Pacifiction
Tourment sur les îles (Francia, España, Portugal, Alemania, 2022, 165 min.). Dir.: Albert Serra.
Int.: Benoît Magimel, Pahoa Mahagafanau,
Marc Susini, Matahi Pambrun. DRAMA.
En otra fundamental meditación sobre la dinámica del poder, sobre sus modismos y su puesta en escena, Pacifiction se convierte en el perfecto contraplano a La muerte de Luis XIV.
Si en aquella el rey Sol agonizaba en la cama impertérrito, sus fuerzas gangrenadas en un soliloquio murmurado mientras la corte se agitaba a su alrededor, aquí un alto funcionario del Estado francés en Tahití no para de moverse, como si en sus idas y venidas intentara conjurar un mantra espacial que pueda neutralizar las oscuras fuerzas del sistema. En una tierra de nadie en la que se deja atrapar por las siniestras miradas de las altas esferas y las estrategias revolucionarias del pueblo indígena, un espléndido Benoît Magimel, siempre vestido con traje de lino blanco como si se hubiera escapado de una novela de Graham Greene o Malcolm Lowry, se desplaza con un singular don de la ubicuidad, como un autómata que se teletransporta por un espacio que suda, denso y exótico, buscando una aventura que acabará por engullirlo.
Pacifiction es a la vez un estudio de personaje y una película atmosférica, en la que Albert Serra consigue que nos impregnemos del calor, de la indolencia, pero también del peligro, de Tahití. Es, también, una película política, una ficción que nos avisa de la vigencia secreta de las tácticas poscolonialistas; ahí está la intriga que circula durante todo el metraje: la posibilidad de que se reactiven las pruebas nucleares en la isla después de 20 años de paz integradas en un capitalismo conspiranoico, atrozmente sectario. Pero lo más admirable es cómo Albert Serra utiliza la poética del slow cinema para despojar a su film de todo realismo y conducirlo hacia una cierta abstracción, que coincide con la progresiva disolución de su antihéroe, ya convertido en otro Luis XIV, ahora encerrado en ese palacio en forma de discoteca decadente que tanto nos recuerda al Club Silencio de Mulholland Drive. Serra convierte así lo que parece su película más narrativa en un paseo por el purgatorio, antes de que el apocalipsis arrase nuestros paraísos perdidos.