GRAN SERIE 2018
La España de los misterios y las leyendas
La fértil imaginación de los riojanos ha generado a lo largo de los siglos multitud de enigmas históricos y relatos mitológicos que incluyen desde el apóstol Santiago hasta los enormes saurios.
Extrañas marcas imprimen las rocas en lo alto del valle donde se asienta el municipio de Enciso. Dibujan formas y perfiles difíciles de entender para ojos no entrenados. Son huellas de un mundo desaparecido hace millones y millones de años, en los albores de la vida sobre la Tierra. El agua cubría gran parte del planeta y el área del valle de Enciso era en aquel entonces un enorme y rico pantano con clima tropical. Un lugar ideal para la vida de los grandes saurios. Solamente en el municipio de Enciso se han contado 1.400 de estas pisadas detenidas en el tiempo, formadas por las características de la tierra y las capas que con los siglos han ido petrificando.
Es necesario realizar un gran esfuerzo con la imaginación para volver la vista atrás en el tiempo y ponerse en la mente de los antepasados que habitaban durante la Edad Media estos escondidos valles del río Cidacos. La vida por estas latitudes no era en absoluto sencilla.A diario la lucha se entablaba por la supervivencia: condiciones climáticas adversas, cultivos extremadamente complicados en terrenos escarpados...
Y si las inclemencias de la naturaleza no fueran suficiente, la religión y las creencias jugaban un papel fundamental en un mundo que hoy nos queda muy lejano en el tiempo y en el espíritu. Pero aquí estamos, interpretando supersticiones y hechos que entonces resultaban inexplicables para el entendimiento.
Ante situaciones desconcertantes e inexplicables, los hombres y mujeres de estas tierras recurrirían a lo único que poseían: la imaginación. Esta garantizaba respuestas inmediatas que, con el paso de las generaciones, desembocaban en leyendas que engrosarían el acervo local de las tradiciones.
Según la definición del diccionario, “paleontología” es la ciencia que estudia los seres orgánicos que habitaron la Tierra en épocas pasadas y cuyos restos se encuentran en forma de fósiles. Se trata de una disciplina que se podría situar entre la biología y la geología. Su objetivo es describir fenómenos muy remotos en el tiempo e interpretarlos a través de la “lectura” de fósiles o huellas, como es el caso de la paleoicnología, una rama de la paleontología que estudia las pisadas de organismos del pasado.
Estas disciplinas, tal como la conocemos en la actualidad –es decir, a partir de los descubrimientos de fósiles de dinosaurios–, irrumpieron en el panorama científico a partir del siglo XIX. No se sabe exactamente cuándo se hallaron las primeras icnitas en esta zona, pero seguramente su descubrimiento impresionó y alimentó todo tipo de supersticiones.
Y no solo aquí, que la ignorancia cuando es profunda no entiende de fronteras. En Massachussets (Estados Unidos), por ejemplo, el granjero Pliny Moody paseaba en 1802 por sus terrenos cuando encontró huellas tridáctiles de unos 30 centímetros de longitud. Para él fueron sencillamente las pisadas de un gran pavo. No fue el único que no supo encontrarles una explicación científica: estudiosos de las Universidades de Harvard y Yale pensaron que se trataba de ¡huellas de uno de los cuervos del Arca de Noé!
Pero regresemos a lo nuestro, a la época medieval, y sigamos la corriente del río Cidacos que por entonces
fluía hacia los valles perdidos de La Rioja alta. El paisaje de antes, como el de ahora, formaba un embudo natural donde la soledad y el silencio enmarcaba los pocos lugares habitados. Había que subir y bajar montes y riscos para que el ganado pudiera encontrar frescos forrajes. Había que remover la tierra y crear terrazas para el trigo en las empinadas laderas. Como en los orígenes de la creación, como en un mundo perdido.
Para unas personas que vivían tan ligadas al terreno esas extrañas marcas sobre las rocas debían de provocar un impacto difícil de olvidar. La imaginación, entonces, volaría sin freno hasta alturas inimaginables. Leones, dragones, unicornios, seres mitológicos... Cualquier cosa era buena para llenar los huecos vacíos.
Los hallazgos casuales de fósiles de gran tamaño alimentaron, por ejemplo, los relatos sobre gigantes difuntos. Y para muchas gentes de entonces, los huesos fosilizados de mamuts o de grandes saurios no eran sino la confirmación incontestable de la existencia de un mundo mitológico paralelo al terrenal.
Pero quizá la interpretación más curiosa de estas marcas es la que surge durante la época de Reconquista. Fue entonces cuando comenzaron a difundirse narraciones acerca de las apariciones del apóstol Santiago cabalgando a lomos de un gran caballo blanco. Su intervención, siempre providencial, habría dado alas a las filas cristianas, al tiempo que alimentó numerosas leyendas y relatos, algunos de índole bélica.
Una de las explicaciones más extendidas en La Rioja cuenta cómo el caballo celestial del apóstol habría ido dejando sus huellas por toda la comarca, pisando con fuerza sobre las rocas allá donde se posaba para tomar impulso en su afán por alcanzar cuanto antes el campo de batalla de Clavijo, lugar donde se libraba el combate entre las huestes infieles y las cristianas, dirigidas por el rey cristiano Ramiro I de Asturias.
La contienda fue de tal magnitud que dejó una huella perenne en numerosas partes de España. Son muchos los municipios que alardearon–y alardean– de las marcas de herradura que aquel impetuoso corcel blanco dejó sobre las rocas de sus contornos. Poco importaba entonces que las huellas no tuvieran la forma y el tamaño acorde con las de un caballo normal. Las leyendas no entienden estas nimiedades. La único cierto es que las huellas estaban ahí y pedían a gritos una explicación, cuanto más espectacular, mejor.
El gran número de huellas y la presencia de un contexto histórico bien definido durante la época medieval contribuyó a que en esta comarca riojana la presencia del apóstol Santiago gozara de especial predilección. El misterio de su formación formó parte de los relatos que se contaron en estos valles de generación en generación. Y aunque la ciencia del siglo XXI intenta desentrañar estos misterios ancestrales con nuevos conocimientos y nuevas técnicas, a nosotros siempre nos quedarán estas leyendas repletas de imaginación y fe.
Y por supuesto las huellas, porque, en la actualidad, la comunidad de La Rioja, debido a la numerosa cantidad de yacimientos fósiles registrados –algo más de 10.000 icnitas documentadas–, se ha convertido en un referente mundial para los investigadores y los amantes de los grandes dinosaurios.