Olivia Newton-John, desesperadamente enamorados de ella
Por siempre en ese cálido imaginario popular encarnando a la, al principio, virginal y cursi (todo cuero y look rockero en su apoteósico final) Sandy del musical Grease (R. Kleiser, 1978), esta cantante nacida en Inglaterra, pero criada, educada y parte del patrimonio nacional cultural de Australia, tal vez no tuvo una carrera en el cine a la altura de su trayectoria musical, donde no faltaron Grammys e incluso una experiencia eurovisiva. O acaso sí que la tuvo, demostrando que era una actriz mejor de lo imaginado, incluso en unos inicios que pasaron por un inofensivo mix de musical, film de motoristas y fábula navideña, la australiana Funny Things Happen Down Under (1965) y en especial la fantasía psicodélica futurista predisco de Val Guest: Toomorrow (1970).
CAMINO DE LA MITIFICACIÓN
El éxito de su primera experiencia en Hollywood con Grease (y con John Travolta) la llevaría a otra joya kitsch, Xanadú (R. Greenwald, 1980), o la Venus era mujer de los años 40 y con Ava Gardner con patines, mitología griega discotequera, dibujos animados, temazos de la Electric Light Orchestra y homenajes al musical clásico vía la presencia de Gene Kelly. Volvería a reunirse con Travolta (antes de que su versión de Over the Rainbow sonase en Cara a cara) en otra fábula capriana, Tal para cual (1983), film odiado por su realizador, John Herzfeld. Randal Kleiser, el director de Grease, le daría su mejor rol dramático en It’s My Party (Fiesta de despedida) (1996), agridulce y muy emotiva crónica sobre los terribles años del sida. Volvería al cine en comedias como Una boda de muerte (S. Elliott, 2011) y, junto a su amigo y paisano Paul Hogan, en The Very Excellent Mr. Dundee (D. Murphy, 2020). ◆