COMO UN TORRENTE
La actriz colombiana deslumbra con su papel en ‘Llegaron de noche’, un thriller político dirigido por Imanol Uribe. Intensa, apasionada y meticulosa, nos desvela los secretos de su proceso de transformación y de su incipiente carrera como productora.
Llega a la entrevista efervescente y enérgica. Agitando su melena leonina y gesticulando en cada respuesta con todo su cuerpo. Dice que todavía está en plena resaca de felicidad por haber sacado adelante un proyecto tan íntimo como El perdón, un montaje de danza con el que ha hecho un exorcismo personal sobre el asesinato de su padre. Dice que no ha querido hacer psicodrama, sino ahondar en el círculo de la violencia. Dice que huye del sentimentalismo, que no había sido capaz de ponerse un tutú desde que a los 16 años le dieron la noticia. Dice que todavía lleva el espectáculo a flor de piel, que nunca ha sido tan productiva. Y no lo puede evitar: Juana es sexy, intensa y sofisticada. Se compromete, se lo cree, y tiene plena autoconsciencia de su instrumento actoral. Es decir, de ella misma. Una emoción, un cuerpo y una voz, que usa con disciplina. En este instante no se parece en nada al personaje de Lucía, la mujer salvadoreña que limpiaba en la universidad donde asesinaron a los seis jesuitas, la cocinera y su hija, el 16 de noviembre de 1989. Y, sin embargo, en Llegaron de noche, Juana Acosta (Cali, 1976) es pobre, es rural, es apocada. Encarna el miedo. Y sí, es Lucía.
¿Cómo ha sido adentrarse en este personaje?
Un viaje a fuego lento. Desde que hablé con Imanol (Uribe) y me ofreció el papel, hasta que rodamos la película pasaron tres años, incluido el confinamiento. Así que el personaje lo fui cocinando muy de a poco, y tener ese tiempo me permitió incluso ir a conocerla a Estados Unidos. ¿Dónde viven actualmente Lucía y su marido?
En Manteca, California. Aproveché uno de mis viajes a Los Ángeles, alquilé un coche y me fui a verlos. Fue una experiencia muy emocionante. Pasé un fin de semana con ellos, me recibieron en su casa, me cocinaron y pude comprobar que a pesar de haber pasado 30 años desde la matanza de los jesuitas, todavía se emocionaban contándome la historia. Se les veía la angustia, la paranoia… Cerraban las persianas y las ventanas para hablar del tema; no querían que fuéramos a comer a ningún restaurante porque nunca hablan de su experiencia en lugares públicos.
Resulta muy sorprendente verla en la película encarnando a una mujer rural tan apocada, con el cuerpo encogido, muerta de miedo, cuando uno de los rasgos que mejor la identifican es su capacidad de comerse la cámara, su ímpetu.
Para mí era un reto enorme y le agradezco eternamente a Imanol que me haya dado este personaje porque no es lo obvio. La mayoría de directores buscan a una actriz igualita al personaje que se han imaginado, a alguien que dé el físico. Y yo no daba ni el físico, ni la energía ni nada. Yo era la antítesis de Lucía, y eso para mí es la felicidad porque me reconcilia con este trabajo. ¿Para qué nos hemos formado los actores si no es para poder encarnar a personajes así a los 45 años?
Cuando llegó a España en los 90 estuvo formándose en la escuela de Juan Carlos Corazza. ¿Ha seguido apoyándose en él, como Javier Bardem, que prepara todos sus personajes con su viejo maestro?
Sí, sí, yo me pre
“Cuanto mayor me hago, más tiempo le dedico a preparar cada personaje. Es un trabajo hermoso y yo me lo gozo”.
paro todos los personajes con Juan Carlos. Es mi maestro, mi confidente y mi familia.
¿Y qué les da Corazza? ¿Qué tiene?
Una mente brillante y la lucidez para ir hasta el fondo. Con Juan Carlos se trabaja mucho la no literalidad, es decir, lo que está por debajo de lo que se dice. Leemos escena por escena, viendo cómo sacarle el mejor partido a ese personaje y cómo sacarle más brillo, que el personaje tenga identidad, que sea expresivo, que no se quede en la cosa televisiva y que tenga carne. Es todo un trabajo hermoso, y yo me lo gozo. A medida que pasan los años y soy más grande paso más horas preparando los personajes. Para hacer a Lucía estuve trabajando con Juan Carlos durante seis sesiones. Las grabé todas, siempre lo hago, para no tener que estar tomando notas, y luego las transcribo al pie de la letra. Después imprimo esas transcripciones y junto al guion se convierten en mi biblia de trabajo. Tengo transcritos todos esos procesos desde mi primer papel.
También trabaja a fondo los acentos.
Si quieres hacer bien un acento, y que no sea de brocha gorda, tienes que dedicarle muchísimas horas. Hay que reeducar el posicionamiento de tu lengua incluso en uniones de sílabas. Por ejemplo, cuando empecé con el acento español, cada vez que tenía que decir una palabra con ‘s’ y ‘c’, como ‘piscina’, yo sufría. ¡Tres frases antes, ya empezaba a estar tensa! Todos los acentos, como el de Lucía, que es un acento salvadoreño rural, me los trabajo con un foniatra y con alguien original de la región. Me grabo, lo repito muchísimo, lo integro y luego ya cuando llego al set, lo que quedó, quedó. No hay lugar en el mundo en el que me sienta más cómoda que en un rodaje.
En Francia tiene una carrera muy interesante. ¿Quién es Juana Acosta en francés?
Lo hablo desde los tres años porque estudié en el Liceo. Entiendo el carácter de los franceses y su humor, y me siento muy libre actuando en su idioma, que es algo que no me pasaba al principio en castellano. ¿Y dónde me ubican? No me dan personajes de francesa porque tengo acento, pero sí de italiana, de española, de latina…
Incluso de vasca. ¡Hizo de Yoyes, la etarra, en francés!
Eso no me lo habría dado jamás un director español. En esa época estaba con Ernesto (Alterio), que había hecho de marido de Yoyes en la película de Helena Taberna y me decía: Eso no te lo van a dar; mi representante, lo mismo: Es imposible… Y no solo me lo dieron, sino que me premiaron en Biarritz contra todo pronóstico.
Lo que son los encasillamientos, ¿cree que en España de algún modo sigue siendo ‘la colombiana’?
Nos toca vivir con los encasillamientos y atravesarlos, no queda otra. Pero yo soy como una hormiguita y cuando se me mete algo en la cabeza no hay quien me lo quite. Y ahora que estoy empezando la fase productora ni te cuento…
Por favor, cuénteme.
Llevo más de 20 años conectando a gente de Europa y Latinoamérica, creando puentes de forma natural porque soy así. Y de repente pensé:
¿Y por qué no empiezo a juntar a gente para contar las historias que a mí me interesan? Nos pusimos en marcha y junto a mi hermana, que también es actriz y vive en México, fundamos Calité Films. Apenas hace un año y ya estamos moviendo dos series originales en plataformas. Me encanta la sensación de coger una idea desde el embrión y desarrollarla. Siento que estoy en una fase de mi vida de máxima productividad.
“Me siento muy libre trabajando en francés. Allí, incluso he hecho de etarra, un papel que jamás me habrían dado en España”.