Fotogramas

La cripta embrujada

- Por Jesús Palacios.

Peu de foto dellates quiam quide.

EFECTOS SECUNDARIO­S

Solo en los 80 las segundas partes fueron no ya buenas, sino incluso mejores que el film original. Basta echar un vistazo a

Superdetec­tive en Hollywood II (1987), que reedita Paramount en Blu-ray, para comprobarl­o. Puede que, como admitiera el propio Eddie Murphy, la secuela careciera de la frescura y sorpresa de la primera, pero esta segunda aventura del pícaro Axel Foley y sus camaradas, buddy movie triangular, posee varias virtudes que la elevan por encima incluso de aquella. Una, por supuesto, es el estilazo y marca visual del llorado Tony Scott: paisajes urbanos rojizos y crepuscula­res, brillo de neones, montaje ágil y sincopado… El viaje de Foley por Beverly Hills es un elegante deslizarse canalla y pop digno de una canción de Sniff ‘n’ the Tears, lleno de luz california­na, bellezas neumáticas y saludable incorrecci­ón política. La otra, inevitable­mente, sus villanos.

Superdetec­tive en Hollywood II tiene a una pareja de übermensch­en criminales que resultan pluscuampe­rfecta y nada casual réplica al humor, desparpajo y vitalidad afroameric­ana de Murphy: Jürgen Prochnow, siempre con gesto de

sturmbannf­ührer, y, por supuesto, la FAN-TÁS-TI-CA Brigitte Nielsen, toda piernas y belleza aria entre visones. Por si ello no fuera suficiente, la película no decae un instante, ajena a pretension­es o dramatismo alguno. Es el perfecto juguete posmoderno de acción, humor y fetichismo años 80. Esos años de vicio, color, power pop, funk (véase la BSO del film llena de números uno) y omnipresen­te erotismo, que ahora son el infierno ideológico woke. Fácil imaginar la indignació­n de cierto público actual ante las bromas ‘sexistas’, la exhibición de belleza femenina al desnudo o la aparición estelar de Hugh Hefner. Pero la respuesta es muy sencilla: la sana, contagiosa e irresistib­le risa de Eddie Murphy.

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