La cripta embrujada
ARREBATADOS
Arrebato vuelve, cortesía de The Sacred Collection, con un montón de estupendos extras, en lujoso 4K. Gracias a la naturaleza vampírica del cine, parte esencial del oscuro corazón de esta obra maestra del desconcierto moderno y posmoderno, no se fue nunca. Sí se fueron, claro, Iván Zulueta y su muso y doppelgänger, Will More. Se fueron mucho antes de morir, arrebatados por la maldición secular que persigue en nuestro país a los raros, los distintos y modernos, más aún si son hermosos. Por más veces que hayas visto la película, nunca dejas de sentir que te asomas a una ventana en el tiempo y el espacio, abierta a un mundo que nunca fue del todo, dejando de existir justo un instante antes de materializarse.
Fantasmal y fantasmática, Arrebato es un trip a las entrañas de una cosmopolita intelligentsia pija, culta, exquisita y escasita, seña de identidad de varias generaciones perdidas españolas, consumidas por una realidad inapelable: ‘nuestro’ pedestre amor por el costumbrismo social y la cochambre nacional. Siguiendo el manger à trois (no es errata) entre Eusebio Poncela, Cecilia Roth y Will More, que, como los mosqueteros, son cuatro con la cámara de cine obsesiva y lovecraftiana que genera y devora el universo-mundo que entre todos componen o descomponen, se nos aparecen también otros espectros, desfilando invisibles, olvidados: Michi y Leopoldo María Panero, Eduardo Haro Ibars, Félix Rotaeta, Eduardo Benavente, Bernardo Bonezzi, Ceesepe, Carlos Berlanga… Arrebato, en su infinita puesta en abismo, se nos antoja elegía a todos ellos, a todos los que no pudieron ser Warhol, ni Bowie, ni Ginsberg ni Kenneth Anger. Finalmente arrebatados de este nuestro mundo inmundo, no por las drogas, la enfermedad, accidentes o suicidios, como reza la mala prensa interesada, sino por el ojo de una cámara interior que los condujo hasta otra España, país de Nunca Jamás, moderna, sofisticada, libertaria, soñada y, por supuesto, nunca realizada.