Fotogramas

La gran evasión

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- Por Laura Pérez.

Modelo 77, de Alberto Rodríguez, da el pistoletaz­o de salida a un otoño de lujo en el que la rentrée esta llena de buen cine español. Fantasías (Rainbow), terrores íntimos (Jaula), dramas deportivos (42 segundos), comedias culinarias (La vida padre), óperas primas prometedor­as (Libélulas)… Y a la vuelta de la esquina todavía mucho, mucho más. Estén atentos a sus pantallas porque ¡esto acaba de empezar!

El director sevillano ha creado uno de los universos más personales de nuestro cine. Ahora estrena ‘Modelo 77’, película que inaugura el Festival de San Sebastián, y que ha rodado en la célebre prisión barcelones­a. Entre esas rejas vuelve a los ambientes oscuros y a la tensión del thriller, añadiendo una dosis emocional que no le habíamos visto hasta ahora.

Alberto Rodríguez (Sevilla, 1971) hacía cola para matricular­se en la universida­d cuando decidió a cara o cruz que estudiaría Comunicaci­ón Audiovisua­l en lugar de Periodismo. Tal vez el mundo se perdió un reportero, pero ganó un director de cine. Desde entonces sigue haciendo películas con el mismo grupo de amigos que se juntaron en aquella época. Se estrenó con El factor Pilgrim (junto a Santi Amodeo), siguió con El traje y se consagró con 7 vírgenes. Después vinieron After, Grupo 7, La isla mínima y El hombre de las mil caras, colocándos­e como uno de los grandes directores de nuestro cine. Todas (a excepción de After) han pasado por el Festival de San Sebastián, donde estrena Modelo 77, una película ambientada en la prisión de Barcelona en la época de la Transición. El cineasta ha dedicado 15 años a darle vueltas a esta historia y a documentar­se para hacerla. Y lo ha hecho con un grado de realismo tal que uno de los antiguos presos, que acudió a una jornada de rodaje, se le acercó al oído y le dijo: Es tal cual era.

¿Por qué ha pasado tanto tiempo hasta que ha rodado esta historia? Me interesó la paradoja de ver la Transición desde el último lugar al que llegó, que fueron las prisiones. Allí había gente juzgada por las leyes de una dictadura que seguía en la cárcel durante la democracia, y me atrapó ver cómo encauzaron ellos esa enorme injusticia. Es una película sobre COPEL (Coordinado­ra de Presos en Lucha) y, sobre todo, sobre la justicia social.

“CUANDO HAGO CINE TENGO UNA FORMA DE ABORDAR EL PROYECTO MÁS ARTESANAL. YO ME SIENTO MÁS CÓMODO EN ÉL. MI BAGAJE ESTÁ MÁS LIGADO AL LARGOMETRA­JE QUE A LAS SERIES”.

¿Qué documentac­ión y testimonio­s ha manejado para escribirla finalmente?

Pasamos mucho tiempo en la hemeroteca. Los diarios de la época recogieron durante años noticias de estas revueltas en las cárceles y, sin embargo, es un tema que se ha olvidado por completo. Hemos entrevista­do a presos que estuvieron involucrad­os y que en el momento eran muy jóvenes, incluso más que Miguel (Herrán) en la película. También a dos miembros de Els Joglars encerrados en la Modelo entonces. Los libros completaro­n la tarea. Leímos Vigilar y castigar (M. Foucault) para entender lo que son las prisiones y lo que representa­n en nuestra sociedad.

La Modelo funciona como un personaje más. ¿Impresiona rodar en un escenario con tanta carga histórica?

Es tan protagonis­ta que figura hasta en el título. Fue muy difícil conseguir los permisos, pero después nos han ayudado mucho. Creo que las organizaci­ones que llevan ahora la

“CUANDO EMPIEZAS UNA PELÍCULA TIENES QUE OLVIDARTE DE LO ANTERIOR, ANDAR UN CAMINO NUEVO. CADA UNA TIENE UNA FORMA DE CONTARSE Y NO VALEN LAS COSAS QUE HAS HECHO ANTES”.

cárcel querían también que se conociera esta historia, es bueno que no se olvide.

¿Siente cierta responsabi­lidad por la tarea pedagógica de contarla?

Como director intento hacer las películas que me gustaría ver como espectador, así que no siento esa presión. Además, hay cosas que sé que no sucedieron así. La película tiene un punto de vista muy cerrado: solo se ve lo que ven los protagonis­tas, para que el espectador se ponga en su lugar. Ese era nuestro planteamie­nto y hace que no podamos asistir a muchas cosas que ocurrieron en el movimiento COPEL. No es una lección de historia, pero creo que se parece bastante a cómo debió de ser.

Combina escenas con mucho movimiento de cámara, incluso de acción, con otras estáticas y donde impera el silencio. ¿Le costó dar con el ritmo preciso?

A veces me costaba el ejercicio de constricci­ón, de sencillez. El director de fotografía, Álex Catalán, me tenía que recordar todo el rato que fuera a menos. Está todo muy cerrado sobre ellos y, cuando no, sobre la prisión. Elegimos un estilo muy concreto y lo mantuvimos hasta el final.

LA EXPERIENCI­A COMO GRADO

¿Rueda más relajado ahora, después de siete películas (y dos series) en la espalda?

Sí, siento menos presión. Cuando más la noté fue después de 7 vírgenes, porque hicimos la película pensando que tenía unas posibilida­des comerciale­s limitadas, pero hizo un millón de espectador­es y consiguió varias nominacion­es a los Goya. Cuando empecé la siguiente tenía la presión de venir de ese lugar. Pero me sirvió para darme cuenta de que ese no era el camino, porque te agarrota. Cuando empiezas una película tienes que olvidarte de lo anterior, andar un camino nuevo. Cada una tiene una forma de contarse y, a menudo, no valen las cosas que has hecho antes.

¿Qué había de nuevo en esta respecto a La isla mínima o El hombre de las mil caras?

Nos prohibimos hacer plano contra plano. Todo parece sencillo, pero en esta película cada cosa está pensada para ser muy efectiva. A veces no es fácil trabajar con elementos simples.

¿Qué ha sido lo más complicado?

Dar verosimili­tud a seis semanas de rodaje en Sevilla, donde hemos realizado las escenas de las celdas. También ha sido difícil hacer creer al espectador que había 1.200 personas dentro de esa cárcel. Buena parte se consigue con el fuera de campo y con el sonido, que ha tenido un tratamient­o muy especial. Ha sido

muy laborioso porque había que hacer el ruido de la celda, de todas las de alrededor, del pasillo… Hemos conseguido que aquello sonara por todas partes.

Muestra el drama interno de los personajes con una emotividad que no vemos en sus anteriores películas…

Creo que es la que más emoción tiene de todas las que he hecho. Viene del drama de estar prisionero, de que la decisión sobre tu tiempo no te correspond­a a ti, sino a otro. Hay algo que comparten todos los relatos carcelario­s a los que hemos tenido acceso: cada una de esas biografías te hacen llorar en algún momento. En esas situacione­s tan duras los sentimient­os están a flor de piel y esa es una de las cosas que más me interesaba retratar.

Miguel Herrán está soberbio como protagonis­ta. ¿Cómo ha trabajado con él?

Tuve una reunión con él en plena pandemia por Skype. Me quedé convencido de que había entendido la película. Estaba muy implicado, se ha involucrad­o mucho emocionalm­ente, igual que Javi (Gutiérrez) y que todos los demás. Creo que es parte del secreto. Se ha trabajado con muy buen ambiente. En el caso de Miguel era una cuestión de control, de ir buscando el tono y fue muy fácil. Lo que no vi es que estaba tan fuerte. No tenía un cuerpo de los años 70, solo Schwarzene­gger estaba así entonces. Hablamos mucho de eso y se lo tomó en serio, perdió masa muscular… (Creo que al final no me odia tanto por ello).

¿Ha tenido alguna referencia de cine carcelario?

Me gusta mucho el género, pero lo que más me importaba es que fueran seres humanos, no malotes. No quisimos hacer un dibujo del hampa, sino mostrar personas como tú y como yo. Hay algunos homenajes a La evasión (Jacques Becker, 1960). La escena del cepillo de dientes, que es como los presos miraban los pasillos, está tomada de ahí.

Ha rodado uno de los capítulos de la serie basada en el pódcast que se estrena también en San Sebastián. ¿Qué puede contarnos?

Es lo más duro que he rodado en mi vida. Fueron tres semanas terribles por una ola de frío polar en plena primavera. Está todo rodado en exteriores en la sierra de Segovia, a -4 grados, nevando, granizando… Filmamos la historia de un pastor y hubo que llevarse las ovejas porque el veterinari­o dijo que había riesgo de que murieran de hipotermia. He descubiert­o que te puedes enfrentar a un clima tan sumamente hostil.

Ha hecho televisión también en ¿Cómo afecta este medio a su manera de trabajar?

Siento que uno es industria y otro, manufactur­a. Cuando hacemos cine tenemos una forma de abordar los proyectos más artesanal y yo me siento más cómodo en él. Mi bagaje está más ligado al largometra­je que a las series. También me pasa como espectador. A menudo pienso: Esto se podría acabar ya, y todavía quedan seis capítulos. Con las películas no me pasa, es muy difícil que quite una por mala que sea. Con las series tengo menos piedad.

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Javier Gutiérrez y Miguel Herrán en ‘Modelo 77’.
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