SIMPATÍA POR EL LADO OSCURO
Cuando se puso por primera vez en la piel de Anakin Skywalker, Hayden Christensen (Vancouver, Canadá, 1981) tenía 19 años. Solo unos meses antes estaba en la compañía de escuela del instituto. Fue una experiencia que me cambió la vida. Desde que acabé las precuelas, he disfrutado del universo Star Wars como un fan más: mirando las nuevas películas, los cómics, las novelas o las series, admite. Ahora tengo 41, soy padre de una niña y casi una persona distinta, pero tener la oportunidad de volver a la saga e interpretarlo de nuevo ha sido muy especial. Un regreso que, en su caso, tiene algo de justicia poética: su rol protagonista en las precuelas auguraba una meteórica carrera que no acabó de cuajar. De hecho, el canadiense ha participado solo en siete proyectos en la última década, pero eso no quiere decir nada, solo tengo otros intereses. Adoro ser actor, me apasiona, pero también disfruto haciendo otras cosas, explica el intérprete que, en los últimos años, ha fijado sus esfuerzos en sacar adelante una granja en Ontario. Nada que ver con la obsesión que atormenta a Darth Vader en este nuevo capítulo galáctico: Matar a Obi-Wan Kenobi, dice sin tapujos. Darth Vader es un personaje complejo, con muchos conflictos internos que vienen del dolor de la pérdida de Padmé o su relación con la Orden Jedi…, pero el origen de esa rabia está en la lucha que mantiene para entender y aceptar quién es ahora. Cree que matando a Obi-Wan también acabará con esa parte de sí mismo que tanto daño le causa.