DE LA PANTALLA AL ARMARIO
Hace diez años, Keira Knightley protagonizó una romántica y candente escena de sexo con James Mcavoy. Pero la atención, la verdadera, se puso en su vestido (de Jacqueline Durran). En Expiación, su personaje, Cecelia, lleva modelos envidiables, pero ninguno como el vestido de seda verde que fue elegido el mejor vestuario de todos los tiempos por Sky Movies y que impulsó una ola de imitaciones e interpretaciones, que se mantiene hasta hoy (como demuestra esta especie de reinterpretación, más recatada pero igual de fluida, de Emilia Wickstead). Siendo una freak del cine, el vestuario podría no ser lo más llamativo... pero también soy una freak de la ropa. Ésta es la voz muda de los personajes, su personalidad hecha armario. En el fondo, la ropa que llevan los describe al espectador antes de que digan nada, envía señales: Leia es una princesa seria, pero aventurera (¿o de qué va ese peinado mítico?); Sandy explora su lado rebelde cuando renueva su look... Y en la pasarela, sus opciones de armario reviven, siempre, como expresiones de feminidad poderosa. Su encarnación decidida recorre la pasarela de Lorenzo Serafini enfundada de negro y sandalias y la elegancia vestida de blanco discreto, pero osado, pisa la de Vionnet. El cine ha utilizado el vestuario también de forma insultante (¿alguien se olvida de los omnipresentes makeovers?), pero el vestido de Cecelia dice algo más. Habla de una mujer segura, independiente, incluso inaccesible, pero también vulnerable, sensible, un ser vivo. Habla de quién es, la expresa. Y cuando escogemos cómo vestimos, eso es lo que deseamos.