Tori y Lokita
★★★★★
Tori et Lokita (Francia, Bélgica, 2022, 88 min.). Dir.: Jean-Pierre y Luc Dardenne. Int.: Pablo Schils, Joely Mbundu, Alban Ukaj, Tijmen Govaerts. DRAMA.
El cine de los Dardenne se hace mayor, pero no presenta síntomas de artrosis de rodilla ni piedras en la vesícula. Está fresco como en los días de Rosetta (1999) o El hijo (2002), y
Tori y Lokita es una obra tan admirable, tan brillante como aquellas dos joyas de su filmografía. La película es otro retrato crudo, o al dente, de los tiempos que corren, de un presente cazado al vuelo por una cámara en perpetuo estado de nerviosismo y cargada de rabia y energía: todo va muy rápido aquí, las escenas son casi todas breves, el montaje es el machete que abre el camino de manera acelerada y, entre tanto movimiento, los dos protagonistas, Lokita (una inmigrante sin papeles) y Tori (un niño también inmigrante, pero con papeles, que es todo él electricidad, inteligencia activa y, hasta donde le dejan las implacables leyes de la supervivencia, infinita bondad), dos magníficos personajes marginados y explotados.
La mirada pura, limpia de los Dardenne nunca recurre a los clichés del cine social cobarde, de plantilla, hoy tan abundante. No necesitan las palabras, ni enarbolar banderas ni señalar con el dedo al espectador para que descubra el mensaje; les basta un minuto de intimidad, con Tori y Lokita compartiendo una pizza y un zumo de fruta en la plantación de marihuana donde ella ejerce de vigilante (‘jardinera’, la llaman, espléndido eufemismo), para definir del modo más sencillo el estado de las cosas en una Europa herida de muerte.