Considerando
el punto de partida de Pablo Picasso sobre el concepto de belleza –palabra que el pintor veía vacía de significado por no saber de dónde viene ni adónde se dirige–, el horizonte que marcaría el canon en el escenario de la moda se abre en un ejercicio de lobotomía estética. Para endender los códigos que imperan hoy es necesario hacer ese esfuerzo, olvidando todo lo anterior y considerando la rareza como el nuevo elemento de la belleza. Hubo un tiempo en el que la belleza clásica era preponderante sobre la pasarela. Un tiempo en el que contaba la simetría y la perfección y en el que sólo sumaba la armonía de rasgos unida a buenas dosis de proporción, incluso con curvas. Mas tarde, triunfó un canon lánguido y desgarbado, de pieles blancas e impolutas, donde dominaba la ausencia de curvas y un sentido del anonimato de las propias modelos.
“No me gusta la belleza convencional; no hay belleza sin rareza”, declara Karl Lagerfeld. Dicho y hecho. La nueva generación de tops (no hablamos de los estratosféricos ángeles de Victoria’s Secret, aunque algunas acabarán siéndolo, sino de las que hacen kilómetros de pasarela cada temporada) son fichadas desde las Redes Sociales y se caracterizan por ser modelos atípicas. Lo que antes era un defecto, ahora es el rasgo que las diferencia de la masa. Y de eso se sirven creadores y fotógrafos para dar más empaque a sus shows y campañas respectivamente. Lindsey Wixson tiene cara de muñeca, pero
no la belleza de una muñeca clásica. Molly Bair es adorada hoy por los creadores gracias a su silueta infinita, sin forma... y también por sus orejitas de soplillo. Gigi Hadid tiene las curvas de Marilyn y Mica Arganaraz es el paradigma actual de lo andrógino. Unas cejas pobladas como las de Cara Delevingne; el diastema de Georgia May Jagger; la cicatriz en el labio de Anna Ewers o el rictus serio de modelos como Astrid Holler son imperfecciones que las hacen especiales.
Y es que, de la misma manera que una obra de arte debe ser original y tener algo inimitable para
las rrss ser considerada como tal, las modelos
son la hoy sobresalen
nueva precisamente
manera por esos pequeños signos de autenticidad.
de hacer Cada creador
casting busca en el casting rasgos que le ayuden a definir su modelo de mujer, aquélla que lleva su ropa. Pero detrás de esto también hay un interés por provocar.
Es sólo la ropa lo que hace que colecciones como la de Prada o Gucci sean tan especiales este otoño? Establecer un mood, comunicar una historia y buscar cómo contarla a través de unos códigos subliminales que están ahí, pero son difíciles de expresar, pasa por escoger el casting indicado. Lejos de ser meras maniquíes, las modelos son el vehículo del que se sirve el diseñador para hablar. Cada elección viene acompañada de una intención, sin dejar nada al azar. Por algo Alessandro Michele apostó por un casting exento de tops. Por algo Miuccia eligió bellezas rozando la cursilería. La casualidad no existe en moda.
Tal es la obsesión de algunos diseñadores por conseguir su mujer ideal que no dudan en acudir a las Redes Sociales como nueva fuente de recursos. Es el caso de Alexander Wang y Anna Ewers. El di-
señador vio la foto de Anna en un blog y no paró hasta dar con ella para que se presentara al casting de su primer desfile para Balenciaga. Allí mismo la contrató y se inició una relación, laboral y de amistad, fructífera y duradera hasta el día de hoy. Marc Jacobs llegó a convocar un casting a través de Facebook, Instagram y Twitter, y el resultado tuvo forma de campaña de publicidad a cargo del fotógrafo David Sims. No importa probar nuevos métodos ni jugar con bellezas desconocidas o inusuales. Del mismo modo que firmas de lujo cuentan con estrellas de la canción en sus campañas, otras optan por el anonimato en una suerte de globalización estética en la que todo vale. El canon sin canon cobra más fuerza que nunca.