Fotogramas

ATAQUES, Y NO SOLO DE RISA

Interpreta­r a Luis Roldán en ‘El hombre de las mil caras’, de Alberto Rodríguez, le regaló una experienci­a inolvidabl­e, con Goya a Mejor Actor Revelación incluido.

- Por Carlos Santos. ‘EL TEST’ SE ESTRENA EL 2 DE SEPTIEMBRE Y ‘JAULA’, EL 9 DE SEPTIEMBRE

Es la película más importante de mi carrera por lo que supuso: trabajar con Alberto Rodríguez, que se había llevado 10 Goya por La isla mínima, con el repartazo encabezado por Eduard Fernández, que hacía de Francisco Paesa… Desde el principio fue una suerte y un regalo. Hice el casting para un personaje secundario, pero después me dijeron que preparara el de Luis Roldán. Pensé que se habían vuelto locos, ni por edad (yo tenía 37 y él, en la etapa que tratábamos, 50) ni por físico me veía, pero si ellos sí… adelante. Fueron semanas de inmersión en la historia reciente del país, lo que pasó con los fondos reservados… Tuve que engordar 12 kilos, me rapaban la parte de arriba de la cabeza cada día, me ponían arrugas y llevaba una botarga para aumentar la barriga. Y eso en verano, ¡menudo calor! La película me provocó dos ataques de ansiedad: el primer día de rodaje, en París, de noche, al lado del Sena. Llevábamos un mes de ensayos, algo infrecuent­e, pero es la forma de hacer de Alberto. Todos los actores tendrían que trabajar con él alguna vez, sabes que va a salir bien, es muy meticuloso. A pesar de los ensayos, cuando llegó mi momento las piernas me temblaban y me quedé mudo, ni siquiera era capaz de decir lo que me pasaba. Fue el exceso de responsabi­lidad. Alberto se dio cuenta y me tranquiliz­ó. Volvió a hacerlo con el otro, en la alfombra roja de los Goya, antes de recibir el premio a Mejor Actor Revelación. Hubo muchas más anécdotas, en París intervino la policía cuando ensayábamo­s la escena en que amenazaban a Jose (Coronado) con un cuchillo. Aún no había cámaras, pensaron que era una agresión real. En la secuencia en la que Roldán y Paesa se despiden gastamos una broma a Alberto, en vez de darnos la mano nos morreamos. Él empezó a tartamudea­r que qué estábamos haciendo y luego le salió un vaya par de gilipollas. Nos reímos mucho. Fue un trabajo especial. En marzo murió Roldán y para mí no fue una noticia más. Había tenido un vínculo tan fuerte con él sin haberlo conocido que sentí que una parte de mí también se iba.

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Carlos Santos en la piel de Luis Roldán.
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