Fotogramas

SIGOURNEY, OBJETO SEXUAL

- Por Rosa Belmonte*. *Rosa Belmonte es abogada, columnista y colaborado­ra en varios medios de comunicaci­ón.

La actriz tiene una agenda en la que, desde hace cuatro décadas, no faltan proyectos. Desafiando a la industria ha sido capaz de sortear con dignidad los ‘ninguneos’ a los que se ve sometida la madurez femenina en el cine.

Había una portada de FOTOGRAMAS con Sigourney Weaver a finales de los 80 que miraba y miraba como una obsesión. Era mi persona favorita de entre las que no conocía ni iba a conocer. Sería la época de Gorilas en la niebla y Armas de mujer. La obsesión se me pasó, pero, con 73 años, Sigourney me sigue pareciendo una señora igual de fascinante. Haciéndose mayor como Meryl Streep. Interpreta­ndo a gente de su edad. Con la suerte de tener papeles a su (alta) medida. Estirando su carrera de forma natural. Porque también tiene que haber señoras mayores en el cine. La hemos visto promociona­ndo El maestro jardinero, de Paul Schrader. Cuando hacía lo mismo con Sueños de una escritora en Nueva York, sobre la agencia que llevaba a Salinger, decía que nunca fue un objeto sexual. A ver, Sigourney siempre ha sido objeto sexual.

Uno grande y libre. ¿Cómo no va a ser objeto sexual ese monumento de Armas de mujer, por malísima que fuera?

Sigue habiendo buena calidad en esos 1,82 centímetro­s. Escribe David Trueba en Blitz que la juventud es juventud, la belleza va por otro camino. Por eso en Joven y bonita, Charlotte Rampling es más atractiva que Marine Vacth. Y en El amante doble, Jacqueline Bisset, con todas sus arrugas, es más guapa que Marine Vacth. Nunca ha sido Sigourney mujer de belleza canónica, sí una mujer muy atractiva y singular. Empezando por ese nombre que tomó de El gran Gatsby. Ha envejecido bien. Sin tocarse. Sin ir a peor, sólo a vieja. Dice Kathleen Turner que por la calle nadie se fija en ella. Salvo que hable. A Kelly McGillis, cinco años mayor que Tom Cruise, no la llamaron para Top Gun: Maverick. Estoy vieja y gorda. Tengo la pinta de una mujer de 62 años. Fue sustituida por Jennifer Connelly, de 52. Luego están las que se han tocado. Y mal. Meg Ryan o Stockard Channing. Nunca podrán interpreta­r a una señora mayor en una ficción de época. No podrán hacer como Maggie Smith en Downton Abbey o Emma Peel en Juego de Tronos, que eran viejas con aspecto de viejas. A no ser que en la trama a Meg Ryan y a Stockard Channing les hubieran picado cien abejas en la cara y así se pudiera explicar la cara rara.

Jane Fonda resumió el secreto de su belleza en buenos genes y mucho dinero. Sin embargo, en el documental

Jane Fonda en cinco actos dice que le encanta cómo ha envejecido Vanessa Redgrave, pero que ella no es así de valiente. Hace años se quejaba de que sus arrugas eran en Robert Redford líneas de expresión. Eso era cuando ambos rondaban los 40 (se llevan un año).

Charo López cuenta en el documental de Chema de la Peña Me cuesta hablar de mí

que por la calle ahora le dicen:

¡Cómo eras! ¡Cómo eras!

Ella, con mucha gracia, remata:

¡Y cómo estoy ahora! Entonces se ríe y echa la cabeza para atrás, hacia un lado. La belleza del mundo contenida en la risa de Charo López, incluso ahora que es mayor y con más kilos que en Los gozos y las sombras. Jennifer Aniston está hasta las narices de que le digan que está estupenda para su edad. Quiere que sólo le digan que está estupenda. También lo está Michelle Pfeiffer. Y Robin Wright.

La cómica americana Joy Behar, nacida en 1943, sostiene que la única manera de envejecer con dignidad es muriendo joven. Vale. Es injusto, claro. Todas las mujeres estamos en exposición. Pero las actrices mucho más. Y aquí estamos, criticándo­las. ◆

“NUNCA HA SIDO SIGOURNEY MUJER DE BELLEZA CANÓNICA, SÍ UNA MUJER MUY ATRACTIVA Y SINGULAR. HA ENVEJECIDO BIEN. SIN TOCARSE”.

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