Fotogramas

LA PALIZA DE GREER GARSON

Las ceremonias de entrega de los premios Oscar han dejado para la posteridad multitud de anécdotas. La autora saca a la luz una verborreic­a protagoniz­ada por la inolvidabl­e actriz de ‘La señora Miniver’.

- Por Rosa Belmonte*. *Rosa Belmonte es abogada, columnista y colaborado­ra en varios medios de comunicaci­ón.

Norma Shearer rechazó hacer de La señora Miniver (1942) porque no quería ser madre. Y menos de un hijo tan mayor. Greer Garson lo aceptó, ganó un Oscar por su interpreta­ción y se casó con ese hijo, Richard Ney, que tenía 26 años. Ella, 12 más. Norma Shearer era solo dos años mayor que Greer Garson. Se había quedado viuda en 1936 cuando Irving Thalberg murió a los 37 años. Se quiso retirar, pero se lo impidió un contrato con la MGM. Su última película fue también del 42, Her Cardboard Lover, de George Cukor. Ese mismo año, Norma Shearer se casó con un profesor de esquí diez años menor que ella. A Greer Garson, el matrimonio que le hacía sentirse joven y ponía nervioso a Louis B. Mayer le duró del 43 al 47. Luego se casó con un millonario texano que le hacía sentirse rica.

Pero yo estaba hablando de Greer Garson por otra cosa. A punto estuvo de acuñar la ley Garson a la hora de recoger un Oscar. Su discurso como Mejor Actriz el 4 de marzo de 1943 por su señora Miniver en la película de William Wyler fue tan largo que la leyenda dice que duró una hora. Fueron cinco minutos y medio (de los que solo se guardan unos tres). Lo suficiente para que la gente en el Hotel Ambassador se llevara las manos a la cabeza; Joan Fontaine, que se lo había entregado, aguantara estoica detrás la tabarra, y que la Academia decidiera que eso no podía ocurrir más, que había que poner límites a los agradecimi­entos. A los 45 segundos recomendad­os, aunque no se mantengan. La británica Garson habló de lo bien que la habían tratado siendo inmigrante. Aunque Lana Turner dijera que el maniquí de Greer Garson en el departamen­to de vestuario de la Metro era el que tenía las caderas más anchas ( Pero es una mujer alta, añadía).

Garson casi declamaba con su Oscar, inclinada sobre un atril lleno de micrófonos. Hombre, hay que tener en cuenta que la película fue uno de los más poderosos artefactos de propaganda de la época. Hizo ver a los estadounid­enses que era correcto entrar en la guerra. En la ficción, el señor Miniver (Walter Pidgeon) se había ido con su propia lancha para ayudar en la evacuación de Dunkerque. Tanto Roosevelt como Churchill animaron al público a verla para levantar la moral. Tiene gracia que años después, Garson hiciera de Eleanor Roosevelt. Churchill llegó a decir que la película había hecho más por los esfuerzos de guerra que cualquier flota de destructor­es. Y Goebbels, envidioso, la ponía de ejemplo de cómo había que hacer las películas a los cineastas alemanes que quedaban en el Reich.

Pero Garson tenía más cosas de las que hablar en ese atril.

Por ejemplo, de lo azaroso de que ella fuera la premiada, de que ser nominada ya era una gran suerte, de que casi todo el mundo estaba a la altura si le daban la oportunida­d. Y de que no se puede comparar de manera justa. Un rollo que para qué. Había sido nominada dos veces antes. Y lo sería cuatro veces más. No volvió a ganar el Oscar, pero recogió dos más, uno en 1952 y otro en 1962. El del 52 era de Vivien Leigh por Un tranvía llamado deseo. El de 1962, de Sophia Loren por Dos mujeres.

En 1980 el Oscar del largo discurso fue destruido en el incendio de su casa, pero la Academia le dio otro. El último trabajo fue en Vacaciones en el mar, en 1982 (moriría en 1996). El mismo 82 rechazó ser la madre de Joan Collins en Dinastía. Eso me habría gustado verlo.

“EN 1980 EL OSCAR DEL LARGO DISCURSO FUE DESTRUIDO EN EL INCENDIO DE LA CASA DE GREER GARSON. PERO LA ACADEMIA DE CINE LE DIO OTRO”.

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