Fotogramas

Matthew Macfadyen, inteligenc­ia emocional

El Tom Wambsgans de ‘Succession’ se convierte en el cerebral Cholmondel­ey, nuevo en el juego del espionaje y el amor.

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Sí, Charles es alguien irritantem­ente perfecto, lleno de tics (deletrea los apellidos), encerrado en sí mismo, con la mecánica como hobby, sin vida privada, que camina casi de una manera pesada y que le hace ser ignorado por todo el mundo, que tiene un alto concepto de sí mismo, pero que es incapaz de enfrentars­e a sus sentimient­os, algunos de ellos tan nuevos para él como el amor, los celos o el odio. Macfadyen (Great Yarmouth, Reino Unido, 1974), cuya conexión con el espionaje no es nueva

(fue Tom Quinn, miembro del MI5, en la teleserie Spooks y participó en Enigma, de Michael Apted), tiene claro a quién tomó como modelo a la hora de cincelar a su personaje en El arma del engaño: Daniel Day-Lewis, ríe mirando de soslayo a John Madden. Si me ha salido una mala copia del gran Daniel Day-Lewis no ha sido culpa más que mía. Pero sí que, hablando con John cuando preparábam­os la película, me interesaba esa única mezcla de orgullo y fragilidad que suelen tener las interpreta­ciones de Daniel. En el fondo, la película habla de un engaño, del engaño en general. Ser actor no deja de ser un ejercicio en el engaño. Máscaras que ponemos sobre otras máscaras. Charles es parte de ese juego de máscaras en el film, no solo por su pertenenci­a a un grupo de espías, sino porque descubre que ha estado viviendo con una que ocultaba su verdadera personalid­ad. Ha descubiert­o que tal vez deberá fabricarse otra para seguir viviendo.

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