UN SIGLO DE LA PIONERA
Hace 100 años del nacimiento de una revolución: la directora de cine pionera en España que no sólo nos dejó películas, sino un legado incalculable.
El próximo 23 de julio se cumple un siglo del nacimiento de la pionera Margarita Alexandre. La primera mujer que se puso tras el visor de una cámara y que también ejerció de productora, guionista y actriz, convirtiéndose en una cineasta todoterreno, rebelde y brillante. Margarita nunca se detuvo por muchas barreras que surgieran en los caminos del cine, el ámbito social o la vida.
Siendo muy joven renunció a los privilegios que le otorgaba su título aristocrático para dedicar su vida al cine. Su talento y convicción sirvieron de base para comenzar una revolución contra el tradicionalismo franquista que relegaba a la mujer a labores domésticas. Y es que la autora abrió el camino para que las cineastas saltaran a escena escribiendo su propia y valiente historia. Debutó como actriz en Tierra y cielo (1941) y al año repitió junto a Edgar Neville en Correo de Indias (1942), un título clave en el que Margarita se dio cuenta de que su vocación no estaba delante de la cámara, sino detrás. Junto a Rafael Torrecilla fundaría Nervión Films, con la que producirían películas con espíritu crítico y libertario como La ciudad perdida (1954). La censura del régimen atacó a la productora hiriéndola gravemente pero aún con eso, la cineasta no se amilanó. Un año después, estrenaría la primera cinta en cinemascope rodada en España: La gata. Al poco, Torrecilla y Alexandre se vieron obligados a exiliarse en una Cuba en plena revolución, donde Margarita se centró más en su faceta de productora. Su carácter contestatario le llevaría, más de diez años después, a abandonar la isla. Para celebrar el legado y la personalidad de Margarita Alexandre, FlixOlé recoge todas estas películas cosechadas por la autora, así como la mítica Operación Ogro (1979), el último largo que la autora produjo y un documental imprescindible sobre su figura que se estrenará el 4 de julio en la plataforma, donde se relata en palabras de la artista las experiencias que vivió esta pionera.
Elegante y misteriosa ‘sex symbol’ de los años 40, ‘femme fatale’ de clásicos del cine negro como ‘La llave de cristal’ y ‘La dalia azul’, ingenua en comedias como ‘Los viajes de Sullivan’, y creadora del icónico peinado ‘peek-a-boo’, recordamos a la actriz cuando se cumplen 50 años de su muerte.
Bogart y Bacall fueron mejores, pero Alan Ladd y Veronica Lake llegaron antes,
escribió el crítico británico David Shipman en
The Great Movie Stars. Éramos, en muchos aspectos, espíritus gemelos. Creaciones de Hollywood enfocadas a la taquilla, y del tipo que la garantiza. Muy ariscos los dos, y bajitos. Formábamos una pareja ideal, recordó Lake en sus memorias, Verónica, redactadas junto con Donald Bain. Rodaron como dúo estelar, entre otras, tres clásicos del cine negro: El cuervo
(1942), basada en un relato de Graham Greene;
La llave de cristal (1942), adaptación de otro de Dashiell Hammett, y La dalia azul (1946), con guion original de Raymond Chandler.
Un mechón de pelo. El destino, caprichoso, ha querido que, lejos de los círculos cinéfilos, a Lake, que pasó por el firmamento de Hollywood con el esplendor pero la brevedad de una estrella fugaz, no se la recuerde por los papeles de elegante y misteriosa femme fatale que consolidaron su fama, sino por su peinado, el peek-a-boo.
Este surgió, según la leyenda, por casualidad. Preparaba una escena en su primer papel de peso, en Vuelo de águilas (1941), y un largo mechón de su larga melena rubia cayó de pronto sobre su ojo derecho. El efecto fue tan impactante que lo convirtió en su sello de identidad. Había nacido un icono. Nunca tuve madera de estrella, ni me creí lo de ser una sex symbol, les tomé el pelo a todos, reconoció años después.
De Constance a Veronica. Fue su dominante madre quien impulsó su carrera desde niña. Constance Okleman vino al mundo el 14 de noviembre de 1922, en Brooklyn (Nueva York). Se quedó huérfana de padre a los 10 años y a los 15 le diagnosticaron, según su progenitora, una esquizofrenia, por lo que la inscribió en clases de interpretación como terapia. Un tercer puesto en el concurso de Miss Miami, donde vivía la familia, les animó a trasladarse, en 1938, a Beverly Hills, para que la niña triunfase en el cine. Al poco de llegar, fichó por la Paramount, donde la rebautizaron Veronica Lake.
Actriz conflictiva. Desde un principio se ganó reputación de persona de trato difícil, lo que se atribuía a sus problemas con el alcohol.
La vida es demasiado corta para dos películas con Veronica Lake, sentenció Joel McCrea, su pareja en Los viajes de Sullivan. Raymond Chandler, guionista de La dalia azul, la apodó: Moronica Lake (algo así como: Idiotica Lake). La puntilla a su carrera llegó con la Segunda Guerra Mundial, cuando el Gobierno le pidió que renunciase al peinado peek-a-boo, que provocaba accidentes entre las obreras. ¡Adiós, Hollywood! Con su carrera sin rumbo, Lake, que ha inspirado personajes como Jessica, la mujer fatal de animación en ¿Quién engañó a Roger Rabbit?, y el de Kim Basinger en L.A. Confidential, abandonó California a principios de los años 50. Odiaba Hollywood, confesó. Allí no era una persona, sino un producto. Me ahogaba. Tuve que escapar. Llevó una vida anónima, con algún intento de reaparecer en teatro y televisión, sobreviviendo como camarera en Nueva York. Murió a los 50 años, de cirrosis, el 7 de julio de 1973. ◆