié. Y lo ponía en el tocadiscos una y otra vez, sin descanso. Todo el día, a todas horas. Lo llegué a escuchar tanto que mis padres me amenazaron con quitármelo si no aceptaba sus condicione­s: ponerlo solo durante los fines de semana y cuando ellos no estuvieran en casa (risas). Ese musical ha sido parte de mí desde entonces. Y, cuando en 1961 estrenaron la versión para el cine, la adoré. Pero mi relación con West Side Story va mucho más allá. El musical ha estado presente también en el nacimiento y crianza de mis siete hijos… Todos han crecido escuchando ese disco, el álbum del reparto original de Broadway. Tan pronto empezaban a andar o hablar, se lo ponía y cantaban canciones como Gee, Officer Krupke; María, o Tonight. Los tengo a todos grabados en vídeo, por cierto, creciendo al son de West Side Story (risas). No tenía las agallas para preguntarm­e si sería posible hacer un remake de la película de Robert Wise y Jerome Robbins. Lo que me pregunté fue si sabría adaptar el musical original de Broadway en una versión que fuera mía. Al final me decidí: eso era realmente lo que tenía que hacer. De la misma manera que hay muchísimas versiones de Romeo y Julieta o de

Hamlet y ninguna de ellas se hizo porque se considerar­a que las versiones anteriores no fueran adecuadas, no vi ninguna razón para no adaptar otra obra de arte, en este caso el musical que Bernstein, Sondheim y Robbins llevaron al escenario años atrás. Mi idea no era renovar un clásico del cine sino rodar mi versión de un clásico del teatro musical. Así que respiré hondo, llamé a mi amigo Tony Kushner, con el que he trabajado en distintas ocasiones, y le pregunté si, en el caso de que consiguier­a hacerme con los derechos, se animaría a unirse a la aventura. Tony dijo que sí. Y así empezó todo…

Al ver tus películas es evidente que sientes la responsabi­lidad de hablar del mundo en el que vivimos. De alguna forma, la obra original hoy en día parece más vigente que nunca. ¿Estás de acuerdo?

Creo que nunca ha sido tan relevante. Lo es tanto o más que cuando surgió la obra, porque en su momento reflejaba la rivalidad entre bandas que nació en las calles del oeste de Nueva York cuando estas estaban siendo derribadas para levantar el Lincoln Center for the Performing Arts. Todo el distrito que va entre la calle 61 y la 72 en la zona oeste, justo debajo de la autopista del West Side, estaba siendo demolida. Y sobre esos escombros es donde los Jets y los Sharks se enfrentaba­n. En realidad no era una guerra por el territorio, sino una guerra entre emigrantes asentados contra recién llegados. Porque recordarás que todos los Jets, que eran blancos, venían de Irlanda, de Italia o de otros países. Emigrantes de segunda o tercera generación. Y los Sharks eran puertorriq­ueños que habían llegado a Estados Unidos persiguien­do el sueño americano. Y para conseguirl­o, para mantener a sus familias, trabajaron durísimo. Mientras que los Jets, en realidad, eran una panda de delincuent­es juveniles. En ese sentido, sociológic­amente, los Jets son los que provocaron a los Sharks, los que empezaron la guerra. Esto es algo en lo que nosotros hacemos hincapié en el film, mucho más que en la obra original de Broadway, y es lo que hace que sea tan relevante y diga tanto de los tiempos en los que vivimos. Tiempos en los que hay una profunda división ideológica entre conservado­res y progresist­as. Y no digamos esa gente que es literalmen­te incapaz de aceptar otras razas, otros colores, otros géneros… La xenofobia, esta palabra que en 2021 está de furiosa actualidad, era un término que casi nadie usaba en 1957, cuando se escribió la obra. Así que sí, por desgracia, la trama vuelve a ser del todo vigente.

Y no es solo cosa de los Estados Unidos, lamentable­mente.

También ocurre en Europa.

Exacto. Esta ola de dudas, de miedo y de creencias conservado­ras está barriendo el mundo entero.

UN MOMENTO DEFINITIVO Y CRUCIAL

Volviendo al film, a cómo de importante e íntima era la obra original para ti, quería preguntart­e algo que, para todo director, es siempre muy importante, un momento definitivo y crucial: el primer día de rodaje. ¿Cómo fue ese día en el set de West Side Story?

“En un film convencion­al, no ensayo. Temo que los mejores momentos no los capturará una cámara de cine”.

El primer día empezamos por todo lo alto. Porque en lugar de optar por algo seguro y sencillo, nos metimos de lleno en el primer número musical, el de Cool ( Calma en la versión castellana). Así que comenzamos con un set piece de cuatro días, que fue lo que duró el rodaje de esa escena. Se aleja completame­nte de la coreografí­a de Jerome Robbins. Y también de su emplazamie­nto en la trama; en nuestra versión va en un sitio completame­nte distinto. No sucede después de la pelea, cuando los Jets intentan calmarse y recargar algo de su energía y furia. En nuestra película ese número va antes de la pelea. Ese día y en ese momento me di cuenta realmente del reto que tenía enfrente. Y eso que llegaba al set después de cinco meses de ensayos, de haber practicado cada número musical y de haberlo grabado y montado con mi iPhone no una vez, no, muchísimas. Y no una versión, sino quizás nueve o diez de cada número en el de los ensayos…

Vaya…

Y llevé una cámara de cine también, para tenerlo claro. Estaba muy preparado. Pero, pese a todo, ese fue el primer día que me di cuenta de que, después de un gran suspiro y de tragar saliva, estaba rodando West Side Story. Que no había vuelta atrás y que tenía que mantener el tipo (risas). Eso fue lo que sentí cuando me fui del set el primer día de rodaje.

Añadiendo a lo que comentas en cuanto a la compleja preproducc­ión, ¿estuviste en todas las audiciones y en las grabacione­s de los temas? Es mucho trabajo que normalment­e no haces en una película convencion­al…

Es que yo, en una película convencion­al, ni ensayo. No trabajo antes con los actores para practicar, sino que ensayamos en cámara. Porque siempre temo que los mejores momentos no los capturará la cámara de cine en el set, sino una videocámar­a en un ensayo en el estudio. En este caso era mandatorio, una regla cardinal. Cuando preparas un musical, tienes que ensayarlo absolutame­nte todo. Dejar listas las canciones con mucho tiempo de antelación. Pese a que rodamos en vivo cuatro de los temas, otros siete los tuvimos que grabar. En realidad grabamos con anteriorid­ad todos. Pero sabiendo que teníamos un plan B en la recámara, decidimos filmar cuatro en vivo. Y fue extraordin­ario, porque es otro nivel de espontanei­dad, de autenticid­ad que no consigues con el lip sync [playback]. Ensayé durante cuatro meses y medio, el mismo tiempo que nos llevó filmar la película. Cuatro meses y medio de rodaje, cuatro meses y medio de ensayos. Y estuve todos los días en cada práctica. Y de ahí saqué cómo hacer un musical.

NARRAR CON LA IMAGEN

Eres un maestro a la hora de explicar la historia con la imagen, cómo planeas las escenas y cómo mueves a los actores por el cuadro o la cámara se mueve a su alrededor. ¿Cómo ha sido en este caso?

Sé que te gustan y se te da muy bien improvisar movimiento­s de cámara, pero supongo que aquí tenías que tenerlo todo muy preparado, especialme­nte los números musicales.

Pues sí, no es que haya improvisad­o mucho. Las tomas del drama y de la comedia de la película las preparaba el mismo día. Pero todo lo que tenía que ver con bailes y canciones lo llevaba dibujado en el storyboard. Además, para tener todos los ángulos y puntos de vista, grabé los ensayos que hicimos en una sala de Brooklyn, donde lo practicamo­s todo porque eso no se puede improvisar sobre la marcha. Sobre todo porque opté por que la cámara interactua­ra con los bailes. No quería que mirara los bailes como lo vería un espectador desde platea. La quería sobre el escenario, entremezcl­ándose con los bailarines. La cámara es casi un bailarín más en nuestra West Side Story.

Tengo la sensación de que, en cierta medida, los musicales son a los sueños lo que las películas de terror a las pesadillas. Consiguen elevar las emociones de una forma que te permiten expresar los sentimient­os de una manera que no pueden hacer otros géneros. ¿Estás de acuerdo?

Sí. Y es porque la expresión musical requiere desde la primera hasta la última fibra del ser creativo. El mensaje y la emoción se vehiculan a través del gesto, del lenguaje corporal y se transmiten de la forma más profunda a través de una canción. Como la ópera. De alguna manera, el tema

A Boy Like That, que cantan Anita y María, es lo más cerca que he estado nunca de filmar ópera. El musical permite la libre expresión, el compromiso total de plasmar las emociones a través de la inteligenc­ia emocional. Y eso varía dependiend­o del actor, del momento interpreta­tivo. Algunos tienen más, otros menos… Pero, en cualquier caso, la música ayuda a que la escena llegue al corazón del espectador muchísimo más rápido que cualquier otro medio. ¿Y sabes lo que es curioso? Que hoy tenemos a toda una generación de gente joven que no creció viendo Cantando bajo la lluvia. Que no saben quién es Busby Berkeley ni han visto Vampiresas de 1933. Tampoco crecieron viendo Un americano en París o

West Side Story. Ni tan siquiera Cabaret o Fiebre del sábado noche. Hay toda una generación que no sabe qué es un musical. Como mucho, lo asocian con La Bella y la Bestia o El Rey León, que vieron con sus padres. En realidad, los films de Pixar y las cintas animadas de Disney son musicales tradiciona­les de Hollywood. Pero el hecho de que sean animación permite que el espectador acepte que los personajes de repente se pongan a cantar y luego sigan hablando. Mucho más que en las películas de acción real. Para los espectador­es jóvenes, la suspensión de credibilid­ad es algo más difícil, les cuesta aceptar que una escena dramática termine en una canción o un baile. Este es uno de los puntos que más hemos trabajado, en conseguir una película que haga que los espectador­es más jóvenes admitan canciones y bailes en una narración dramática.

Otra de las cosas que me llama la atención es cómo has llevado el musical original a las calles de Nueva York.

Es que es un musical de la calle, Jota. Pero de las calles de verdad. Desde 1957, West Side Story se ha llevado a musicales de todo el mundo miles de veces. Una de las últimas, en Japón

“En el plano final, rodé 14 tomas más sin ninguna otra razón que retrasar lo inevitable”.

hace un año y medio. En Broadway, el último montaje de West Side Story era mucho más moderno, estaba en todas partes y… Vaya. Lo siento. He olvidado la pregunta… (risas).

Decía que me sorprendió muy agradablem­ente que llevaras el musical a las calles de Nueva York…

¡Las calles de Nueva York! ¡Es verdad! Lo que iba a decir es que en teatro, West Side Story, al estar limitada por el proscenio del escenario, nunca puede simular de verdad las calles. Y la película de Robert Wise y Jerome Robbins proponía un híbrido entre teatro y cine. Tenía algunas escenas que se rodaron en la calle, pero muchas se filmaron en decorados. Unos decorados magníficos y extraordin­arios, pero decorados. Y eso te obligaba a realizar un acto de fe, de creer que no lo eran. Lo que, yo por ejemplo, hice en su día sin poner ni un pero y de buen grado porque me encantó la forma en la que mezclaron teatro y cine. Nosotros hemos optado por que nuestra película tenga mucha más calle y menos teatro. Eso le da un grado de realismo, una profundida­d e incluso un punto más de oscuridad que cualquier otra versión de West Side Story.

VIVIR (Y APRENDER) RODANDO

Como director, a estas alturas de tu carrera, ¿aún aprendes cosas nuevas cuando estás en el set, rodando?

Dios mío, he aprendido tantas, tantas cosas haciendo esta película. No sabría ni por dónde empezar. Mira, he aprendido tanto que, más de cuatro meses después de rodarla, todavía no me imaginaba dirigiendo otra película.

Me cuadra perfectame­nte.

¡Es que no me veía dirigiendo algo que no fuera un musical! Me preguntaba a mí mismo: ¿Cuándo voy a encontrar algo que sea tan bueno como este texto y música de Leonard Bernstein y Stephen Sondheim? La respuesta es nunca, porque West Side Story podría decirse que es el mejor musical que se ha llevado a escena. Me costó mucho tiempo superar la emoción, la alegría y el reto que ha implicado dirigir esta película. Y después, cuando llegó la COVID-19 y tuvimos que retrasar el estreno un año entero, de diciembre de 2020 a diciembre de 2021, entré en razón y escribí un nuevo guion junto a Tony Kushner que he dirigido y terminamos de rodar hace solo dos semanas. Pasé página, pero costó mucho.

Si no puedes hacer algo grande, siempre pienso que tienes que hacer algo lo más pequeño que puedas…

Exacto y he realizado una película pequeña. De hecho, estoy ocupándome de historias que he querido narrar toda mi vida. Ahora he tenido la suerte de cumplir dos sueños. Primero, hacer mi primer musical. Y después, dirigir mi primera historia íntima, muy, muy personal basada en hechos reales.

Es interesant­e tu mención a la pandemia y el retraso en el estreno de West Side Story porque, al menos para mí, este tiempo de espera ha hecho que aumenten mis ganas de verla. Creo que de alguna manera hemos recuperado ese sentimient­o de anticipaci­ón que lleva al deseo de ver una película, algo que encuentro una parte clave de toda la experienci­a cinematogr­áfica. ¿Crees que en estos días en los que todo pasa tan deprisa hemos perdido algo de eso?

Tienes toda la razón, Jota. La pandemia nos encerró entre cua

tro paredes, fue casi como si estuviéram­os en refugios antibombas, en un escenario posapocalí­ptico. De repente, todas nuestras rutinas se fueron al garete, ir a la oficina, todo… De haber alguna parte positiva, al menos para mí, es que toda la familia se reunió: mis siete hijos volvieron a casa con nosotros y así hemos estado durante casi un año y medio. Pude recordar lo genial que fue la época de crianza, revivir algo su infancia con ellos y mi esposa. Pero tampoco se podía hacer nada, solo trabajar vía videoconfe­rencia con los guionistas o socializar un poco por Zoom. Tuvimos mucho tiempo para pensar, para evaluar nuestra vida… Y al tomarme ese tiempo para echar la vista atrás y pensar en mi propia infancia fue como tuve la idea de mi nuevo proyecto, en el que cuento cómo fue crecer, ser un crío en mi propia familia, con mis padres.

¡HEMOS ACABADO… O NO!

Suena genial… Y creo que llegamos a la última pregunta. Antes me explicabas cómo fue el primer día de rodaje. ¿Y el último? ¿Cómo te sentiste?

Una semana antes de llegar al final del rodaje ya sabía que no quería que esta experienci­a terminara nunca. En la última toma teníamos a Tony, cantando María, corriendo y pasando por encima de un charco. La cámara está por encima de su cabeza, enfocándol­o en un picado, mientras él mira hacia arriba, a una ventana, buscando a María, a la que no ha visto aún… Vaya, un plano para nada complicado. Y, encima, la primera toma ya era buena. A la primera… No se podía mejorar. Ansel (Elgort) estaba fantástico, la cámara hizo lo que se suponía que tenía que hacer, no falló nada. A veces pasa, ya lo sabes, que todo sale bien a la primera. El que no estaba preparado era yo. No estaba dispuesto a decir: Toma buena, a positivar. Hemos terminado, y dar un discurso a todo el equipo dándoles las gracias. No quería y no podía… Rodé 14 tomas más sin ninguna otra razón que intentar retrasar lo inevitable, que el rodaje de West Side Story había terminado (risas). ¡Increíble!

Rita Moreno me pidió si podía cerrar ella la última toma con la claqueta, porque casi 40 años atrás Robert Wise le había dejado hacer lo mismo en su versión. ¿Puedo cerrar la toma de tu West Side Story?, me preguntó. ¡Pues claro, Rita!

Por supuesto que puedes, le dije. Así que ahí estaba ella, también en el set, cerrando con la claqueta todas las 14 tomas de más que rodamos… Cuando íbamos por la 12 o por la 13, se me acercó y me dijo: Mira, Steven. Yo te entiendo pero… ¿de verdad no tienes ya lo que querías? ¿No has rodado ya suficiente? Con Robert Wise solo hicieron falta tres tomas para terminar… ¡y aquí vamos ya por la 12! Pero de verdad, es que no estaba listo para darlo por finiquitad­o. Hasta que un par de tomas después, me vi capaz de decir Hemos acabado.

Es una anécdota fantástica. Y, además, la mejor manera de terminar nuestra charla.

Oh, qué pena. Me ha encantado hablar contigo, Jota. Ha sido muy divertido.

Una última cuestión. Me pregunto cuál es tu relación, hoy en día, con el cine clásico. ¿Sigues viendo tanto como antes? ¿Aún te sorprenden?

Lo veo constantem­ente.

Pero no solo clásico, veo todas las películas viejas que puedo. Cuando tengo algo de tiempo libre. De hecho, lo único que hago es ver cine.

¿Y sigues viendo cosas nuevas en ellas?

Sí, porque su manera de narrar es maravillos­a. Ponen tanto énfasis en la trama, en los temas a tratar. Su estructura narrativa, la historia, está tan ajustada, tan pensada al milímetro. No sobra nada, no podrías cortar nada… Bueno, podrías pero entonces perderías parte de la esencia de la historia. Me encanta ver lo eficientes que eran, lo eficaces y económicas que eran, narrativam­ente hablando, las películas de los años 30 y 40.

Recuerdo que cuando preparábam­os Jurassic World: El reino caído hablamos mucho de las comedias de Howard Hawks. ¿Sabes qué? Me encantaría verte dirigiendo una comedia de ese estilo…

Me encantaría hacer algún día una película al estilo de

Howard Hawks como La novia era él (1949), con Ann Sheridan y Cary Grant. De verdad que me gustaría mucho…

Y a nosotros verla. Muchísimas gracias, Steven.

Ha sido una charla fantástica, Jota. Cuídate mucho y espero verte pronto en persona.

Sí, ojalá sea pronto. Muchísimas gracias de nuevo.

De verdad que lo espero. ¡¡Adiós!!

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