ES EL VECINO EL QUE ELIGE AL ALCALDE Y OTROS MITOS DE LA DEMOCRACIA
Isabelle Huppert en ‘Promesas en París’ nos recuerda a otros alcaldes de cine. Caciques, populistas, seductores, jacobinos, entrañables, heroicos o arbitrarios..., son nuestros políticos de andar por casa.
1. ‘Bienvenido, Míster Marshall’ (Luis García Berlanga, 1953)
El guion de Berlanga, Bardem y Mihura no deja títere con cabeza: critica la política aislacionista del Gobierno, las falsas apariencias, el atraso cultural, la influencia de la Iglesia… La censura no se enteró, pero en Cannes captaron la idea.
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José Isbert es el inolvidable alcalde sordo que arrastra al pueblo con su fe en los americanos, y sus dólares, hacia la patochada folclórica: Como alcalde vuestro que soy…
2. ‘El último hurra’ (John Ford, 1958)
Da igual de lo que vaya la película, que John Ford siempre acaba hablándote de lo importante. En este caso, de la grandeza de la derrota, de la lealtad… y, sobre todo, del sentido que le da a una vida haberse entregado a lo colectivo.
NIVEL DE APROBACIÓN
Spencer Tracy es Frank Skeffington, poderoso, populista y sentimental alcalde de origen irlandés, que dirige su ciudad con mano de hierro y pelea su última campaña.
3. ‘Tiburón’ (Steven Spielberg, 1975)
El alcalde de Amity es tan incompetente que cuando el sheriff Broddy le avisa de que abrir las playas el 4 de julio será como llamar al tiburón a cenar, él le contesta que la gente sabe nadar. ¿Poner la economía por delante de la salud…?
NIVEL DE APROBACIÓN
Hay un famoso meme que resume el nivel de inquina hacia él: La próxima vez que dudes si votar recuerda que el alcalde de Tiburón 1 seguía siendo el mismo en Tiburón 2.
4. ‘Amanece, que no es poco’ (José Luis Cuerda, 1989)
Una de las mayores osadías de esta película es la extrañeza y la hipérbole de su lenguaje. ¡Alcalde, todos somos contingentes, pero tú eres necesario! citan los ‘amanecistas’. Por cierto, ‘el niño deprimío’ hoy es el alcalde del pueblo.
NIVEL DE APROBACIÓN
Cuando Rafael Alonso vuelve de la capital con Fedra Lorente (la Bombi) su pueblo le recibe con ramas de olivo y le vitorea: ¡Viva el munícipe por antonomasia! ¿Qué menos?
5. ‘El árbol, el alcalde y la mediateca’ (Éric Rohmer, 1993)
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Los habitantes no tienen interés en la famosa mediateca, que no es más que el típico proyecto ‘cultural’ mastodóntico tantas veces perpetrado en los pueblos de España.
Protagonizada por un alcalde burgués bienintencionado y un maestro de escuela ecologista, en esta cinta cien por cien Rohmer las conversaciones se suceden y la epifanía surge en lo nimio. O sea, en la interacción entre lo humano y el paisaje.
6. ‘Los miserables’ (Tom Hooper, 2012)
La crítica la destrozó y habló de priapismo sentimental, pero el público lloró, hubo Oscar y los corazones se inflamaron de ardor revolucionario con el himno Red and Black. Como tantas veces, la emoción sustituyó a la política.
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El pueblo ama al señor Madeleine por su bondad. Obvio: cómo no amar a Jean Valjean –si lo encarna Hugh Jackman–, ese hombre tan injustamente castigado (y tan guapo).
7. ‘Leviatán’ (Andrey Zvyagintsev, 2014)
Aunque perdió el Oscar ante la polaca Ida, su éxito internacional llevó al Gobierno de Putin a decir que a Occidente le gusta premiar el arte ruso que denigra a Rusia. Su director recomendó que la pirateasen a placer.
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Yo soy el jefe y tú no has tenido, no tienes y no tendrás ningún derecho, le dice el alcalde al protagonista, cuya casa quiere expropiar por la fuerza para un proyecto inmobiliario.
8. ‘Batman: La LEGO película’ (Chris McKay, 2017)
Los que odian a Batman creen que es el mejor de la historia, y algunos de los que lo aman, también. Desde luego, es el único con sentido del humor. Una lección de autorreferencialidad y el mejor retrato psicológico del personaje.
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En su afán de artefacto de la cultura pop, la elección para interpretar la voz de la alcaldesa es insuperable: Mariah Carey, que no canta ni se deja en casa su collar de perlas.
9. ‘Los consejos de Alice’ (Nicolas Pariser, 2019)
Es paradójico que Fabrice Luchini, el ecologista de la película de Rohmer, sea 26 años después el alcalde de Lyon. Un hombre inteligente, seco, cansado, que cree en el progreso y pide ayuda a una filósofa porque se siente vacío de ideas.
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Théraneau es uno de esos políticos que defienden su plaza termidorianamente, al estilo del PSOE de los 80, pero con Alice se vuelve imprevisible y menos pragmático.