Fotogramas

EL ÚLTIMO GRAN (Y TERRORÍFIC­O) HÉROE

Los 60 son los nuevos 30, y no estamos hablando de décadas, sino de edad, al menos para el actor mutado, a la chita callando, en el Liam Neeson del terror, y en el nuevo Gene Hackman de las pelis de acción.

- Por Fausto Fernández. ‘EL EXORCISMO DE GEORGETOWN’ se estrena el 31 de mayo y ‘SOMBRAS DEL PASADO’, el 14 de junio

Cuando en el universo Russell Crowe (Wellington, Nueva Zelanda, 1964) todo parecía estar acorde con un sesentón de vida acomodada (léase vivir de rentas, permanecer en una zona de confort, potenciar una carrera como director…) y conformars­e con ser el padre de Superman (El hombre de acero, de Zack Snyder) o el mismísimo padre de todos los dioses del Olimpo (Thor: Love and Thunder, de Taika Waititi), se ha apoderado de él una especie de segunda juventud (o de síndrome Nicolas Cage) convirtién­dolo en un rostro abonado a los géneros del terror y de la acción. Una ‘fiebre’ que, lejos de remitir, va a mantenerse en los próximos meses. Latidos de pánico. Con la metalingüí­stica El exorcismo de Georgetown y el thriller sombrío Sombras del pasado a punto de llegar a nuestras carteleras, Crowe parece divertirse con esta nueva condición de estrella del horror: ¿Qué otro género sería capaz de ofrecerme la oportunida­d de interpreta­r a un actor en crisis que da vida a un exorcista y se topa con fenómenos extraños que lo llevan a los límites de la cordura?, se preguntaba en voz alta el actor refiriéndo­se a El exorcismo de Georgetown. Cine dentro del cine, y el horror del Método para un actor. Un actor que esté dispuesto a reírse de sí mismo, y, seamos sinceros, estoy en ese momento, feliz, concreto de mi carrera. No por nada, ya ha firmado repetir como el padre Gabriel Amorth (ese sacerdote capaz de viajar de Roma a una Segovia al borde del mar en una Vespa) en la secuela de El exorcista del papa: Me encanta el personaje, confesó Crowe. Debe de ser el único sacerdote con el que me iría de tapas, y ya de paso, tendríamos broncas con demonios.

Perro (espeluznan­te) viejo. No es Russell Crowe alguien recién aterrizado en el género terrorífic­o, aunque lo cierto es que no de las formas tan pulp y desprejuic­iadas como en la actualidad. Del asesino en serie virtual, sexy y con más sentido del humor que una convención de El Club de la Comedia que encarnó en Virtuosity (1995), hasta el perturbado (y pasado de kilos: igual era el Método ese del cual hablaba unos párrafos anteriores) acosador de ese éxito sorpresa en tiempos pandémicos que fue Salvaje (2020), Crowe llegó incluso a ser el doctor Jekyll en La momia (2017), suerte de jefe de Tom Cruise y otras criaturas en el fallido intento de crear un Universo Fantastiqu­e Universal.

Con mucha marcha. No debe de ser una casualidad que si vas y les pides la partida de nacimiento a las estrellas más taquillera­s, y contumaces, del cine de acción te encuentres con la sorpresa de que podrían ser no tus padres, sino tus abuelos, ríe Russell Crowe consciente de que igual no podrá tener el tipo heroico del Máximo Décimo Meridio de Gladiator (R. Scott, 2000), pero sí el del autoparódi­co Jackson Healy de Dos buenos tipos (S. Black, 2016), o del capitán Reaper de la divertida, reciente y explosiva Misión hostil. Tipos comunes, como los de esa clase media de cierta edad que parecen haber desertado de los cines, encarando la acción y el terror como quien se toma una cerveza con los amigos.

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