In my opinion
La vida útil de las series generacionales es corta. A menudo, su caducidad no tiene tanto que ver con si son mejores o peores sino con el apego efusivo y repudio posterior de la quinta a la que representan. Luego están las que nadie reclama como propias porque ya no somos unos niños y porque tampoco está claro que tengan como objetivo capturar una realidad de un momento concreto. Creo que Vida perfecta es una serie generacional sin pretenderlo, una de las que no cuenta con un grupo nutrido de fans que la reivindique a pesar de verse reflejado en sus personajes.
Recordaba mientras veía la notable segunda temporada de Vida perfecta aquel capítulo de Girls (serie excelente de rápida combustión) en el que Hannah se despatarraba cara al sol y abría en cortina el bañador por la entrepierna para broncear la vulva.
Del gusto que da airear no solo el sótano, sino sobre todo el ático trata la serie de Leticia Dolera (coescrita con Manuel Burque).
Propone más dudas que certezas, incógnitas vitales de tres personajes bien dibujados que se manejan a trompazos aparentando determinación porque así se supone que deben hacer, ya son mayorcitas. Un puñado de anécdotas en la vida de tres mujeres de ahora que caen en la cuenta de que sí, que iba en serio el tema y que no volverán a ser jóvenes.