La cripta embrujada
GIALLO IBÉRICO DE PATA NEGRA
Ediciones 79 sigue ofreciéndonos la filmografía de Jacinto Molina, alias Paul Naschy, en ediciones remasterizadas, íntegras y con material extra. Ahora, son dos títulos atípicos en la carrera del licántropo español, pertenecientes a sus incursiones en el giallo. Giallo con acento ibérico, más basto que la mayoría del italiano. Pero muy capaz de alimentar nuestros bajos instintos
con abundancia de sangre, desnudos, crímenes e incorrección política. Todo con un punto de tebeo, de bolsilibro erotómano vergonzante, plagado de truculencia y morbo hispanos.
Una libélula para cada muerto
(1974) es la que mejor fagocita el estilo italiano. Klimovsky, si no a Bava o Argento, sí se acerca a Ercoli o Martino. Naschy está insuperable, a su manera, como inspector violento, facha como el más reaccionario poliziotto, haciendo que Mike Hammer parezca simpático. La música robada de films italianos, los exteriores rodados en Milán, hábilmente integrados por Klimovsky en escenarios madrileños (engañando a generaciones de críticos extranjeros), y su galería de burgueses pervertidos –gran frase: La necrofilia es un vicio muy caro, profesor–, que matan y mueren en caldeo, resulta inolvidable.
Pero el plato fuerte es Los ojos azules de la muñeca rota (1973). Como si su falso escenario de la Francia rural lo justificara, está más cerca del thriller psicosexual galo que del giallo: sombras de Las ciervas, Los felinos, Les louves y hasta de Los ojos sin rostro, de Chabrol a Boileau y Narcejac, se mezclan con estilemas italianos y auténtico estro ibérico, rústico y brutal. Y Naschy oficia como ‘irresistible’ imán masculino –violador inocente y desperado, de torso sudoroso, entre el polar y la copa de Osborne: Es cosa de hombres–.
Un festín de rojo espeso, fetichismo sexual y delirio de bolsilibro nacional.