LAS HUELLAS DE LOS NAVEGANTES
El puerto de Horta siempre fue el favorito de los balleneros norteamericanos en sus incursiones en las aguas de las Azores. La familia Dabney, cuyos miembros se sucedieron durante generaciones en el cargo de cónsul de Estados Unidos en el archipiélago, fue muy activa en la caza de cachalotes en todo el siglo XIX. Sin embargo, el momento de gloria de la ciudad se inició a principios del XX, cuando Faial fue elegida como punto de enlace de los cables telegráficos submarinos que comunicaban Europa y América. Más tarde fue la escala más importante de los hidroaviones de la Pan American. De todo ello surgió una sociedad cosmopolita asentada en lo que en cualquier otro lugar no habría sido más que una pequeña aldea. Hoy es una de las escalas favoritas de los veleros que cruzan el Atlántico, y desde hace años existe la costumbre de que cada tripulación deje en el muelle un recuerdo de su paso. Ahora, cada centímetro cuadrado de los malecones está cubierto de pinturas, en las que cada viajero deja su huella de la manera que desea. El conjunto es un verdadero museo de la navegación moderna.