EL CHÁNDAL DEL ARTESANO

¿Un director español desarrolla un método diferente en una producción internacional? ¿Cómo traslada esa experiencia a la ficción nacional? El cineasta, curtido en la realización de series internacionales y que debuta este mes en nuestro país con ‘La novia

Siempre he tenido un problema con la palabra ‘Artista’. Primero que cuando pienso en ‘Artista’ se me viene a la cabeza Lola Flores en vez de Lars von Trier, y luego cada vez que cojo un avión a Toronto para rodar The Umbrella Academy o me despierto a las 5 de la mañana para ir al set de El alienista me siento como un artesano que va poco a poco perfeccionando su oficio, haciendo las cosas lo mejor que puede. A veces las cosas salen mejor o peor.

Scorsese es Dios, empecemos por ahí y Coppola también es Dios. Vale, en este universo hay dos dioses. ¡Ah! Y Fincher también… Vale; tres dioses. Pero hasta los dioses hacen churros. Kundun es un churro y Jack de Coppola era otro churro con Robin Williams. Fincher empezó dirigiendo vídeos musicales de Sting y los Gipsy Kings. Así que nadie es perfecto, todos lo hacemos lo mejor que podemos y lo que hace una serie o una película memorable son cosas que están fuera de nuestro control: el tiburón que se le estropeó a Spielberg; Sean Connery cuando dijo que no a hacer de Hannibal Lecter o la trilogía de Antes de amanecer que es maravillosa por la química de Delpy y Hawke. Y estoy seguro de que Linklater solo intuía que podía funcionar… Linklater me cae bien, no se cree un genio, es un tipo que trabaja duro y que seguro que se considera un artesano, un artesano en chándal.

Cuando voy a rodar tengo manías. Primero, siempre voy con chándal. Los actores tienen tendencia a tirarse por el suelo y no soy de gritar a los actores, no se consigue nada gritando a los actores. Hay que hablarles cerquita y con cariño, así que cuando me agacho se me suele ver la hucha. El chándal va con capucha para enfocar la atención porque cuando llevas capucha eres como un monje y la gente no te saca conversación ni te habla de fútbol. Para mí dirigir es sagrado y necesito concentrarme –¿saben que Scorsese tiene retrovisores en su monitor para que nadie se ponga detrás a dar por saco? Martin te queremos–, y a la vez me visto de chándal porque no me gusta darme importancia. Odio a muerte a los directores que maltratan a la gente porque se creen genios o importantes. En un rodaje todos somos iguales desde el señor que empuja la Dolly hasta el que hace los bocatas. ¿El mejor consejo que me han dado? Tómate muy en serio tu trabajo y no te tomes muy en serio a ti mismo.

Tengo más manías. Hago un libro con dibujos de lo que voy a rodar; siempre llevo los mismos cascos y un reloj de cadenita, como Sherlock Holmes, que abro y que cierro, que miro, juego con él… Primero fue el café, luego el té verde, donuts, chicle… todo para luchar contra el estrés de dirigir una serie como American Gods o a Brian Cox, (sí, the motherfucking Succession Brian Cox), en Penny Dreadful. Pero te relajas, respiras y te dices: Simplemente piensa en la emoción que quieres transmitir en esta escena. Entonces la magia ocurre, la cámara del señor de la Dolly se mueve en el momento mágico en que una lágrima cae por la mejilla de Eva Green y piensas, no, sientes, que en el mundo aún hay belleza y que somos los artesanos los que estamos ahí, esperando, listos para capturarla.

Acabo de rodar La novia gitana y siento que hemos capturado mucha belleza. Y quién sabe cuándo estaré cogiendo de nuevo un avión con mi familia, que me soporta, que me apoya, a algún lugar recóndito del mundo para rodar. ¿Alguna serie de la saga de Star Wars? ¿Otra con Elfos y Dragones? Pero siempre sin mirar por encima del hombro a nadie. La vida es corta y merece la pena trabajar con una sonrisa debajo de la capucha. ◆

“EN UN RODAJE TODOS SOMOS IGUALES. ¿EL MEJOR CONSEJO QUE ME HAN DADO? TÓMATE MUY EN SERIO TU TRABAJO Y NO TE TOMES MUY EN SERIO A TI MISMO”.